Kent Nagano (Berkeley, California, 1951) es uno de los directores de orquesta más importantes de la actualidad. Desde 2016 es director de la Ópera Estatal de Hamburgo, y antes lo fue de las Óperas de Lyon y Bávara. A las 17.00 h de hoy, volverá a encontrarse con el público chileno, en un conversatorio gratuito del III Festival de Portillo, que organiza Alejandra Urrutia, en portillofestival.com.

El director estadounidense de origen japonés actuó dos veces en el Teatro CorpArtes: en septiembre de 2016, con la Filarmónica de Hamburgo, y en octubre de 2019 con la Sinfónica de Montreal. Por eso, en entrevista telefónica con La Tercera, pregunta qué ha pasado después del estallido social. También, si en Chile se ha seguido haciendo música clásica en pandemia.

¿Cómo ha visto el rol de la música clásica en la pandemia?

En Alemania, Estados Unidos, Canadá, Francia y Austria estuvimos tocando en vivo hasta mediados de noviembre, y todos nuestros conciertos se agotaron de inmediato. Cuando debimos cerrar nuestras puertas al público, continuamos tocando, pero a través de transmisiones por televisión y el público que siguió a la orquesta era enorme. Y no sólo nosotros, hay muchos conciertos en televisión e internet, y mucha gente los está escuchando. Para mí, esta es una señal clara de que las personas están realmente hambrientas de música clásica, y es fascinante.

Cuenta que en el Festival de Portillo se referirá a “aspectos musicales críticos para la gente joven que debemos observar para que la música clásica avance y florezca en el siglo XXI”. Para él, lo esencial es tratar a las audiencias con respeto, sin transar ni en calidad ni en sofisticación artística, incorporando nuevas obras, lejos de la condescendencia y el status quo. Por eso mismo Nagano siempre comisiona y estrena obras de compositores vivos.

Usted trabajó con Olivier Messiaen y estudió con Leonard Bernstein y Pierre Boulez, tres de los mayores genios musicales del siglo XX. ¿Tenían algo en común?

Sí. Primero que todo, fueron capaces de encontrar una voz propia, personal y única. Su propia estética. Esto no es tan fácil. Yo mismo estudié por muchísimos años composición, pero nunca encontré mi propia voz. Podría decir que hice obras bastante eficientes, mis composiciones eran correctas y me saqué buenas notas (ríe). Pero, siendo honesto, no eran suficientemente originales.

En segundo lugar, indica, “todos ellos tuvieron una muy buena formación como compositores. No improvisaban ni tomaban atajos, sino que estudiaron muy seriamente y por muchos años las técnicas y la estructura de la composición. En tercer lugar, tenían un enorme conocimiento del repertorio del pasado, y no intentaron hacer un quiebre, sino que escribieron música que continúa una tradición. Por eso es que sus composiciones se han convertido en parte de nuestro repertorio; y se tocan frecuentemente”.

La Ópera Estatal de Hamburgo es la ópera pública más antigua del mundo; fue creada en 1678 y no para una corte, sino para los ciudadanos. ¿Cuán importante es que el Estado invierta en cultura?

La cultura representa el conocimiento humano, valores, creencias, moral y objetivos que compartimos en una sociedad. Las artes reflejan esta cultura y son la base de una identidad colectiva única. Por eso es importante que el Estado invierta en su cultura. Una sociedad con una fuerte identidad profundiza su coherencia y la calidad de vida que disfruta.

Wagner histórico

Hace cuatro años, Kent Nagano inició uno de sus proyectos más ambiciosos, junto a la célebre orquesta Concerto Köln: volver a dirigir la tetralogía del Anillo de los Nibelungos, de Richard Wagner en Bayreuth, pero con criterios históricos, no a la romántica, como siempre se hace. “Gracias al movimiento de música antigua que se ha desarrollado desde los años 70, hoy tenemos nuevas perspectivas que nos ayudan a entender qué estaban tratando de comunicar los compositores”, apunta.

En octubre de 2019, Kent Nagano se presentó en CorpArtes con la Sinfónica de Montreal.

Esta mirada históricamente informada nunca se ha aplicado, hasta ahora, a Wagner. “Esta es la primera vez que se realizan investigaciones científicas para tener un contexto que nos permita comprender su mundo, qué esperaba Wagner, qué sonidos imaginaba y cuál era su ideal. Por ejemplo, qué tipo de voces estaba buscando, ¿eran realmente las voces que vemos hoy en los teatros del mundo, o buscaba otra cosa?”.

Nagano aclara que “no sólo estamos estudiando manuscritos musicales, sino también pinturas de la época de Wagner para ver la posición de la mano en el violín y la digitación. Y esta investigación histórica la estamos poniendo también en práctica, tocando”, explica.

“La primera performance del Anillo será el próximo año, con El Oro del Rhin”, cuenta Nagano. Seguirán cada temporada con una ópera de la tetralogía: La Valquiria, Sigfrido y El ocaso de los Dioses.

En el ámbito discográfico, el director acaba de sumar a sus más de 110 discos dos nuevas producciones con la Sinfónica de Montreal, orquesta de la que fue titular entre 2006 y 2020. El sello BIS publicó una grabación en vivo de 2018 de la Pasión según san Lucas de Krzysztof Penderecki, que tocaron en el Festival de Salzburgo 2018, cuando cumplió 85 años el compositor polaco fallecido en marzo pasado.

“Trabajamos juntos varias veces con Penderecki y siempre lo admiré como compositor. Recuerdo el estreno de la Pasión según san Lucas, en los años 60; cuando mis padres volvieron del concierto, mi madre estaba furiosa”, ríe.

“No podía entender en absoluto su música y decía ‘¿Qué está pasando con la música clásica contemporánea? ¡No entiendo nada!’”, agrega. “Pero en 2021 la Pasión según san Lucas es una de las grandes obras del repertorio clásico. Es fascinante ver que en sólo 50 años una pieza puede pasar de ser un enfant terrible, radical y difícil de entender, a un tesoro artístico del repertorio ‘normal’”.

El otro disco, con el sello Analekta, es de obras para violín y orquesta de Alberto Ginastera, Leonard Bernstein y Samy Moussa. “He sido un gran admirador de Alberto Ginastera. Para mí, siempre fue uno de los compositores americanos más influyentes, y ahora que tenemos la perspectiva del tiempo vemos que muchas de sus piezas están ingresando al repertorio estándar. ¡Es un genio! Pero una de las piezas que hasta ahora no ha sido realmente apreciada es su Concierto para violín, que considero una obra maestra”, explica.

Ello se debe, indica, a que la obra del argentino es muy virtuosa para el solista y para la orquesta, por lo cual se requiere no sólo talento y un alto nivel técnico, sino también el tiempo necesario. El solista de violín, Andrew Wang, por ejemplo, la estudió por más de un año. “Lo mismo sucede con la orquesta, si no se ensaya correctamente, suena como música moderna ruidosa. Pero si se hace bien se exhibe el genio melódico de Ginastera, y puedes sentir la calidez y el romanticismo latinoamericano que emana”.