Mira lo que me hiciste hacer: por qué Taylor Swift volvió a grabar sus primeros discos
El anuncio de la cantante de regrabar y lanzar sus seis primeros álbumes, hoy en manos de una compañía privada, es más que una venganza contra su exmánager. Con las nuevas versiones de su obra la artista tendrá el control total de ese material, mientras ya cierra millonarios acuerdos para el uso de sus canciones en publicidad, cine y TV. Una jugada sorpresiva pero que ya ensayaron antes Frank Sinatra, los Everly Brothers e incluso los nietos de Violeta Parra.
Pese a que la misma Taylor Swift ya había adelantado parte de su plan hace un tiempo, el anuncio que la cantautora realizó esta mañana a través de la televisión -en el popular matinal estadounidense Good Morning America- y las redes sociales -con un posteo que acumula más de 3 millones de “me gusta” en Instagram- cae como una especie de bomba nuclear en la industria de la música.
Luego que en 2019 el exmánager de la artista, Scooter Braun, adquiriera los derechos de los primeros seis discos de la solista de Pennsylvania y los vendiera recientemente por 300 millones de dólares a la compañía Shamrock Capital, Swift, quien había acusado al empresario de apropiarse y vender sus master sin su autorización, finalmente concreta su amenaza y contraataca con una movida extrema: regrabará y reeditará todos sus primeros álbumes íntegramente, canción por canción, desde el homónimo debut de 2006 hasta Reputation (2017). Precisamente los discos que Braun vendió y de los que seguirá llevándose una tajada.
El primer lanzamiento de esta campaña para recuperar su propia discografía será Fearless (2008), su segundo LP, que saldrá el próximo 9 de abril bajo el título de Fearless (Taylor version). En tanto, su primer adelanto, Love story, se liberará en plataformas esta noche. Así, en los próximos meses y a medida que la cantante siga regrabando su catálogo, convivirán en el streaming y en formato físico dos versiones distintas de cada uno de los seis primeros álbumes de Swift; las originales y en paralelo las que llevarán el subtítulo “versión de Taylor”.
“Los artistas deberían poseer su propio trabajo por muchas razones, pero la más obvia es que el artista es el único que realmente conoce ese trabajo”, publicó la solista en sus redes, donde además anunció que cada nueva edición, además de versiones re-grabadas, incluirá material inédito de esas sesiones o que fue descartado en su momento para el disco, a modo de valor agregado para sus fans.
¿Pero qué se esconde detrás de la original jugada de una de las mayores estrellas del pop en la actualidad? Algunos expertos en el tema ya han comenzado a explicar la estrategia de la cantante, que claramente tiene implicancias mucho mayores que una simple venganza de una artista contra su exrepresentante.
De partida, se trata de una movida que podría terminar en un negocio millonario para Swift. Si bien Shamrock Capital hoy posee los derechos fonográficos de los seis álbumes que la cantante grabó para su viejo sello Big Machine Records -o dicho de otro modo, los master-, ella mantiene los derechos autorales y editoriales de esos discos, por lo que tiene el control de la música, las letras y buena parte del uso comercial que pueda generar ese material. A esto se suma que la cláusula de su contrato con Big Machine que le impedía volver a grabar esas canciones, ya habría expirado.
Así, una vez lanzadas todas las versiones 2.0 de sus primeros seis LP, Taylor Swift será titular tanto de los derechos fonográficos como de los derechos editoriales de estos nuevos-viejos álbumes, por lo que se quedará con cada dólar que estas obras generen y tendrá el control total al momento de decidir qué uso se le da a ese material.
Lo último no es un dato menor: según la legislación de Estados Unidos y de varios países, si una agencia o productora desea utilizar una determinada canción para un comercial, una serie o una película, debe contar con el permiso (y generalmente pagar) tanto del dueño de la grabación como del autor del tema. Y si en el último tiempo Swift se había negado a licenciar sus viejas piezas para la TV o la publicidad -precisamente para no beneficiar a Braun-, con sus versiones regrabadas podrá llegar a acuerdos directamente y se quedará con el 100 por ciento de las ganancias.
Es probable que la propia Taylor Swift se encargue de convencer a productores y agencias para que a partir de ahora usen las nuevas versiones de sus canciones antiguas. Lo que además es conveniente para la contraparte. “Es mucho más fácil y más barato licenciar con una sola parte que controle los dos aspectos, fonográfico y editorial”, explicó hoy a Vice la ex ejecutiva disquera Tonya Butler.
De hecho, su estrategia ya dio sus primeros frutos: en diciembre, Swift anunció haber llegado a un acuerdo con el sitio de citas Match para el uso de su versión regrabada de Love story en un comercial de la firma, spot producido por el actor Ryan Reynolds.
Pero si en lo que respecta a licencias comerciales la cantautora ahora parece al fin tener la sartén por el mango, lo que ocurrirá en cuanto a reproducciones por streaming de sus antiguas canciones y a dónde irán a parar los millones que éstas generan en servicios como Spotify o Apple Music, sigue siendo un misterio. Todo dependerá, finalmente, del público.
Si bien no es descabellado pensar que la incondicional y numerosa legión de fans de Swift opte por escuchar las nuevas versiones de los viejos temas de su ídola para terminar favoreciéndola, es muy probable también que esos mismos seguidores y el resto del mundo siga también escuchando las versiones originales que hoy posee Shamrock Capital. Por mucho que la artista anuncie elementos extra y sorpresas en estos discos reeditados, es posible que los éxitos originales continúen sonando y mucho, independiente de las fidelidades y del lobby que pueda desplegar la autora.
Lo cierto es que, más allá de estos escenarios posibles para la solista en su futuro, su última jugada ha tenido un efecto inmediato en la industria y es probable que la movida se repita a futuro por parte de otros colegas. Por lo mismo, diversas publicaciones especializadas proyectan que, a partir de ahora, los contratos entre las grandes estrellas y los sellos discográficos van a cambiar, sumando cláusulas que impedirán a los primeros regrabar sus canciones antes de 20 o 30 años (o incluso, de por vida) desde que se publica la obra.
Viejas nuevas canciones
Taylor Swift, en todo caso, no es la primera que opta por volver a grabar su viejo material para salir de una disputa legal o recuperar el control de su propia obra.
El legendario dúo The Everly Brothers fue uno de los pioneros en esta táctica cuando cambiaron de sello discográfico en los años 60. Frank Sinatra hizo lo mismo famoso cuando por esos años se aburrió de Capitol Records y creó Reprise Records, la famosa disquera hoy propiedad de Warner y que ha editado álbumes de Eric Clapton, Enya, Neil Young y Deftones.
En Chile, un caso emblemático es el de Las últimas composiciones de Violeta Parra (1966), el último y más emblemático disco que grabó la autora antes de su muerte, que incluye clásicos como Gracias a la vida y Volver a los 17. Debido a que la propiedad del master la tiene desde hace décadas un privado, en 2017 los nietos de la creadora Ángel y Javiera Parra regrabaron todos los temas del disco para poder editarlo y subirlo a plataformas.
“Sólo basta escribir palabras como ‘re-record’ o ‘recording’ en la barra de búsqueda de Spotify para encontrar múltiples versiones grabadas en años diferentes de I will survive de Gloria Gaynor, Disco Inferno, Gangsta’s Paradise de Coolio y I melt with You de Modern English”, señala W Magazine.
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