El Cutu tenía una gran formación técnica y cultural en el jazz, en la música popular y en la música docta. Era un tipo que tenía una educación muy amplia respecto a lo que es la conceptualidad y el mundo de la música. Él se dedicó sobre todo al jazz y a la música popular, en un espectro que iba desde los Viking’s 5 hasta un montón de agrupaciones de sonido muy diverso.

Poseía además un oído maravilloso, era ingenioso, le ponía humor a la música. Conocía el jazz standard, la tradición del jazz, pero era muy osado también en meterse en zonas de creatividad pura. Era un músico muy completo, y que tenía como plus su personalidad, su carácter, con un carisma muy fuerte, proyectaba mucha simpatía, era empático, a la gente la hacía sonreír inmediatamente, proyectaba alegría. La verdad es que era un personaje entrañable.

Fue por otro lado un gestor cultural muy fuerte, tenía asociaciones con municipalidades, universidades, centros culturales a lo largo de todo Chile. Dinamizó el ambiente.

Tocamos con nuestro trío el 12 de marzo pasado en el restaurante Kahuin, en Peñalolén: estoy seguro que ese fue el último show que dio, porque tres días después tuvo su crisis de salud. Fue un evento presencial, en las terrazas, al aire libre, con separación de personas, mascarillas, con todo el protocolo correspondiente.

Un poco antes, en diciembre, viajamos a Egipto, al Festival de jazz de El Cairo. Fue en diciembre. Nos llevó la Embajada de Chile, hicimos cuatro presentaciones y unas clínicas con la orquesta filarmónica de El Cairo. Compartimos con los músicos de allá, hicimos una clínica donde les mostramos mucho de música chilena. Fue una experiencia formidable para nosotros, conocer esa tierras, tocar allá en época de plena pandemia, habían aforos controlados. La atención de los funcionarios de la embajada chilena fue muy, muy amable, por tanto fue una gira maravillosa.

Para qué decirte la relación entre nosotros, los músicos, en la convivencia: éramos muy amigos. Nos queríamos mucho.