Se respira un aire metálico en Santiago. Es un verano caluroso, plagado de acontecimientos que perturban el descanso y que simulan el preámbulo de un año pesado. Cuesta disfrutar del tiempo libre. Desconectarse es una hazaña, pues las noticias y pulsiones están en la atmósfera. En vez de abrumarme, me dejo llevar por mis inclinaciones: leer, mirar, escuchar, fijarme en detalles. Insistir en las pasiones inútiles sirve para alcanzar la distancia mínima ante un período en el que fluyen la muerte y las incógnitas.

En el último libro de Zadie Smith, Contemplaciones, entrega una serie de breves ensayos íntimos sobre este ciclo de reclusión. Cita a Marco Aurelio como un refugio, un modelo de estoicismo que le permitió sostenerse en el 2020. Busca la contención literaria clásica y confiesa haber aprendido que “hablar consigo mismo a veces ayuda y que escribir significa que alguien puede oírte”. Las flores, la oposición entre libertad y sumisión, el paisaje vacío y las derivas del deseo y el afecto, son algunos de los asuntos que aborda. Zadie Smith especula en torno a sus sensaciones como materia prima. Además de discurrir, describe escenas, historias menores y epifanías. Las denomina “Capturas de pantalla”.

Foto: Dominique Nabokov

Contemplaciones es un libro leve y atractivo. Sintoniza con el lector, es generoso en referencias y evita las hipótesis tajantes. Es una pieza dentro de la obra de no ficción que Smith ha ido acumulando. Su primer conjunto de crónicas y textos se titula Cambiar de idea y es un volumen contundente. Está por llegar Con plena libertad, que sin duda afianzará su categoría como autora de una consistencia y sensibilidad híbrida desde donde observa y registra.

El devenir de un autor no depende de su voluntad. Zadie Smith se hizo célebre por la novela Dientes blancos. Una mujer guapa, mezcla de razas, sofisticada, con plena conciencia de su talento, fue el ícono de la literatura postcolonial de fines de los noventa. Es parte de una generación en la que se cruzan David Foster Wallace con Karl Ove Knausgård, Tao Lin con Jeffrey Eugenides. Su ficción es menos morbosa, más oblicua que la de sus contemporáneos. El tema racial lo enfrenta con un espectro amplio y erudito. Sobre la belleza –su segundo libro– es una novela enorme, que aún no se aquilata en su espesor y matices.

La evidente agilidad narrativa de Zadie Smith se ha opacado por su apego a las convenciones. En cambio, ha dado con un tipo de texto ensayístico genuino. Relata historias, mezcla la reflexión con cuentos. En “Fracasar mejor” –un ensayo ejemplar– evita ponerse ella al centro, nos hace pensar en qué le pasaría a un tal Clive, un personaje aspirante a escritor. Con esa configuración enfoca el tema, así enseña lo que piensa con astucia. Su anhelo es elucubrar y también atraer al lector. Su arte radica en mencionar a Nabokov, Woolf o Barthes sin presunción. Posee un yo misterioso: se esconde y aparece con audacia. Más que convencer, Zadie Smith prefiere que sus argumentos seduzcan. Descree de la impersonalidad y sostiene: “El estilo ha de verse como una necesidad personal, como la única expresión posible de una conciencia humana individual. El estilo es el modo de un escritor de decir la verdad. El éxito literario, o el fracaso, depende no sólo de la disposición de las palabras en la página sino de la disposición de la conciencia, lo que Aristóteles llamaba la educación de las emociones”.

La poética de Smith es opuesta al despliegue de conocimientos que Siri Hustvedt ostenta en sus escritos. Pero en vez de restarse, ambas suman. Son novelistas que se han vinculado a la investigación literaria. Intentan captar el hilo sensitivo que une la inteligencia con los actos. Smith confía en el examen de la experiencia, en su ambigüedad; Hustvedt indaga apoyada en la ciencia y en la teoría. Son mujeres que han asumido sus cuerpos decididas a destruir los estereotipos que las sofocan.

Reconozco que prefiero a Zadie Smith en su veta de no ficción. Leí una entrevista excepcional que le hizo al rapero Jay-Z, los obituarios de Toni Morrison y de Philip Roth que escribió tienen fuerza y sutileza crítica. Hilvana consideraciones personales con referencias, deshace opiniones contundentes con humor y alumbra con franqueza los temas que plantea. Es atinado situarla en un mapa de autores vivos que cultivan más de un género con destreza. Entre ellos, Martin Amis, Anne Carson, Virginie Despentes y Jonathan Franzen.

La estridencia, las consignas y las reivindicaciones no forman parte de la escritura de Zadie Smith. No combate, solo expone, muestra, desliza apreciaciones. Decide vislumbrar sin juicios, dejarse confundir, expresar sus temores. Contemplaciones es una obra precisa, que expande el momento excepcional que vivimos con un instinto literario sagaz. Su compromiso con la realidad no implica ansiedad ni premoniciones. Trabaja la quietud como forma de resistencia.