Puede que los relatos más apasionantes de la carrera de The Beatles se remitan a esos encuentros con otras luminarias que remecieron su época, como Bob Dylan o Elvis Presley. Pero más allá de las fotos y los cara a cara planificados por mánagers, el artista que quizás ejerció una mayor influencia y fascinación sobre el cuarteto fue Chuck Berry.
Hay un fundamento estadístico: de todos los covers que despacharon en su discografía oficial -incluyendo álbumes posteriores a su disolución, como la saga Anthology o las sesiones para la BBC-, el fallecido guitarrista fue por lejos el autor más versionado por el conjunto.
En el conteo final, realizaron nueve versiones de sus temas, desde el Roll over Beethoven cantado por George Harrison hasta composiciones menos estelares, como I’m talking about you o I got to find my baby. Como una suerte de simbolismo, el hit que abrió el primer concierto masivo que dieron en EE.UU. -el 11 de febrero de 1964 en Washington- fue precisamente Roll over Beethoven.
Y si se sigue con los números, Carl Perkins fue el otro gran compositor citado por los Fab Four, pero todavía lejos de Berry, con sólo cinco covers.
Una mente adelantada
Pero las cifras también se explican en una veneración que nació mucho antes. Aunque la irrupción de Elvis a mediados de los 50 fue el shock eléctrico que más impactó a John, Paul, George y Ringo, los futuros Beatles vieron por esos mismos días en Berry a una mente mucho más completa, capaz de interpretar la vida adolescente en sus líricas y de deslizar algunos dardos contra la vida de posguerra.
Por sobre todo Lennon vio en él al primer gran crítico social del cancionero rockero, a un observador agudo que arremetía contra los jueces (Thirty days), los vendedores a crédito (No money down) y la alta cultura (Roll over Beethoven). De hecho, el propio Beatle lo explicó en una entrevista a Rolling Stone en 1971: “El es uno de los grandes poetas de todos los tiempos. Todos le debemos mucho, incluyendo Dylan. En los 50, cuando la gente cantaba sobre nada, él ya estaba escribiendo canciones con comentarios sociales”.
El autor de Imagine situaba al guitarrista en su estatura histórica: el creador que sacó al rock de su cuna más frívola e infantil para empujarlo a otros estándares, donde salvajismo, carácter y actitud podían maridarse sin problemas. Un nombre que inició una genealogía en la música popular que después devino en The Beatles, The Rolling Stones, Bob Dylan y toda la generación de los 60 capaz de convertir al sonido de guitarras en una manifestación cultural sin contrapesos.
También controversial
Flechados por esa propuesta, los hombres de Help! empezaron a incluir canciones del norteamericano desde sus primeros shows en 1957, cuando todavía se llamaban The Quarrymen.
Con los años, las reverencias a su ídolo integraron algunos de sus álbumes más exitosos, justo en la primera mitad de los 60, cuando el cantante lidiaba con la cárcel, el olvido y los conflictos judiciales por tener una relación con una menor. Justo cuando era sinónimo de pecado para la población blanca, la agrupación lo revivió para las nuevas generaciones y para ese público que decía detestarlo.
Y en 1972 se produjo el abrazo definitivo entre padre e hijo: Lennon y Yoko Ono coincidieron con Berry en el programa The Mike Douglas Show, oportunidad precisa para tocar juntos de una buena vez. Johnny B. Goode y Memphis, Tennessee fueron las canciones escogidas.
Pero un año después todo pareció derrumbarse. Morris Levy, el editor que controlaba los derechos de Berry, demandó a Lennon por el supuesto parecido de una de las líneas de Come together, original de The Beatles, con You can’t catch me, escrita por su protegido.
El inglés no quiso más problemas y llegó a una solución extrajudicial: se comprometió a grabar dos años después un disco sólo de versiones de clásicos del rock and roll, título en el que incluyó dos temas de su héroe. Para seguir lavando heridas, en 1986, con el ex Beatle asesinado a principios de ese decenio, su hijo mayor, Julian, se unió a Berry en un show para cantar en vivo Johnny B. Goode, en una muestra de camaradería que pareció sepultar los enfrentamientos en el pasado.