Son días de listados de fin de año, de mirar por el retrovisor y resaltar lo notable de un 2020 enfermo y, sobre todo, encerrado por la pandemia. Algo de aquello saben las creadoras de Banda Propia Editoras —la socióloga Lorena Fuentes, la licenciada en letras María Yaksic y la diseñadora Andrea Estefanía—: con apenas horas de diferencia, medios como Infobae y La Tercera publicaron sus respectivos rankings con los libros del año. Allí figuran, entre varias lecturas más, Dime cuándo vienes, de la pensadora polaca Rosa Luxemburgo —elogiada por la escritora María Moreno—, Hecho en Saturno, de la autora dominicana Rita Indiana, y Grandes éxitos, del narrador argentino Luciano Lamberti. El común denominador de los tres es el trabajo del sello Banda Propia.
Dicen las creadoras de Banda Propia que, luego de coincidir como estudiantes del Magíster en Estudios Latinoamericanos en la U. de Chile, la idea de levantar una editorial vino hace un par de años. Debutantes con experiencia, Lorena Fuentes y María Yaksic insistieron con sacar adelante un proyecto timoneado, más que nada, por el gusto y la intuición.
En conversación con Culto, ambas desmenuzan parte de su primer año de trabajo —el que ha encontrado respuesta en la crítica—, y la historia y el porvenir del nuevo sello chileno.
“Una cantera de mujeres apasionantes”
Lorena Fuentes (LF): Banda Propia nace porque a finales del 2018 nos encontramos tres amigas sin una plataforma editorial en la cual canalizar nuestros proyectos. Con María trabajamos juntas hace algunos años, habíamos pensado muchos libros en conjunto, y los proyectos editoriales en que estábamos en ese entonces no habían resultado.
María Yaksic (MY): Mezcla un poco de nuestras trayectorias y decisiones colectivas. Somos una editorial reciente, cuyo primer año prácticamente lo vivimos entre estallido y pandemia. De un día para otro nos vimos sin sello propio y decidimos armar uno.
LF: Después de darle varias vueltas, y pese a la cantidad de editoriales que existen hoy, que no son pocas, decidimos crear un nuevo sello. Ahí invitamos a Andrea Estefanía, nuestra diseñadora, a sumarse al proyecto para pensar la identidad gráfica, que queríamos que fuera especialmente cuidada.
MY: La editorial comenzó como un borrador de ideas que en gran medida responde a lo que hacemos hoy. Repensamos lo propio desde lo colectivo, pusimos nuestros oficios en común. Existía una complicidad y amistad suficientes para crear con fluidez.
LF: Hicimos una suerte de retiro en el verano del 2019, y esos días escogimos el nombre del sello, definimos el catálogo y las líneas generales de diseño.
—En su colección “Contemporánea”, un asunto que llama la atención es la distancia geográfica entre las voces que han publicado, ¿qué les interesa de ese variopinto de registros y nacionalidades?
LF: Esa distancia geográfica se ha dado muy natural. Con María tenemos en común una vocación latinoamericana y caribeña, nos conocimos mientras cursamos estudios de posgrado en esa área. Y en ese marco, cada una tiene su propia trayectoria de lectura, así que rápidamente pusimos sobre la mesa nombres y títulos de diferentes procedencias: Argentina, Colombia, Haití, República Dominicana. Nos interesa ese desafío, que esa colección llegue a ser representativa de lo más interesante del panorama literario regional.
MY: “Contemporánea” es la colección con menos pies forzados, capaz de contener un abanico muy amplio de voces literarias vivas. Y claro, si tú organizaras un mapa de la colección revela esa amplitud de procedencias. Pero eso no responde a cuoteos, nos interesa expandir fronteras de diverso orden, y quizás tomarnos en serio la importancia de publicar literaturas que resistan al peligro de las historias únicas. Y eso implica un riesgo desde el punto de vista editorial: publicar a escritoras y escritores que no son masivamente conocidos en nuestro país y, por tanto, la lectoría de esas escrituras todavía está en formación. La literatura caribeña es un ejemplo de eso.
—“Destinos cruzados”, otra de sus colecciones, contiene crónicas sobre ciudades pero con la particularidad de estar escritas a dos voces. ¿Qué persiguen con eso, marcar un contrapunto?
MY: “Destinos cruzados” toma lo mejor de la crónica de viajes, pero fuera del imaginario turístico. En esta colección continuamos la posta que nos legó Brutas editoras, también una editorial de mujeres y que nos fascinó desde un comienzo por su sensibilidad hacia otros mapas narrativos que esperamos continuar. El contrapunto de dos voces permite disputar los sentidos únicos en que se puede recorrer y narrar una ciudad. Las ciudades emblemáticas están plagadas de clichés y sentidos comunes. En estas crónicas se recorre de otra manera. Los mapas que Andrea incorpora al interior de los libros refuerzan esa idea. En algunos casos, son parte de la memoria de la ciudad, pero también su propia utopía, como en Chile [golpeado].
LF: En los libros de “Destinos cruzados” siempre existe una relación entre las dos crónicas que componen cada título. En ese sentido, el contrapunto es una relación posible, pero no la única. La continuidad de la colección en realidad es la pregunta por cómo se vive y se cuenta un lugar que no es el propio. Por ejemplo, en Chile [golpeado] los textos de María Moreno y Yuri Herrera recorren en conjunto desde la Unidad Popular hasta los movimientos estudiantiles de 2011, y lo hacen desde la mirada de un narrador extranjero que desnaturaliza nuestra cultura y nuestra sociedad. En cambio, en Bogotana[mente], la crónica de Alejandra Costamagna nos cuenta su primer encuentro con Bogotá, mientras que Slavko Zupcic habla de esa ciudad que imaginó y deseo por muchos años antes de conocerla. Y las crónicas de Sylvia Molloy y Enrique Vila-Matas, en [Escribir] París, tienen en común el lugar central de esa ciudad en sus biografías literarias, una ciudad de aprendizaje y un escenario iniciático en sus escrituras.
—Rosa Luxemburgo y Olympe de Gouges son algunas de las voces publicadas en “Perdita”. ¿Tienen a otras en mente? ¿Qué les interesa de estas mujeres adelantadas a sus tiempos? ¿Y cómo las eligen?
MY: La colección “Perdita” surge de una intuición política: la necesidad de hacer dialogar obras escritas por mujeres del pasado con escritoras contemporáneas, revisar genealogías, pensar otras posibilidades para un canon en constante construcción y en disputa. Habrá nombres muy conocidos y otros completamente desconocidos en la colección. Alice Guy, próxima autora en esta colección, es de los casos más representativos de las consecuencias que ha tenido la constitución masculinista del canon, en este caso, el cinematográfico. Vienen libros muy estimulantes en ese sentido. Correspondencias de Virginia Woolf con Vita Sackville-West; Eleanor Marx, heredera intelectual de Marx, figura imprescindible del internacionalismo feminista y brillante traductora literaria, de Ibsen y Flaubert. Y en esto también existe una vocación documental, de archivo e investigación que desarrollamos en equipo, junto a los traductores (por ejemplo, con Ángelo Narváez y Pablo Fante), y Harol Bustos, quien hace un bellísimo trabajo de diseño con tipografías de la época para las portadas.
LF: ¡Tenemos muchas en mente! Esa colección es una cantera, cada investigación y cada título nos conduce a otras mujeres apasionantes. Nos interesa principalmente rescatar la obra de escritoras, artistas, intelectuales, creadoras que pese a la calidad de su escritura, a la agudeza de su pensamiento o a su lugar pionero en el desarrollo del arte, de la política o del pensamiento, han sido invisibilizadas, como sucedió con la revolucionaria francesa Olympe de Gouges. También, nos interesa explorar en aspectos desconocidos de la vida y obra de mujeres fundamentales, como lo hicimos con la traducción y publicación de las cartas de amor de Rosa Luxemburgo, y como lo haremos con próximos títulos de Virginia Woolf y Julieta Kirkwood.
“A los proyectos editoriales que admiro los mueve una voracidad intelectual”
—Lorena, además de publicar autores, investigaste sobre políticas editoriales e industria cultural, y trabajaste en editoriales como Estruendomudo y Anagrama, ¿cómo se relaciona toda esa experiencia con tu función de directora editorial en Banda Propia?
LF: En que esas experiencias han sido tremendos aprendizajes. ¡Muchos y difíciles de resumir! En Estruendomudo aprendí los desafíos de un proyecto editorial independiente. Las investigaciones me han permitido contar con una perspectiva más completa de la industria editorial nacional, en Santiago y en regiones, y aproximarme a lo que sucede en otros países. Es interesante conocer la historia de la edición para entender cómo se organiza el campo editorial contemporáneo y las funciones que puede asumir el Estado en diferentes contextos. Y en Anagrama, donde trabajo actualmente, he podido ver el cuidado con que trabajan la publicación y circulación de cada libro. Me provee además de muchas lecturas, su catálogo es un panorama literario inmenso y seleccionado de narrativas hispánicas e internacionales.
—María, en tu caso te especializas en pensamiento caribeño contemporáneo, teoría crítica latinoamericana y eres académica, ¿cómo se relaciona toda esa experiencia con tu función en Banda Propia?
MY: Hace un tiempo que no hago clases, pero sigo investigando. Mi inquietud por ampliar los mapas regionales, mis lecturas, mis preocupaciones políticas vienen de ahí. La edición es un oficio que implica la formación de un punto de vista crítico en un amplio sentido. Tienes que releer clásicos, leer lo contemporáneo, hacer dialogar lenguajes, actualizar viejos problemas con nuevas preguntas. La docencia y la investigación son un entrenamiento en ese sentido.
—¿Qué es la directora de una editorial, una escritora frustrada o una lectora voraz?
LF: Leer es lo más importante para dirigir una editorial. Hay muchos editores que también son escritores, pero no es nuestro caso.
MY: Lectura y escritura nunca han sido actividades disociadas y en este punto de la cadena todo editor no puede sino ser un lector voraz. Editoriales hay de todos los tipos y combinaciones, por cierto. También hay escritores que son muy buenos editores. A los proyectos editoriales que admiro los mueve una voracidad intelectual. Tiendo a creer que la frustración no te puede llevar a nada, menos a armar un catálogo que llegue a más y nuevos lectores porque editar a contrapelo a veces incluso puede ser un acto suicida. Pienso en Edmond Charlot, el primer editor de Camus en Argelia, que publicó a pesar de la guerra, a pesar de que escaseaba el papel y la tinta, una historia maravillosamente narrada por Kaouther Adami. Todo ese arrojo tiene que ver más con el deseo que con la frustración.
“Más que cancelar a Tolstói, hay que leer a Sofia Tolstaia”
—¿Es un síntoma de salud editorial o una metástasis del tejido literario chileno el que haya más editoriales independientes? ¿Cómo lo ven ustedes?
MY: Me parece que el florecimiento exponencial de editoriales independientes en Chile, ya no puede pensarse como una respuesta/reflejo de un tejido literario chileno en singular. Me parecería que estaríamos reduciendo la envergadura y diversidad de motivaciones detrás de todo eso, su diversidad, la capacidad de hacer un contrapeso y constituirse como un eslabón relevante de nuestro espacio público e intelectual contemporáneo. Hay proyectos editoriales fascinantes en Chile, cada vez más traducciones locales, se publican más mujeres y escrituras que antes no podrían haber ingresado a las librerías para llegar a sus lectores. Pensar la diversidad y heterogeneidad como una enfermedad puede ser un riesgo conservador y autoritario.
LF: La eclosión de sellos editoriales pequeños y medianos en los últimos años, que sucedió tanto en Chile como muchos otros países de la región, fue una respuesta crítica al agotamiento de una forma de organización de la cultura, cuyas tendencias dominantes desde los años noventa fueron la transnacionalización y la concentración de la propiedad. En ese sentido es un síntoma de salud y hay que celebrar la diversidad de proyectos editoriales y de escrituras que se colocan en circulación.
—Al momento de publicar, ¿es importante saber lo que piensa un escritor, cuál es su actitud política o vital?
LF: Creo que las obras es posible valorarlas independiente de las posturas políticas y vitales de sus autores, pero la decisión de publicar significa hacer acceder un texto y un autor a la existencia pública, y tiene que hacerse con plena conciencia de que se coloca en circulación y se promociona no solo esa obra, sino que también la figura de su autora o autor, sobre todo cuando son contemporáneos, y con eso sus imágenes de la sociedad, la política, el arte y la cultura.
MY: Todavía no nos hemos enfrentado internamente a ese problema, pero puedo especular que, estemos en acuerdo o en desacuerdo con ideas o posiciones políticas de los autores, no transaríamos la calidad literaria de una obra. Eso es lo primero. Lo segundo, es que a estas alturas del 2020 no me siento amiga de la cultura de la cancelación, expresión de un giro punitivista que ha tenido lugar en el último tiempo. Una obra se debate, se procesa socialmente desde los conflictos que anuda, ese es el rol y la virtud de la crítica. Lo mismo respecto del canon pasado (se olvida muchas veces cuántos femicidas potenciales, encubiertos o declarados tenemos en el canon). La limpieza de la biblioteca no soluciona esos conflictos. Más que cancelar a Tolstói, hay que leer a Sofia Tolstaia.
“Funcionamos por gusto e intuición”
—¿Cuáles son los libros de la editorial que más se venden?
LF: La colección “Perdita”, en la que rescatamos la obra de mujeres intelectuales o creadoras, prologadas por escritoras contemporáneas, en general primeras traducciones de materiales inéditos, ha causado mucho interés en los lectores. Dime cuándo vienes, de Rosa Luxemburgo, por ejemplo, ha sido un éxito para nosotras. En la colección “Contemporánea” publicamos autoras y autores que no tienen ediciones locales, como Rita Indiana, Juan Cárdenas, Luciano Lamberti y Edwidge Danticat, por lo que trabajamos para crear esos nichos de lectura. Todos ellos han tenido una buena recepción y son libros que vivirán mucho tiempo, encontrarán cada vez más lectores.
MY: Dime cuándo vienes, de Rosa Luxemburgo ha sido el más vendido probablemente por el peso intelectual y político de ella, y porque la traducción de sus correspondencias amorosas son una entrada apasionante y conmovedora a su vida privada. Pero todos los libros de Banda Propia tienen sus propios ritmos. Por ejemplo, Crear en peligro de Edwidge Danticat, comenzó muy lento, pero ha ido creciendo muchísimo con el tiempo porque ella es una escritora brillante, sus crónicas son conmovedoras sobre la historia de Haití contemporánea y su diáspora. Que el ritmo de entrada de un libro sea lento no nos desmotiva. Al contrario, estamos ya trabajando en la traducción de su última novela, junto a sus traductores Lucia Stecher y Thomas Rothe.
—Imagino que detrás de la elección de un libro hay muchos otros que no se escogen. ¿Cómo funciona su radar? ¿Hacen encargos, buscan rescatar?
MY: Funciona en el precario equilibrio que puedes armar entre los proyectos que te interesan y las posibilidades reales que tienes de publicar en el marco de un año. Hasta ahora hemos publicado proyectos que se nos han ocurrido o que nos han presentado directamente pensando en nuestro catálogo. No hacemos encargos.
LF: Funcionamos en buena medida por gusto e intuición, que es una de las posibilidades que ofrece tener una editorial independiente y lo maravilloso de un proyecto personal: cuando un libro nos gusta, un proyecto nos entusiasma, lo conversamos y nos ponemos manos a la obra. Confiamos en que esos libros que nos gustan le interesarán a los lectores, y nos esforzamos para que así sea trabajando con cuidado la edición y el diseño. No hacemos encargos, pero tenemos amigos, traductores, autores que han aportado ideas y sugerencias para el catálogo. Una editorial también es eso, un centro donde convergen distintas ideas, y que entre todas ellas selecciona qué publicar.
—¿Se arrepienten de haber cortado a alguno?
MY: Hasta el momento no hemos cortado libros, sí hemos retrasado o postergado algunos por diferentes motivos. Personalmente me pesa no lograr publicar todavía La poética de la relación de Édouard Glissant, ya traducido por el poeta Claudio Gaete Briones. Esa traducción que está ahí esperando por años, y espero pueda integrarse prontamente.
LF: No hemos tenido oportunidad de arrepentirnos aún, llevamos todavía poco tiempo para eso. Pero sí hemos rechazado manuscritos, y el tiempo nos dirá si nos equivocamos o no.
“Estamos buscando autores y autoras inéditas chilenas para publicar”
—¿Banda Propia recibe manuscritos? ¿Cómo se llevan con los autores jóvenes o inéditos?
MY: Sí, recibimos manuscritos, pero nos gustaría poder leer muchos más. Tenemos pendiente una convocatoria que esperamos abrir durante el verano que son los meses en que podemos sentarnos a leer.
LF: Sí, recibimos, aunque nos cuesta encontrar el tiempo para leerlos todos. Estamos buscando autores y autoras inéditas chilenas para publicar el próximo año. Integraremos también a la colección de narrativa contemporánea a escritores nacionales que ya tienen recorrido.
—¿Qué libros preparan para los próximos meses?
LF: En los primeros meses de 2021 publicaremos, en la colección “Perdita”, la primera traducción al español de las Memorias de la cineasta francesa Alice Guy, que tuvo un lugar fundamental en la historia del cine, precursora en comprender el potencial de esa nueva forma de registro para el arte, en un momento en que el cine era solo documental. También una selección de textos de Julieta Kirkwood, que contiene materiales inéditos. En la colección “Contemporánea” el próximo año se iniciará con Los estratos, novela de Juan Cárdenas, una edición que estamos preparando en conjunto con Montacerdos; la traducción de Claire of the Sea Light, novela de Edwidge Danticat; y una selección de cuentos del narrador chileno Luis López-Aliaga.