No solo es un género musical parido en Memphis y sobre todo Atlanta, Estados Unidos; el trap, según el relato de algunos de sus cultores, es un estilo de vida.
“Es una forma de salir adelante a pesar de los obstáculos. Y de la manera que sea”, advierte el investigador Ignacio Molina en el prólogo de la edición aumentada de Historia del trap en Chile (2020, Alquimia Ediciones).
Si le preguntan a Ignacio Molina por el origen del trap en Chile, él, un caluroso martes de enero al otro lado de la línea, dirá que se sitúa en el difuso límite de Puente Alto y La Florida.
—De allá irrumpen, cerca del 2005, artistas como Marlon Breeze, DineroZucio (actualmente llamado Alucinati), C.A.S.O y Criz Gomez, por nombrar algunos, que empezarían a colaborar entre sí y a la vez armar sus propias propuestas, tanto de música como videos —señala.
En el primer capítulo de la nueva edición del libro (“Líquido Rosado”), ellos recuerdan de forma divertida —y a veces nostálgica— esos primeros años, desde cómo los raperos los discriminaban por cómo se vestían a la forma en que tenían que buscárselas para vivir.
—Pero también hay otra zona igual de importante, la del barrio Franklin —explica el autor.
Allá surgen cantantes y productores, como Gato Plomo y Pablo Gho (Tonzilla3000), “que no solo hacen música, sino que arman de cero un estudio, tal vez el primero de este género, llamado Cuarto Piso”, dice el autor del libro.
Según Molina, “algo esperanzador de todo esto es que Pablo Gho creó Cuarto Piso junto al Gato Plomo y actualmente trabaja, hace más de diez años ya, en Quad Studios, Nueva York”, el mismo lugar donde se han grabado discos de raperos como Notorious BIG, 2Pac y Kendrick Lamar.
—Aparte de los bajos profundos y prominentes, los hi hats agitados y la caja de ritmos Roland TR-808 —tres señas de reconocimiento del trap de Atlanta—, ¿qué caracteriza al chileno?
—Hay un grupo de cantantes —para qué nombrarlos, pero son los más estrictos, los más odiosos, los más boomer— que no entienden que la gracia del trap chileno es la libertad y variedad que manifiesta. Mi visión como periodista y oyente —espero— no es la visión estricta que tienen ellos, que de alguna forma son los verdaderamente certificados para hablar de esto. Pero, personalmente, como investigador, lo que entiendo como música trap actualmente en Chile destaca por esa libertad de enredarse con otros géneros. Incluso podría decir que ahora estamos ante un post trap: un nuevo estilo que tiene que ver más con ciertos ritmos, ciertas músicas, que con la letra y la estética callejera de donde esto viene: Memphis, Atlanta, Chicago. Porque —no está demás decir—en este país nadie inventó nada: solo adoptaron una forma de vida y un estilo forjado en el sur de Estados Unidos, vinculado a las trap houses, al tráfico, a las strippers, al rap hecho en home studios.
“Ahí está la gracia”, señala Ignacio Molina, “en esa adaptación, el trap chileno rescata todos los códigos de la calle, desde su lenguaje, las vivencias que relata, los sueños y frustraciones de jóvenes que crecieron en sectores de riesgo. Y a la vez le incorporaron la picardía, la sazón de otros ritmos, hasta formar algo único, en que conviven artistas tan diferentes, como Pablo Chill-E y Gianluca o como Young Darhi y Ceaese”.
—Lo que caracteriza al trap chileno —asegura— es la diversidad y ramificación. Hay trap para todos los gustos. Para el romantiqueo [lee acá un glosario del trap], como Nascar, o para el malianteo, como Finesse Jugg. Y todos son de la misma familia. Incluso: hasta tienen temas juntos.
—Musicalmente, ¿hay otros instrumentos en el trap o es puro software?
—Los últimos años han irrumpido artistas como Gremlin Shawty, Tclix, The Lvst, Chesterminajj, Donttt o Killua97, por nombrar algunos, que incorporan guitarras sampleadas en sus canciones. Parte de estos se relacionan con un subgénero un tanto melancólico, depresivo a decir verdad, al que algunos llaman emo digital chileno. Es una suerte de escena virtual, cuyo centro de operaciones es SoundCloud, donde conviven el pop punk, el emo y el trap, sobre todo en su vertiente plugg. Pero estilo David Shawty, más suave, no jugg, no dura.
“En la nueva edición del libro quise incorporar algunas de estas propuestas, pero como es algo que está pasando ahora, muy al día, todavía no existe un distanciamiento para apreciar el impacto de lo que ellos están construyendo, completamente paralelo a la escena más dura, donde se ubican Nación Triizy y Pablo Chill-E, o la escena más pop, con DrefQuila o Kidd Tetoon. En el podcast Microtráfico hicieron un especial en Instagram y Spotify muy recomendado sobre esta escena: La primavera de las lágrimas”.
—¿Cuál es el gran hito del trap chileno?
—Yo diría que la creación de la Trap House, ubicada en Matta, por parte de DJ Weyser (actualmente Carlitos Wey). Weyser adaptó los after que hacía el C.A.S.O, pero los empezó a hacer en una casona de Franklin, en una casa que ocupó a la mala y que antes estaba tomada por pasteros. Ahí se hacían las fiestas, se armaban los featurings, se armaba escena. En palabras de Weyser: “La Trap House es la cuna del trap chileno. Ahí nace la generación que hoy está sonando y ganando más monedas o están firmados con sellos. La segunda generación del trap chileno”. Y se refiere a la generación del Young Cister, del Pablo Chill-E, de la Finesse Jugg, de los Yao Skuad, de Kid Poison, de tantos más que han marcado a varios.
—Así como el rock psicodélico se relaciona con el LSD o el reggae tiene un vínculo con la marihuana, el trap tiene fama de ser amigo de los jarabes para la tos y la codeína. ¿Qué tan real es eso?
—Esto es bueno y malo. Los géneros musicales suelen estar vinculados a alguna droga. Los reggaetoneros se meten pelcos (percocet) y se pegan saques; los grunge se pinchaban con heroína; los electrónicos, éxtasis; y algunos cantantes de trap se meten pastillas de Alprazolam o Clonazepam en la boca como si fueran caramelos. Es cierto que las benzodiacepinas están vinculadas al trap, a la propuesta más depresiva del trap, y tiene que ver con los tiempos y los lugares en que han crecido estos jóvenes: donde muchas veces el futuro —y el presente— asoman como algo desolador. Es cierto que también hay harta impostura, cuenteo, pero como siempre ha ocurrido. Pasa en el trap y pasó en el punk en el rap y así.
“Y la codeína —y por eso esto es bueno y malo— ya es algo icónico. El lean, que al menos en Chile es la mezcla de codeína pura (o jarabe con estrellita roja) con hielos y Sprite, es parte de la cultura de este movimiento. Aparece en canciones, en fiestas, en videos, en logos de sellos, de ropa. Un dato: el color del lomo y la contratapa del libro están basados en el púrpura de un tipo de codeína mezclada con Sprite. Todo es culpa de A$AP Rocky, de Juicy J, de Lil Wayne, de Future, que llevaron el lean a lo pop. Y, al ponerse estrictos, de DJ Screw, un pionero del sonido trap, que murió por una sobredosis de codeína. Screw, que era de Houston, creó un sonido que se conoce como chopped and screwed, donde se ralentizan los ritmos y las voces, algo que podemos escuchar en producciones desde Three 6 Mafia a Travis Scott. El efecto opiáceo de la codeína, que genera una percepción del espacio tiempo en slow motion, en cámara lenta, pega con estos sonidos. Por eso han ido de la mano. Para saber más—y a la vez tener respeto de sus efectos adversos— es recomendable ver la serie documental Hip-Hop Evolution, disponible en Netflix”.
—¿Qué posición en el mapa de la escena trap ocupan estos nodos creativos llamados Shishigang, Drip World y BrokeBoyz?
—Shishigang, Drip World y Brokeboisgang —en vez que BrokeBoyz, que vino después— son tres comunidades que se crearon para potenciar la música de los nuevos talentos chilenos, de barrio, de calle, vinculados al trap y también al R&B o al reggaetón, aunque los géneros dan lo mismo.
“ShishiGang —dice el animador de fiestas Firebo1, en el glosario del libro— es el movimiento musical y social nacido en Puente Alto, creado por Pablo Chill-E y VH, en 2014-2015, para cantar sobre lo que pasa en las calles, inspirados en el trap gringo, pero con la actitud y el palabreo de las poblaciones chilenas. Los primeros en unirse —según contaron ellos mismos en el libro— fueron Cristian Lleflight, Savage Anyelito (actualmente Shisosaloud), Julianno Sosa, Drago y Young J Star; que antes se llamaban Shile Clique. Con el tiempo se unieron ShishiBoy Uzi (encargado de los covers), Papi Joseo, BlackRoy, Xander y así, hasta ir formando una familia y un colectivo de artistas. Algunos quedan, otros se han ido, a otros los han expulsado. Lo importante: el aporte que han hecho a la escena, con sus canciones y videos, fue fundamental para todo lo que pasó después”.
“Drip World es otra crew del trap, fundada por Big Angelo, Young Cister y los Yao Skuad (Benja y Julito), en 2016. Ellos quisieron armar una plataforma un poco más ordenada en YouTube, inspirada en lo que hacían los A$AP Mob, donde se difunden los singles y videos de todos los artistas que eran parte de este piño y también los cruces entre ellos. Desde Drip World se dieron a conocer artistas como Kid Poison, el dúo Finesse Jugg y los mismos Big Angelo, Young Cister y Yao Skuad. En el libro hay un capítulo extenso —que se titula ‘Double Cup’— donde se cuenta parte de su historia, sus aportes, las primeras fiestas que hicieron y los motivos por los que algunos integrantes terminaron saliendo, de buena o mala manera. Ahora, personalmente, para mí Drip World es Big Angelo. Es el A$AP Yams del piño: el que tiene la oreja y la visión para darle la mano a los que están empezando y que tienen un talento digno de destacar. El trap chileno le debe mucho a Big Angelo. Y estoy seguro que pronto llegará su momento. Se lo merece”.
“Brokeboisgang, por otro lado, es el movimiento que surge desde San Bernardo, el 2017, creado por el cantante y beatmaker Brokeboirichie e inspirado en un comienzo en el sonido plugg que estaba haciendo el productor MexikoDro y el cantante Playboi Carti. Su nombre, de hecho, viene del tema ‘BrokeBoi’, de Carti. Lo que pasó —según me contaron en el reporteo del libro— fue que Polimá Westcoast después tomó este nombre y concepto y creó Brokeboyz, junto a Young Cister y ElAmbidieztro y otros más. La nueva edición del libro trae dos capítulos dedicados a Brokeboisgang y artistas cercanos —'Broke Boi’ y ‘XD’— en que hablan artistas con propuestas frescas, originales, como Tclix y Naxowo”.
—En medio de la explosión del nuevo pop chileno, el productor Cristián Heyne dijo que en Chile no había industria musical sino una artesanía muy bien hecha. ¿Qué pasa con la escena del trap?
—Al igual que pasó con la escena anterior, del rap de Puente Alto y La Florida, todo es hecho en home studios: FL Studio. Son artistas que incluso a veces se graban y mezclan ellos mismos para después subir su música a las plataformas y a la vez promocionarla, sin apoyo de prensa especializada, menos de sellos. Las fotos y los videos suelen ser canjes, los festivales —cuando habían— organizados por crews o simplemente tocatas con actitud punk, como los Traketeos o los eventos de la Trap House de Matta. Pero en esa precariedad está el triunfo de estos jóvenes que han podido sacar una escena adelante ellos mismos.
—A través de los medios uno más o menos se entera de nombres como Harry Nach, el productor Taiko, Paloma Mami o Pablo Chill-E, ¿a quiénes más habría que prestar atención?
—Una agrupación como Nación Triizy y un productor como Pablo Gho siempre merecen atención. Además de ser pioneros, influyentes en gran parte de los que vinieron después —y ellos así lo reconocen—, los Nación Triizy tuvieron un 2020 completamente activo, con varios cruces atractivos (Ceaese, DrefQuila, Yao Skuad, Fusok , Chocolate Blanco, Malito Malozo, Keysel, Rehm, Trucone, Xander), un disco (Internashonale), producido entre Nueva York y Santiago, junto a Pablo Gho, uno de los talentos más subvalorados de esta escena: un productor que estuvo en el comienzo de esto, cuando las maquetas se grababan en el estudio Cuarto Piso, de Gato Plomo, en Santiago, y todavía no aparecían ni los Pablo Chill-E ni los Polimá Westcoast.
“Dentro de las propuestas más actuales, por decirlo de alguna manera, es la de Killua97 y sus productores Alvi (by.jsnck) y Laro (lvreaux). Killua es un joven de La Pintana que rompió con todos los estereotipos del trap —pero es que todos— y de paso dejó desfasados a un montón de cantantes que siguen pegados con el trap estricto. Killua, además, ha sabido vincularse con los memes, con las páginas de memes como MalayasPosting, para acercar su persona a sus auditores: lo que ves es lo que es. Eso traté de registrar en dos capítulos de la nueva edición digital de Historia del trap en Chile: ‘In the air’ y ‘Un salúo pa’ MalayasPosting’. En Killua no hay personaje, no hay película, y eso es algo que muchos agradecen en una escena colmada por matones de Instagram, pistolitas de juguete y cantantes hablando como shoro y tirando beef por redes. Lo digo por experiencia propia y porque lo veo seguido”.
“Pero bueno. De forma más personal, me gustaría recomendar a un artista de Curicó, que se llama Naxowo, un joven de 17 años que hace beats, canta, mezcla y que es sindicado por artistas actuales como un verdadero genio. Un joven sin límites. Su sonido podría estar vinculado al cloud rap, pero también es experimental, cercano al hyperpop. Así que ojalá puedan darle play a sus mixtapes H2RR2R y H0RR0R, disponibles en SoundCloud y Spotify, ya que es de lo más novedoso actualmente”.
“Otro, en una propuesta cercana, pero más cercana al emo digital, es Helabroke. La síntesis de emo, pop y post trap de Helabroke es tan potente que solo falta que un productor del mainstream lo descubra y lo tire pa’ arriba. Y se trata también de otro joven, creo que de 15 o 16 años, también de región: Helabroke es de Coquimbo. Y eso es lo atractivo de esto: el trap chileno actualmente está esparcido en todo el mapa. Antofagasta, Iquique, Vallenar, Coquimbo, Viña del Mar, Santiago, Curicó, Chillán. Y crece y crece. Nunca había presenciado una escena musical tan expansiva y talentosa”.