Fargo llega a los 25: cómo el clásico de los hermanos Coen influyó en el cine y las series

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Cruce de policial y comedia negra, el filme sobre el reguero de sangre que se desata tras un secuestro en Minnesota y Dakota del Norte se estrenó en abril de 1996 en Estados Unidos. La obra maestra de los directores de El Gran Lebowski repercutió en títulos que van desde Breaking Bad hasta Prófugos en el plano local.


En el despertar de la taquilla norteamericana de 1996, la corona fue ocupada por títulos como 12 Monos, Del crepúsculo al amanecer y Broken Arrow, la segunda cinta de John Woo en Hollywood. Todas, películas importantes a su manera, se vieron superadas por la admiración crítica gatillada por Fargo a partir de marzo de ese año.

En su estilo, Roger Ebert le dedicó al sexto largometraje de los hermanos Coen uno los mayores elogios que una cinta puede recibir: “Películas como Fargo son la razón por la que me encantan las películas”. Y añadió: “Rota su historia a través de la sátira, la comedia, el suspenso y la violencia, hasta que emerge como una de las mejores películas que he visto”.

Estrenada el 5 de abril de manera masiva en Estados Unidos (el 8 de marzo tuvo un debut limitado en salas del país), la cinta sedujo al instante con el tratamiento de su premisa ambientada en el gélido paraje de Minnesota y Dakota del Norte: un hombre (William H. Macy) intenta cubrir sus forados económicos contratando a dos sicarios (Steve Buscemi y Peter Stormare) para que secuestren a su esposa y así pueda exigir un millonario botín de rescate a su adinerado suegro.

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Bajo la mirada cultivada por Joel y Ethan Coen desde los años 80 (Simplemente sangre, Educando a Arizona), el plan resulta ser una completa desgracia, víctima de la torpeza humana y un huracán de violencia al que se asoma la protagonista, la jefa de policía Marge Gunderson (Frances McDormand). Un personaje principal que irrumpe en pantalla pasada la media hora, pese a lo que dicte cualquier manual de guión.

La película no fue un inmediato éxito en taquilla, pero tuvo “piernas largas” en su recorrido por salas y completó un año en la cartelera de Estados Unidos gracias al boca a boca y a su presencia en premios, incluyendo un Oscar para McDormand y otro para los realizador a Mejor guión original: llegó a US$ 24,3 millones con un presupuesto de US$ 7 millones.

El guionista Enrique Videla la conoció a través de VHS en su natal Los Ángeles en los 90, cuando era adolescente y no tenía cómo acceder a verla en pantalla grande. Recuerda que durante algunos años tuvo pegado en su pieza un poster de la película con la recordada línea promocional: “Muchas cosas pueden pasan en medio de la nada”.

“Es absolutamente autoral de acuerdo al estilo característico de los Coen, pero también cualquier persona la puede ver simplemente porque le gusta el policial y enganchar desde ese lado”, apunta el escritor de series como La jauría, Prófugos y Dignidad, y de cintas como Matar a Pinochet. “Desde ahí en adelante, la serie policial de prestigio viene con una tremenda influencia de los Coen, que lo que hacen es una mezcla postmoderna de cotidianeidad y humor negro con cine clásico americano, además de muchos elementos de western”.

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Por afición personal y por el desarrollo de su trayectoria en cine y TV, Videla ha regresado permanentemente a la historia de comedia negra y thriller de los directores. A partir de ahí concluye que Breaking bad es una de las grandes herederas del filme de 1996. “Probablemente, sin los hermanos Coen y sin Fargo, no podrías tener Breaking bad”, plantea. “Más allá de la inmensidad de la nieve en una y el desierto en otra, ambas son westerns. Esa fusión de policial con western, más cotidianeidad y humor negro, es esencialmente lo que uno ve en Breaking bad o en Better call Saul”.

A los hermanos Coen el filme les reportó el primer Oscar de sus carreras y selló uno de los hitos mayúsculos de su filmografía. Una trayectoria que alcanzó en ese punto su mayor grado de exposición, después de ganar la Palma de Oro en Cannes 1991 (Barton Fink), seducir a la crítica con su relectura de las películas de gánsteres, Miller’s crossing (1991), y estrellarse en taquilla con la comedia The Hudsucker proxy (1994).

Un impacto que luego generaría la serie homónima y antológica creada por Noah Hawley –que ahora va por su quinta temporada– y el homenaje que luego le rindieron desde distintas veredas producciones como Killing Eve y Better call Saul. En Chile, en tanto, Fargo bien pudo haber influido en una de las series más queridas hechas en el país.

“El personaje de Luis Gnecco en Prófugos podría ser un intento de seguir la mezcla de rareza y amenaza de las representaciones del mal que uno ve en las historias de los Coen”, señala Videla sobre el rol del exagente de la Dina que interpretó el actor en las dos temporadas de la ficción de HBO y Fábula.

“Durante el proceso hablamos sobre los Coen, de Javier Bardem en Sin lugar para los débiles y de Peter Stormare en Fargo. La idea era tener a un personaje que tuviera ese nivel de amenaza y no se redimiera en la historia, pero que uno no se cansara de verlo. A la hora de abordar personajes con esas características, los hermanos Coen son expertos”.

Sin ser un tributo directo a la sonriente y cálida policía encarnada por Frances McDormand en Fargo, el detective que Gastón Salgado interpretó en La cacería: Las niñas de Alto Hospicio también tendría influjos del imaginario de los cineastas. “No es un policía tradicional, cerebral o brillante. Vive en un entorno donde nada funciona muy bien y tiene pequeños chispazos de humor y rareza”, indica Videla sobre el papel de la serie que escribió junto a Rodrigo Fluxá.

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Esa producción local se inspira en hechos reales, el mismo rótulo que los Coen le dieron a Fargo y que muchos –incluido el propio Roger Ebert– creyeron al momento de su estreno, al leer al inicio del filme: “Esta es una historia real. Los hechos descritos en esta película tuvieron lugar en Minnesota en 1987. A petición de los supervivientes, se cambiaron los nombres. Por respeto a los muertos, el resto se ha contado exactamente como ocurrió”.

Aunque los propios cineastas descartaron que estuvieran hablando en serio, Enrique Videla extrae algo de esa idea: “Los personajes de Fargo tienen elementos caricaturescos y de comedia pero también te generan una sensación de realidad que quizás otras películas más serias no tienen. La vida real tiene ese elemento absurdo”.

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