Norma Monserrat Bustamante Laferte (37) vuelve a veces a los lugares y momentos en que era aquella: como cuando está de paso por Chile y se lanza recorrer la costa viñamarina que circunda el barrio donde creció.
“Ahora he estado mucho en ese lugar y veo el paisaje que tenía vista al mar todo el tiempo y es como ¡wow!: lo encuentro cada vez más bello”, califica precisamente luego de llegar de visita al país a mediados de enero. “Es muy melancólico también. Caminar por toda la costa de Viña era lo que hacía cuando era chica y ahí me acuerdo que componía mis primeras canciones. Buscaba el cliché del romanticismo, de las canciones y todo eso. Me iba buscando que me dejara llevar toda esta furia del mar e iba en ese mood. Entonces, ahora voy a lo mismo cuando vuelvo. Eso no ha cambiado en mí”.
De hecho, pese a protagonizar la historia más increíble de la música nacional en la última década, eso no ha cambiado en ella. A mediados del año pasado, Mon Laferte ya no estaba frente a la ferocidad del litoral chileno, pero sí en su nueva casa en el pueblito mexicano de Tepoztlán resistiendo la monstruosa incertidumbre de la pandemia, cuando decidió inspirarse y componer canciones a través de un ejercicio sólo para valientes: en medio de varias noches de soledad, comenzó a sacar libretas donde había escrito las alegrías y penurias de su pasado más reciente.
“Fue toda una performance, como de psicomagia, porque yo tengo muchas libretitas que voy juntando, y entonces tenía un montón de escritos. Escribo muchos poemas y cosas que quedan ahí. Ya estaba en medio de la pandemia, encerrada y con mucho tiempo libre, entonces empecé a revisar todo y me di cuenta que tenía mucho material y lo pasé a la computadora. Fue como sanador, pero masoquista a la vez, porque aparte les pongo fecha y era como ‘tal día, en tal ciudad’. Eso es bonito porque, como me la pasaba viajando, me acordaba de la ciudad, el clima, por qué había escrito esto, y claro, era un poco masoquista cuando me la estaba pasando mal, pero sanador igual”.
“Y entré en un espacio muy especial. Cuando entro y estoy ahí, soy muy feliz, me pongo muy creativa y muy sensible, y me la pasaba horas y horas sentada con mi guitarrita y en las noches me sacaba mi vinito y sola, con todo el tiempo ahí disponible, como cuando era niña y tenía todo el tiempo para hacer canciones. Me gusta mucho ese modo. Esa es mi manera de escribir canciones”.
Y de esa manera nació “Se me va a quemar el corazón”, su último single, adelanto de su próximo disco, y de título, letra y sonido elocuente para retratar esos textos revelados en esa suerte de autoterapia nocturna. Una ranchera sostenida en apenas una guitarra cuyos acordes parecen sollozar afligidos, pero revitalizada por una interpretación dirigida a otro y que va variando entre el desgarro, el lamento y la rabia según corresponda, todo bajo el manual que la fallecida artista mexicana Chavela Vargas estableció hace décadas.
“Creo que la culpa de todo esto la tiene Chavela”, reafirma Laferte, aunque también se trata de una mirada más propia. Según ha contado, el tema alude a los amores tóxicos –incluyendo a aquellos que ella misma ha vivido- y la normalización de esa agonía sin fin en una pareja.
En el video del sencillo, estrenado esta semana, la chilena está en una arena de toros junto al destacado actor mexicano Tenoch Huerta (”Narcos”). Él es el torero, ella encarna al animal, comienzan el ritual de seguimiento y observación, hasta que sobre el final la cantante le da un puñetazo a su matador y lo tira al piso: si por siglos la Tauromaquia -esa actividad donde un hombre puede dañar y hacer sufrir a otro ser- ha sido considerada normal, el machismo derivado en violencia física y sicológica hasta hace poco también parecía una situación habitual en algunas sociedades. Hasta que, como lo demuestra el registro, se rompe el círculo vicioso.
Esta canción tan cruda la sacas en un contexto tan difícil como el de una pandemia. Hace un tiempo en una entrevista dijiste que no iba contigo eso de “el show debe continuar”: siempre va a ser necesario expresar cómo uno se siente y no camuflarlo. ¿Esto va por ese lado?
Sí, no voy con eso de que el show debe continuar. Es que cuando era chica era muy así y me decía que tenía que ser profesional, seguir y todo, pero al final creo que a mí no me funciona. Incluso siento que no es ser profesional, es como igual estar actuando algo, y eso es muy falso. Yo tengo que transmitir realmente mis canciones, porque aparte las escribo yo, o sea no estoy cantando algo que alguien más escribió. No estoy interpretando la obra de otra persona. Entonces sí es necesario sanarme también.
“También es esta cosa que tenemos que me da mucha rabia. Esta cosa latina de que tenemos que sufrir, que tiene que costar, tiene que ser sacrificado, porque si no te costó, no vale. Entonces es como ‘ella lo pasa mal, pero igual se sube al escenario’, y no. Yo voy a tocar cuando me sienta feliz”.
¿Es una postura más honesta?
Sí, por supuesto. Es algo que he ido aprendiendo con los años. Bueno, también para escribir es lo mismo. Cuando estoy bajoneada no puedo escribir una canción, pero sí puedo escribir lo que siento en una hoja y después, cuando ya estoy bien, puedo ordenar eso y llevarlo a una canción. Verlo con distancia. Pero al estar mal, me cuesta escribir una canción, no se me da cuando estoy muy triste”.
¿Por eso mismo decidiste acercarte a un estilo mucho más íntimo, como el de Chavela Vargas, y dejar la exuberancia musical de tu último disco, “Norma” (2018), donde los referentes eran la salsa o artistas como Celia Cruz?
Me puse a escuchar a Chavela, mucho. Para mí es imposible no caer ahí en su mundo, porque es alucinante su interpretación y con estas composiciones de José Alfredo Jiménez. Me gusta mucho esa forma de la música de la tradición en México, que tiene mucho humor, que es como reírse de la tragedia, de la desgracia, de la muerte. Entonces, me atrapó todo ese mundo y además con pandemia, en soledad. Yo vivo en este pueblito de México, hace más de un año que me mudé de la Ciudad de México, y es como (vivir en) silencio absoluto, como que todos bajamos las revoluciones.
“Yo no estuve tanto el año pasado en redes ni haciendo muchos lives, estuve mucho en este sitio emocional que era súper necesario para mí. Ya había dado mucho para afuera, mucha gira, y necesitaba como mirar para adentro. Entonces también en la música viene un poco así el álbum. Y también la responsabilidad de este sonido la tiene Sebastián Aracena, mi guitarrista, que es chileno, toca magistral y en mi última canción hizo llorar la guitarra”.
¿Te gustaría encaminar tu carrera hacia la música mexicana más tradicional?
No, no sé. A mí las etiquetas de dedicarme a un solo género musical me aburren mucho y siempre en cada álbum intento experimentar y buscar, pero también voy mucho hacia donde me lleva mi corazón. Yo siempre pienso: quiero hacer la música que me gusta escuchar. Eso es lo que hago. Hago lo que me gusta ver, lo que me gusta escuchar. Trato de ir hacia allá. No como Charly, ¿no?, que decía que si quiere escuchar una buena canción, la compone. Yo no (se ríe).
Bueno, estuviste con Charly mano a mano en “Rompan todo”, el documental de Netflix, donde apareces bastante.
Ay, sí. No conozco a Charly personalmente. Hemos estado muchas veces a punto de conocernos, pero tengo miedo de conocerlo.
¿Por qué? Ya está más domesticado. A todo esto ¿te gustó ese documental acerca del rock latino?
Sí. Creo que era muy necesario un documental como ese. Ojalá que salgan más documentales acerca de la historia del rock. También me gustó mucho que terminara con una mirada más actual, se incorpora mucho más la mirada femenina, porque claro, puros hombres. Es como ‘el documental de los hombres’. Me dio mucha nostalgia también, porque yo crecí escuchando a mis favoritos, en mi niñez-adolescencia, que eran Los Tres, Café Tacuba, Aterciopelados y entonces me sentí muy honrada de que me consideraran para hablar sobre el rock en español.
A propósito de su niñez-adolescencia, ¿volvería a vivir en Chile?
Sí, no sé. Como que yo creo que las personas cambiamos mucho, entonces no podría decir. Lo encuentro bello y me encantaría. También de repente soy muy impulsiva, tengo muchos planes y quiero hacer muchas cosas. A lo mejor la vida me trae de regreso en algún momento.