La música en vivo se resigna al cierre
Si bien esta semana la autoridad flexibilizó la normativa para salas y teatros, con el fin de reactivar la actividad cultural, en locales emblemáticos de los conciertos de la capital no ven factible reabrir sus puertas en lo inmediato.
Están los que llevaron toda su programación al streaming. Algunos, para no quebrar, optaron por reinventarse, cambiar de giro o convertirse de la noche a la mañana en restoranes. Otros simplemente llevan diez meses con sus puertas cerradas y sin posibilidad de reabrir en lo inmediato.
Son las diversas realidades que hoy viven algunos de los más emblemáticos recintos dedicados a la música en vivo en Santiago, aquellas salas pequeñas y medianas que durante los últimos años -o décadas- han sostenido la cartelera de conciertos en la capital con actividad semanal y recitales de grupos chilenos y extranjeros. Los mismos que hoy se declaran entre los más afectados por la pandemia, las restricciones sanitarias y el toque de queda que rige desde las 22.00 horas.
Ante esta realidad, el martes pasado el Ministerio de las Culturas anunció una serie de cambios al plan Paso a paso que buscan, precisamente, flexibilizar algunas de esas restricciones para teatros y salas dedicadas a los espectáculos.
“Una buena noticia para la reactivación del sector cultural”, aseguró la ministra Consuelo Valdés sobre el nuevo instructivo, que permitirá a estos locales recibir público desde las fases 2 y 3, aumentar los aforos máximos permitidos para cada etapa (75 y 150 asistentes como tope en recintos cerrados en fase 3 y 4, respectivamente) e incluso vender comida bajo ciertas condiciones, entre otros puntos. Y aunque el anuncio incluyó específicamente a las salas de conciertos, en su mayoría los propietarios o administradores de este tipo de establecimientos considera que las medidas son insuficientes, inviables desde el punto de vista económico o que derechamente no les permitirán reabrir en el corto plazo.
“Para un local como la Batuta esto no cambia nada”, asegura Rocío Lineros, productora de la popular sala de Ñuñoa que en 2019 cumplió 30 años de funcionamiento. Una historia que se congeló a partir de marzo del año pasado, al menos en cuanto a conciertos. “Abrimos como bar cuando estuvimos en fase 4, hace un par de meses, y tratamos de vender comida que venía preparada pero finalmente la autoridad sanitaria nos cayó encima, nos inició un sumario, ninguna facilidad. Ahora abrimos como bar sólo los jueves y viernes, porque los fines de semana no se puede, y los ingresos son minúsculos”, detalla.
“Yo pienso que (estos cambios) van en la dirección indicada, pero son absolutamente insuficientes, porque esa cantidad de asistentes no te permiten desarrollar ni siquiera el show de una banda mediana. Hay que pagar a la banda, técnicos, catering”, explica Juan Carlos Velásquez, dueño del club Chocolate (Recoleta) y del club Amanda (Vitacura), otros dos recintos de constante actividad en vivo en condiciones normales.
Actualmente Amanda está cerrado, mientras que el local de Bellavista vende comida en formato terraza (de martes a viernes de 13.00 a 21.30 horas), aprovechando el cierre de su calle para automóviles.
“Nosotros estuvimos analizando si se podían hacer conciertos para 75 personas pero las cifras no cuadran, tendrían que ser por amor al arte”, asegura Velásquez, quien cree que antes de hablar de aforos “hay cosas importantes que ver primero, como el toque de queda, ya que el 50% del consumo del día es entre las 21.30 y 23.30”.
“Francamente, tampoco es una ayuda real abrir en esas condiciones”, dice por su parte Ariel Núñez, productor general de la discotheque Blondie, que durante el último año se las ha ingeniado para desarrollar una propuesta online dirigida a su público cautivo. “Estuvimos revisando (los cambios al plan Paso a paso) y la verdad es difícil abrir en esas circunstancias. Eventualmente vamos a estudiar si podemos abrir con público para algún show que además transmitiríamos vía streaming, pero bajo ningún motivo como discotheque propiamente tal”, detalla.
En Matucana 100, recinto cultural de Estación Central que además de música alberga artes escénicas y exposiciones, hay más optimismo en torno a la nueva regulación, aunque con cautela y sin abandonar la programación virtual que vienen presentando. “Vemos positivamente la nueva normativa. Nos permite ser optimistas sobre el retorno del público en nuestras salas; sin embargo, no podemos depender solo de eso”, comenta su director, Cristóbal Gumucio.
“Trabajamos sobre un equilibrio entre lo presencial y lo digital que nos permite asegurar programación y espacio para la creación y entrega de las y los distintos artistas durante el año”, añade.
Según Velásquez, hay una sensación generalizada de desamparo en su gremio. “Teatros, cines y restoranes son considerados por las autoridades, pero estos locales están como en una zona gris. Hoy estamos vendiendo un 8% de lo que vendíamos normalmente al día, y con las medidas actuales, en fase 2 y con toque de queda, no tenemos ninguna posibilidad de llegar vivos hasta septiembre”, afirma.
”Nosotros entendemos que hay una pandemia, no puedes abrir como antes, pero ley pareja no es dura y si la gente puede ir apiñada en el metro o a Fantasilandia pero no a divertirse o a ver a una banda, entonces hay una incoherencia”, reclama Lineros.
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