Luces ultravioleta, obras para uno y sillas móviles: así funciona Santiago a Mil en pandemia
Con dos ciclos, uno en enero, y otro durante marzo y abril, el clásico evento teatral del verano ha apostado por retomar la presencialidad como una forma de apoyar al alicaído sector de la cultura. Ensayos y presentaciones con distancia social, no ver a nadie mientras se monta una obra y trazabilidad en las salas son parte de las medidas que se han tomado para que la idea funcione.
Pese a que en el país las cifras de contagio por el Covid-19 han ido al alza en el último tiempo, Javiera Mendoza se siente tranquila. Es directora de la compañía Teatro La Sucia, y mientras recibe la llamada de Culto, está a minutos de ensayar en el escenario del Teatro del Puente, el cual no pisa desde hace un año. “Mucha felicidad”, es el concepto que usa para definir su estado. ¿Y la sombra larga del coronavirus? Por ahora está sosegada.
Resulta que el Teatro del Puente tiene un sistema de sanitización usando iluminación ultravioleta. “Es uno de los más modernos que hay en los teatros, eso me deja tranquila. Es un sistema nuevo, no lo conocía y está funcionando todo el tiempo”, cuenta.
“Hace muchos años que se usa en espacios médicos para desinfectar el instrumental -señala Freddy Araya, director del Teatro del Puente-. Tiene una radiación que a cierta cantidad de tiempo y distancia sanitiza los espacios. A determinada potencia, se eliminan los patógenos”. Araya cuenta que este proyecto fue posible gracias a una ayuda del exterior, pues ganaron un proyecto del ministerio de RR.EE. de Alemania.
En rigor, son unas luces instaladas en el techo del recinto, como si fueran unos halógenos comunes, pero estos, en diez minutos de encendido dejan completamente sanitizada la sala. Eso sí, tomando ciertos resguardos, debido a que no es recomendable que las personas se expongan directamente a la luz ultravioleta. “Tenemos un sistema de seguridad en que si alguien accidentalmente entra a la sala mientras la luz está encendida, se desactiva automáticamente porque tiene detector de movimientos”, cuenta.
Así, quienes ensayan en el lugar, llegan, trabajan, y luego deben salir por 10 minutos para que se desinfecte con la luz.
Con este panorama, Javiera Mendoza presentará la obra La fuerza del corazón en el marco del segundo ciclo del Festival Santiago a mil, el tradicional evento teatral de la temporada estival chilena y que este 2021 se ha visto sacudido por la pandemia del coronavirus. Esta nueva etapa se realizará durante los meses de marzo y abril, y es un formato híbrido, mezclando obras presenciales y en formato digital. De hecho, parte este mismo viernes con la obra Viaje al centro de la tierra, en la Aldea del encuentro, en La Reina.
Por su lado, el montaje dirigido por Mendoza, significa el regreso de las funciones presenciales en el reconocido centro cultural ubicado entre los puentes Pío Nono y Purísima.
Funciones para uno y sillas móviles
Lo del Teatro del Puente ocurre porque, en esta versión 2021 de Santiago a Mil, se ha buscado retomar las actividades presenciales, en un contexto donde el país de a poco ha comenzado a retomar el cara a cara. Ello ya ha venido ocurriendo en el primer ciclo del festival, durante enero. La directora del certamen, Carmen Romero, indica a Culto que esa fue la idea desde un principio.
“Queríamos volver a encontrarnos en los teatros, obviamente con todas las medidas que se requieren, siguiendo las instrucciones del Minsal. Para nosotros era fundamental apoyar la reactivación del sector para retomar el contacto con el público y apoyar el trabajo de los artistas que han estado un año sin trabajo”, dice.
Sin embargo, en enero no todas las funciones presenciales pudieron realizarse debido a los cambios en Plan Paso a Paso. Ello obligó a que se habilitara un segundo ciclo, durante los meses de marzo y abril. “Nuestro objetivo era tener más tiempo para poder presentar las obras”, agrega Romero.
En ese primer ciclo, hubo 35 obras realizadas de manera presencial, en distintos recintos. Por ejemplo, Guilty Landscape, en el Centro cultural GAM; Un río de sangre, de Iván Navarro, instalada en el río Mapocho; Esculpir el Silencio, de Tamara Cubas en el Museo Chileno de Arte Precolombino; Jardín Sonoro Volumen 2, de Aliana Álvarez Pacheco y Florencia Lavalle, que se desarrolló en el Jardín Botánico Mapulemu, en el Parque Metropolitano; o Formas de caminar con un libro en la mano, de Ulises Conti, en la Biblioteca municipal de Ñuñoa.
Un detalle importante, indica Romero, es que en obras como la de Iván Navarro, o Guilty Landscape, la idea de obra presencial era más que nada una experiencia, y estaban pensadas para que fuera un espectador a la vez.
Para esta segunda etapa, hay programadas 35 obras presenciales. Sin embargo, como un sino, algunas de ellas tendrán que reprogramarse, debido a que la comuna donde se iban a presentar entraron en Fase 2 del Plan Paso a Paso, el cual impide la realización de actividades durante los fines de semana.
La aldea del encuentro, en La Reina, es uno de los lugares que tenía presupuestado recibir público en el primer mes del año. “La Reina entró en Fase 2 en enero y no se pudo hacer nada”, cuenta a Culto Pablo Garrido, director ejecutivo de la Corporación Aldea del encuentro, a cargo del lugar, y quien además forma parte como director en la agrupación teatral La compañía.
Sin embargo, el escenario cambió, y la comuna pasó a Fase 3 del Plan Paso a Paso, lo que permite que hayan presentaciones durante los fines de semana. Es por este motivo que el lugar comenzará este viernes sus funciones, con la obra Viaje al centro de la tierra, de la Compañía Teatro Cinema, a las 20.00 horas. En la entrada habrá control de temperatura, espacios de sanitización con alcohol gel, lavaderos de manos.
Así, el anfiteatro, cuya capacidad máxima es de 1.500 personas, será utilizado solo a un 1%, es decir, 150 personas. Todas ubicadas en sillas individuales separadas con un radio de 2 metros de distancia. Sin embargo, Garrido explica que la modalidad es dinámica. “Son sillas individuales y móviles en una explanada, entonces a los que llegan en familia podríamos ubicarlos juntos”.
Otra obra que debió adaptarse fue Resistencia, del colectivo Lastesis. En rigor, estaba programada para ser exhibida en el ciclo de enero, en el GAM. Sin embargo, al quedar la comuna de Santiago en Fase 2, los planes debieron cambiar. Recién se pudo realizar una función el pasado domingo 7 de marzo en la Plaza mayor de Renca.
“Queda pendiente realizar una función en Valparaíso -añade Carmen Romero-. El espectáculo estaba pensado para tener distanciamiento, en sillas separadas, así lo hemos tenido que hacer en todos los espacios”.
Un detalle crucial, es que a todos los asistentes del festival se les toma sus datos, con el fin de llevar la trazabilidad. “A todas las personas que ingresan se les toman los datos, se ha hecho en todas las salas. Tenemos los nombres, los correos y las cédulas de todos los asistentes”, señala Romero.
No ver a nadie
Hay dos personas que a Javiera Mendoza le preocupan particularmente de su equipo: el actor Pablo Flores, y la actriz Daniela Fernández. El primero padece de parálisis cerebral, y la segunda, fue madre hace poco tiempo. Por eso, las medidas en su compañía fueron estrictas.
“Nos hemos estado haciendo PCR cada semana y acordamos no ver a nadie durante las funciones, para poder realizarla, porque ha costado tanto”, dice Mendoza.
En general, las compañías han tomado con celo el asunto del autocuidado en el trabajo presencial. “Todo este tiempo de trabajo ha sido a distancia de dos metros cada uno, excepto quienes están en el escenario. Ahí se mantiene la distancia en la medida que lo permita la obra, aunque lo más importante es el autocuidado”, señala Laura Pizarro, directora de arte de la compañía Teatro Cinema.
“Tenemos los espacios de ensayo súper ventilados, cada grupo trabaja con mascarillas, con todo el tema de sanitizarse”, señala Pablo Garrido.
¿Y si llega a haber un contagio? en general, en las compañías consultadas la respuesta es la misma: se para todo. Carmen Romero también lo tiene claro: “Si hay casos de contagio, hay que hacer cuarentena, ese el paso normal. Tampoco se trata de poner en riesgo a nadie”.
En todo caso, consultada por Culto, Romero asegura que no se ha registrado contagio alguno en los equipos de producción o las compañías que forman parte del Festival durante su realización. Eso sí, cuenta que se supo del caso de un actor, pero ocurrió después de las funciones. “Hizo cuarentena, aunque fue después de las presentaciones de la obra”.
Como sea, el teatro presencial ha tenido un accidentado retorno, y es un libro que sigue abierto y cuyas páginas se escribirán de acuerdo a la pandemia. Así al menos será hasta los primeros días de abril, en que están contempladas las últimas actividades del certamen.
Las expectativas se sustentan en las cifras. Solo contando el primer ciclo, más de 306.000 personas participaron de las 1.637 funciones presenciales y digitales que se desarrollaron en el transcurso de 36 días a lo largo del país. Esto habla, a juicio de Romero, del interés que tiene el público de volver a lo presencial. “Nos hemos dado cuenta en todas las funciones que hemos hecho, es que la gente tiene ganas de volver a las salas, y responde con el autocuidado, manteniendo la distancia y usando la mascarilla”.
“No se entiende por qué los teatros van a ser más inseguros que un mall, cuando nosotros tenemos más preocupaciones que el comercio en general -añade la directora del festival-. Cuando abres los casinos y no dejas que los teatros abran, es incomprensible”.
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