Basta revisar cualquier registro en Youtube de Blur tocando en vivo durante mediados de los 90 para encontrarse con una idea recurrente entre los comentarios de cada video: decenas de mujeres y hombres alabando el magnetismo de su vocalista y una presencia escénica que, hasta hoy, es capaz de hacer tambalear hasta al más enconado fan de Oasis y al más convencido de los heterosexuales.
Aquí, un buen resumen de ese momento, con uno de los recordados pasos de grupo por el programa de Jools Holland, en 1995.
Sí, Damon Albarn era por ese entonces el sex symbol de la música inglesa y el protagonista de una creciente y -a la larga- desgastante batalla mediática por el cetro del britpop, con Oasis como sus principales contendientes. A Blur, de hecho, le costó ganarse la aclamación de la exigente crítica de Reino Unido, que no se convenció del todo con Modern life is rubbish (1993) ni con el popular Parklife (1994). La situación comenzó a torcerse con el memorable The great escape (1995) y para fines de la década, con el homónimo de 1997 y 13 (1999), el cuarteto ya era un fenómeno mundial mientras lidiaba con batallas internas y una crisis de identidad.
Pero Albarn demostró mucho antes ser bastante más que un frontman magnético y carilindo. Desde fines de los 90, Blur comenzó a mostrar sus múltiples dimensiones que trascendían al típico pop inglés con comentario social para aventurarse hacia el lo-fi, el gospel y la electrónica. Todo comandado por la inquietud y la búsqueda experimental de Albarn -aunque para algunos sea el guitarrista Graham Coxon el verdadero arquitecto del grupo-, a quien Blur pareció ir quedándole chico.
Aquí, una muestra del caudal creativo de Blur con un himno tipo gospel que Albarn escribió tras su ruptura con Justine Frischmann, de Elastica.
Con todo, las reactivaciones y reuniones del grupo durante este siglo, con hitos como The magic whip (2015) -y dos pasos por Chile en la última década- han seguido alimentando el mito en torno a uno de los conjuntos más exitosos e interesantes de las últimas décadas.
Gorillaz
“Gorillaz nació en un momento en que internet comenzaba a tomar forma y de alguna manera ha ido creciendo a la par. Creo que hemos explorado todas las posibilidades que como banda tienes dentro de internet”, aseguraba Albarn a Culto en octubre pasado, para el lanzamiento de Song machine, el más reciente proyecto audiovisual de la banda animada que el británico creó en 1998 y que convirtió en válvula de escape para todos aquellos ritmos e ideas que no tenían cabida en Blur.
Como ya es la tónica, Song machine incluye múltiples invitados ilustres -como Elton John, Robert Smith, Peter Hook y St. Vincent-, a quienes el cantante convocó por Zoom.
Aquí el más reciente single del disco, The Valley of the Pagans, junto a Beck.
The Good, the Bad & the Queen
Presentados en sociedad en 2005, The Good, the Bad & the Queen fue uno de los primeros supergrupos que integró Albarn y su oportunidad para reunirse y crear junto a algunos de sus referentes musicales, como el bajista de The Clash Paul Simonon y el recientemente fallecido baterista de Fela Kuti, Tony Allen.
Si bien el cantante anunció el fin del proyecto hace dos años, el conjunto dejó dos discos que transitan por el rock, el dub y el reggae.
África
El interés de Albarn por los ritmos africanos es de larga data. Además de Mali Music, de 2002, el cantautor ha visitado Nigeria -.y obviamente Mali- en distintas oportunidades y ha dejado registros en distintos proyectos.
Uno de los más interesantes es Rocket Juice & the Moon, de 2008; puro afrobeat y sicodelia funk en compañía del mencionado Tony Allen en batería y Flea en el bajo, junto a invitados como Erykah Badu.
Solista
Inclinado a la “folctrónica” y el trip hop, Everyday robots, de 2014, es hasta hoy el único álbum que Albarn ha firmado sólo con su nombre y, según él mismo, su disco más personal a la fecha. Incluye colaboraciones de Brian Eno, Natasha Khan y Leytonstone City Mission Choir.