“¡Somos Los Bunkers! ¡Chao!”. Habían pasado sólo unos meses desde que pronunció esas simples pero decisivas palabras desde el escenario del Foro Sol, en el Vive Latino de Ciudad de México, y Álvaro López, de paso en Buenos Aires en plan solista tras el fin del quinteto que lideró por 15 años, atravesaba una compleja transición personal y artística.

De visita en la capital argentina para tocar para los chilenos residentes al otro lado de la cordillera, el músico coincidió con otros dos compatriotas que estaban allá: el fotógrafo Matías González y el cineasta Tomás Utillano. Y lo que inicialmente sería una sesión de fotos derivó en un par de noches de vino, conversación y guitarreo, con la siempre súbita lluvia bonaerense como telón de fondo y el exfrontman de Los Bunkers convertido en protagonista lo que terminaría siendo una película centrada en su propia metamorfosis.

“Más que un documental es un documento. Una muy buena fotografía de mi situación en esa época, recién salido de Los Bunkers y con la cabeza bullendo de puras ideas y canciones nuevas”, explica el cantante sobre el filme que llega hoy a plataformas digitales. Una reveladora e íntima pieza audiovisual en blanco y negro, de 27 minutos de duración y titulada simplemente “Álvaro LÓPEZ” -así, con el apellido en mayúsculas- que ve la luz casi siete años después de su filmación.

“El hecho de lanzarlo ahora tiene un poco que ver con eso, con compartir esa intimidad que ahora añoramos”, dice sobre el estreno de la película, en medio de una pandemia y encierro que López sobrelleva por estos días en la región de Ñuble, junto a su familia. Desde allí comenta a Culto la génesis y expectativas en torno al filme, un trabajo a medio camino entre el documental y el cortometraje que revela mucho de su pasado reciente, durante los días en que daba forma a las primeras maquetas e ideas que luego desembocarían en “López vol.1” (2016), el primer EP de su proyecto musical junto a su hermano Gonzalo.

En algunas notas que salieron antes del estreno se hablaba de un documental biográfico, aunque no parece ser la intención del proyecto.

No cuento mi historia, es un momento de intimidad súper regado con vino. Así estaba en ese momento, proyectándome mucho a futuro y pensando también mucho en el freno de Los Bunkers. Y como está enmarcado en ese encuentro de tres chilenos en Buenos Aires, propone un marco de desarraigo, como si estuviera buscando una casa nueva donde quedarme y componer nuevas canciones.

La pandemia, de alguna forma, ha impulsado también a los creadores a escarbar en su propio pasado, a completar piezas perdidas de su rompecabezas. ¿Es en parte la idea de este trabajo?

Justamente, y el ritmo que propone este documental es un ritmo de pandemia, no es un videoclip lleno de fotos e imágenes, no es un documento de promoción, por así decirlo. Apela a este momento de intimidad que no tendría mucha gracia si no fuera en estos tiempos compartidos de pandemia, en los cuales, entre tanta cuarentena, el contacto y la intimidad de la gente es un tema. A mí como artista se me hace necesario tener ese contacto con la gente, los conciertos. O al compartir una canción, que también es como compartir un pedazo tuyo. Entonces al no poder tener esa posibilidad, el poder compartir este pedacito de intimidad apunta a dar esa sensación de fogata, de tertulia, bien regada con vino. Y yo mostrando una parte de mi vida que no necesariamente es la más bacán de ser mostrable.

¿Cómo ha sido la parte de su vida más reciente, el último año? ¿Ha aprovechado el encierro para componer o explorar nuevas ideas?

Son tiempos súper raros. El mundo igual está patas pa’ arriba en un montón de aspectos y yo he estado en un período muy de esponja, con respecto a todo, con el mundo realmente corriendo atrás de mi ventana, tratando de analizar de qué se tratan los tiempos que estamos viviendo, qué aprendizaje a nivel social o personal se supone vamos a sacar de esto. Y a la vez, al menos en Chile, entre tanta cuarentena se ha vuelto muy complicado juntar a cuatro o cinco locos para tocar. Entonces me he puesto al día con composiciones. Tengo muchas canciones, he creado mucho con piano y guitarra y he tratado de irlas desarrollando con la tecnología o pinponeándolas con colegas a distancia.

En estos tiempos de tanta incertidumbre, sin conciertos, con restricciones para juntarse a ensayar, con leyendas de la música que deciden vender los derechos de su obra, ¿cómo se proyecta un creador? ¿Hay una necesidad de reinventarse?

Yo creo que todavía no termina el periodo de reinventarse. Estamos comenzando eso. Dylan y Neil Young están en otra etapa de sus vidas y en otra parte del mundo, pero los artistas, sobre todo acá en Chile, estamos entre perplejos y tratando de ayudar a la gente en el día a día, más que nada. Recién estalló el Vesubio, la lava acaba de llegar, estamos recién limpiando las casas. A estas alturas dar un diagnóstico a nivel de industria es súper aventurado porque llevamos 15 años de movimientos bastante extraños, con las nuevas tecnologías y todo eso. Creo que la etapa de reinvención no ha terminado y todavía están saliendo análisis nuevos en las canciones que yo no esperaba ni quiera de mí mismo, que tienen que ver con todo lo que está pasando. Yo no daría nada por enterrado ni por instalado aún. Está todo tan cuático. Esta tormenta de verano, no sabemos qué va a pasar con los niños, qué efectos va a tener esto en ellos después de tanto tiempo sin poder jugar ni abrazarse con sus amigos.

¿Es optimista con respecto al futuro?

Yo soy optimista con respecto a todo. Como país, si algo hemos aprendido de las revueltas sociales, las revoluciones pingüinas, es que podemos cambiar las cosas, podemos levantar el grito. Que podemos sacar un aprendizaje de los errores pasados, Cada vez somos menos el país sin memoria de los 90, cada vez las fuerzas jóvenes son mas conscientes de su entorno, de lo que importa. A pesar de las cagadas que siguen pasando, la gente saca cosas en limpio.

Pese a la incertidumbre circundante, ¿tiene proyectos concretos en la música para este año?

Por supuesto, hay un montón de proyectos, algunos más avanzados que otros. Hice canciones como para tres discos más. Pero los tiempos pandémicos hacen que todo esté en el aire, si te digo que voy a lanzar un disco a fin de año puede que sea en dos años más. Claro que hay nuevas ideas y muchas canciones, pero con estos tiempos estaría chamullándote si te dijera que van a ocurrir en tal o cual fecha. Por supuesto que López (su grupo) sigue, hay canciones listas y grabadas en el estudio desde justo antes del estallido social. El hecho de que salga este documental hace que uno también renueve la sinergia y el contacto de tu trabajo con la gente.

Hace algunos días circuló una foto donde aparece compartiendo con Mauricio y Francisco Durán, lo que obviamente ha comenzado a alimentar fantasías y rumores. ¿Hay algo que pretendan hacer como Los Bunkers después de haber reeditado su primer disco?

No, nos juntamos a estas alturas para hablar de nuestros nietos y sobrinos (ríe). Fue una junta de viejos amigos, de camaradería. La verdad, cada uno está en sus proyectos y no tenemos para nada pensado renovar viejas alianzas. Lo último que hicimos fue lo de Plaza Dignidad, queríamos y hasta ahora queremos que la gente sienta que fue un caso especial, un regalo que quisimos darle a la gente que estaba manifestándose y que a esas alturas ya estaba algo cansada. Con los muchachos somos amigos, Los Bunkers nunca tuvo que ver con alguna teleserie, con hueones agarrados de las mechas. Así que ahí estamos, en medio de proyectos, Los chiquillos con Pillanes y Lanza Internacional y nosotros estamos acá, tratando de ver cómo agarramos a machetazos esta pandemia.