La última vez que Ramón Rojas Ruiz-Tagle vio a su primer hijo fue a mediados de 1967, sólo meses después de que este naciera en Valparaíso. 19 años después, en 1986 y tras irse a vivir a Barcelona, vio por la televisión española las terribles noticias que llegaban desde Santiago sobre dos personas que resultaron con graves quemaduras en medio de una protesta. Tardaría algunas horas antes de caer en cuenta que uno de esos dos jóvenes golpeados, quemados vivos y luego abandonados en una zanja por parte de una patrulla militar era Rodrigo Rojas De Negri, el hijo que había abandonado en Chile casi dos décadas antes. El mismo que moriría cuatro días después del ataque, en uno de los episodios más crueles y brutales de la dictadura militar chilena.
Pese a la connotación histórica del Caso Quemados, reabierto en 2015 a partir del testimonio de un exconscripto al juez Mario Carroza, no es mucho lo que se sabe -al menos públicamente- del padre biológico del fotógrafo asesinado en julio de 1986. Su madre Verónica De Negri, y Carmen Gloria Quintana, la mujer que sobrevivió al ataque, han sido los rostros visibles de un caso que 35 años después aún espera por justicia.
Eso hasta hace poco más de tres años, cuando Rojas Ruiz-Tagle se hizo parte de la causa desde España, primero con una querella criminal por crímenes de lesa humanidad -que pide cadena perpetua para todos los acusados- presentada en 2017 por su abogado en Chile, Alfredo Calvo, junto a una demanda civil indemnizatoria contra el Estado por daño moral por $800 millones. Dos años después, tras un fallo de Carroza que considera “irrisorio”, y que declaró culpables a once exmilitares por el homicidio de su hijo pero absolvió al jefe de la patrulla militar, Pedro Fernández Dittus, apeló -al igual que De Negri y Quintana- a la pena y al monto de su indemnización ($50 millones).
Pero Ramón Rojas no sólo decidió involucrarse en la arista judicial del crimen de su hijo. Recientemente se contactó también con los realizadores de La mirada incendiada, la película de Tatiana Gaviola que se estrena este 9 de abril vía streaming y que a modo de ficción histórica, combinando datos duros con ciertas libertades creativas, narra los últimos de Rodrigo Rojas De Negri una vez que este regresa a Chile desde Estados Unidos -había partido a vivir a Canadá a los 9 años- en marzo del 86, hasta su asesinato cuatro meses después.
Si bien desde la producción señalan que durante el proceso han estado en conversaciones con ambos padres del fotógrafo, además de otros familiares y la propia Quintana, con el fin de reconstruir la historia del protagonista, el mes pasado Verónica De Negri hizo pública su molestia con un proyecto que -en sus palabras- se hizo sin su aprobación y “sin respetar a la madre y al hermano”, refiriéndose a Pablo, su segundo hijo. “Hasta la ficción tiene que tener base de respeto”, reclamó en su cuenta de Facebook.
Una postura distinta a la que hoy tiene Ramón Rojas (75), quien desde Barcelona rompe su silencio y se refiere a la breve relación con su hijo, que el mes pasado hubiese cumplido 54 años. “Yo, la verdad, preocuparme de Rodrigo en el sentido de estar encima de él, jamás, porque era muy joven”, comenta con marcado acento español tras 40 años en el municipio de Sabadell, donde se fue a vivir con su esposa y otros tres hijos.
Cuenta que nunca había querido dar una entrevista “porque el protagonismo es de la madre”, pero que ante el estreno de La mirada incendiada “es lógico que yo opine”. Asegura que no lo mueve el dinero, que su plan es hacer una fundación con el nombre de su primogénito y que su principal preocupación es la justicia y la memoria. “Yo estoy contento (con la película) porque hemos cumplido con una etapa importante, que es que la nueva juventud conozca esta historia”, dice.
Un problema histórico
De familia talquina y exmilitante DC, Rojas fue asesor de Bernado Leighton en el Ministerio del Interior durante el segundo periodo de Frei Montalva y posteriormente gobernador de Arauco, para luego irse al exilio a España en 1980. “El señor Pinochet me mandó de vacaciones pero se le olvidó pagármelas”, dice. Conoció a Verónica De Negri en los años 60, poco antes que ella se inscribiera en el Partido Comunista, cuando llegó a la capital del Maule a estudiar y a vivir en la casa de sus padres. Ambos tenían 21 años cuando nació Rodrigo, de quien no conserva ninguna foto. Nunca más se juntaron, se escribieron ni hablaron por teléfono.
Si bien desde entonces se ha vuelto a reunir un par de veces con Verónica De Negri, (“La última vez en España estaba enamorado como el primer día o más”, confiesa), ella afirmó hace dos años que Rojas en realidad nunca quiso tener a Rodrigo. Él lo desmiente. “La situación con Verónica ha sido muy especial, hicimos una cantidad de barbaridades que no debimos haber hecho. Pero éramos jóvenes”, comenta. Y aunque asegura que durante el embarazo evaluaron todas las opciones, “al final tomamos la determinación de que íbamos a tenerlo”.
Al referirse al alejamiento de su hijo el relato de Rojas se vuelve algo más inconexo y nebuloso. Menciona entre los argumentos su propia juventud, a la siguiente pareja de De Negri y a las supuestas restricciones que habría puesto la familia materna a un reencuentro que nunca se dio. “Lo vi muy poco a Rodrigo, muy poco. Cuando Verónica se juntó con su compañero, con el que tuvo a Pablo, me pidió que le enviara un aporte y durante un tiempo le estuve dando dinero. No mucho, pero por un tiempo. Y eso fue”.
Fue un padre ausente.
Un poco, sí.
¿Nunca hubo una carta, un llamado telefónico?
No, ella no lo permitió. Si el chaval me hubiera mandado una carta yo le hubiera contestado, que no te quepa la menor duda. Pero como yo sabía que ella tenía una persona en casa no me quería meter en medio, porque le iba a crear un problema. Las circunstancias se dieron así. Después se fue a Canadá, pero mi familia conoció a Rodrigo mucho más tiempo, mis hermanas de Santiago lo vieron.
En vista de esto, ¿le parece legítimo entonces que sea Verónica De Negri quien tome las decisiones en torno a lo que se hace sobre la memoria de su hijo?
Yo no lo pongo en duda, por eso nunca he participado en nada. Cuando ella estuvo aquí en Barcelona, en el 2000, tuvimos largas conversaciones y yo nunca le exigí nada a ella.
Ella ha expresado sus diferencias con la película, pero usted se distancia de esa postura. ¿Por qué?
Por dos razones. La primera es que es esto un problema histórico, han pasado muchos años y la historia ya es del pueblo. Creo que ella no puede exigir que se le exija consulta con todo, porque no es solo ella la dueña de la situación de Rodrigo, los jóvenes que se la han jugado por él, que han luchado por él en las calles y en las concentraciones, ellos también son dueños de Rodrigo en alguna medida.
¿Por qué en los últimos años decide hacerse parte de la causa judicial y de una película sobre un hijo al que apenas conoció?
Por una sola razón fundamental: porque cualquier persona tiene un padre y una madre. Y Rodrigo lo tenía muy bien puesto el padre. Y yo necesitaba estar presente como padre en la situación. Estamos buscando que los metan en la cárcel, que es un camino casi imposible porque andan libres en la calle. La violencia con la que actuaron sobre Rodrigo no ha sido condenada por un juez por un tiempo suficiente. Para Rodrigo no ha habido justicia.
Más de alguien podría pensar que su involucramiento en el caso y en la película responde a otro tipo de intereses.
Una vez redacté un documento, con mi abogado desde Barcelona, para certificar que cualquier dinero que se reciba del juicio es todo es dinero de ella, yo no quiero ni un duro. Y menos del Ejército. Yo con poder comer todos los días estoy pagado, no necesito nada más.
El jueves pasado Ramón Rojas fue internado en una UCI de Sabadell y hasta ayer aún no recibía el alta. A través de un escueto mensaje cuenta que está fuera de peligro, que su problema es que le falta oxígeno en la sangre. Si bien está separado y vive solo, su intención es que alguien lo acompañe a ver La mirada incendiada, por si le pasara algo. “Yo ya tengo 75 años y el corazón ya no es el que tenía a los 18”, explica.
¿Sabe si usted aparece interpretado en la película?
Todavía no lo sé, compañero, ellos no me han comentado nada. Teóricamente tendría que aparecer.
Si ese fuera el caso, ¿cómo le gustaría figurar en esta historia?
Como lo quieran ellos estará bien.