En su última entrevista, concedida en enero de 2018 a The New York Times, el escritor Philip Roth -entonces de 85 años- no eludió la pregunta y contestó franco. El periodista Charles McGrath lo inquirió por uno de los rasgos que siempre aparecieron en su prolija obra narrativa. El activo deseo sexual masculino.
Roth, lejos de esconderse, reconoció: “Los hombres envueltos en la tentación sexual son uno de los aspectos de la vida masculina sobre los que he escrito en algunos de mis libros. Los hombres que responden al insistente llamado del placer sexual, plagados de deseos vergonzantes y de la temeridad de la lujuria obsesiva, maravillados incluso con el señuelo del tabú; durante décadas me he imaginado una pequeña cofradía de hombres perturbados, poseídos por fuerzas enardecedoras con las que deben negociar y a las que deben oponerse”.
Esa fijación por el sexo lo desarrolló en personajes como el joven Alexander Portnoy, el desesperado protagonista de su novela El mal de Portnoy, quien llega al extremo de tener relaciones sexuales con un guante de beisbol y una mesa de comedor. Roth siempre dijo que ese libro fue “un experimento de exuberancia verbal”.
O también en El animal moribundo, que muestra la historia de David Kepesh, profesor estrella de una universidad neoyorquina que a sus 62 años se ve deslumbrado por una de sus alumnas, Consuelo Castillo, de sólo 24, iniciando una relación donde el martirio será constante: ¿cómo un hombre ya en la edad adulta le puede generar atractivo a una joven aún con todas las posibilidades a sus pies?
Pero Roth, una de las cumbres literarias estadounidenses del siglo XX, no solo desarrollaba su interés por el sexo en la narrativa. En su vida personal lo llevó a la práctica de una manera casi compulsiva. Eso es algo ya relatado, incluso él mismo habló de ese aspecto en su autobiografía Los hechos.
Sin embargo, todo aquello vuelve a la palestra pública por una biografía que verá la luz el próximo 6 de abril y que ahonda en esa zona más oscura del autor de Pastoral americana. Se llama Philip Roth: The Biography, y su autor es el escritor estadounidense Blake Bailey, quien además ha hecho biografías de otras cumbres literarias como John Cheever (otro atormentado con el sexo, aunque debido a su homosexualidad reprimida), Richard Yates y Charles Jackson. El libro saldrá bajo el sello W. W. Norton & Company.
“Trato cruel e inhumano”
Su idea era conocer la famosa piedra Rosetta y los mármoles de Elgin, pero tras visitar el Museo Británico, durante una estadía en Londres, en 1958, Roth no pudo con su genio y se encaminó directo desde los mármoles al barrio de Soho en busca de una prostituta. El hecho es narrado en la nueva biografía y no viene sino a confirmar lo sabido sobre el escritor.
Otro hecho citado en el texto, según han adelantado varias publicaciones, es que en la época en que daba clases en la Universidad de Pennsylvania y había estudiantes interesados en su curso, pero sin cupo por exceso de solicitudes, el mismo Roth hacía personalmente una selección. ¿El criterio? No solo las dotes intelectuales, sino que también el aspecto físico.
Además, en la biografía se cuenta que a medida que fue envejeciendo, Roth tenía amantes cada vez más jóvenes. Incluso, que llegó a vanagloriarse de sus conquistas con frases como “yo tenía 40 y ella 19”, refiriéndose a una aventura que tuvo con una estudiante de la casa de estudios de Pennsylvania.
Incluso, ese patrón se mantuvo durante la relación que mantuvo con la escritora Lisa Halliday cuando él tenía 69 años y ella 25. Halliday tenía un trabajo en la agencia literaria Wylie, y debido a su ocupación conoció al escritor. El vínculo fue narrado por ella en parte de su novela Asimetría, cuando cuenta la relación entre una joven (Alice) y un afamado autor, eterno aspirante al Nobel (Ezra Blazer).
Ahora, no solo sexualmente se ocupaba Roth de sus jóvenes amantes. Blake Bailey indica en su biografía que el oriundo de Nueva Jersey de alguna forma trataba de incidir en la personalidad de sus ellas diciéndoles qué leer, cómo actuar o cómo hablar.
Ese rasgo manipulador ya se conocía. Su segunda esposa, la actriz Claire Bloom, publicó una memorias en 1996 (Leaving a doll’s house) y le disparó duro a Roth: lo definió como egoísta, manipulador, vicioso, adúltero y misógino. Además, lo acusó de que en sus novelas retrataba a las mujeres como manipuladoras o sumisas y que siempre tuvo con ella un “trato cruel e inhumano”.
Bloom también aparece en esta nueva biografía. Se cuenta que Roth, en un momento, le pidió que la relación fuera casta debido a sus problemas cardíacos. Sin embargo, al no ser capaz de llevar una vida sin relaciones sexuales, dejó de tomar los medicamentos y se enganchó de dos amantes. Por supuesto, Bloom nunca lo supo.
De esa vida, y de su imaginería, Roth tenía el material para construir sus personajes, sin medirse. “He tratado de no hacer concesiones al retratar a cada uno de estos hombres como son, como se comporta cada uno, excitado, estimulado, hambriento en las garras del fervor carnal y enfrentando la variedad de dilemas éticos y psicológicos que suponen las exigencias del deseo”, señaló en su citada entrevista final.
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