En la vida de Tati Penna, muchísimo antes que la TV estuvo la música. Pero si su escalada en la pantalla chica se dio en la década de los 90, con un medio aún atorado en el empaquetamiento y los discursos de buena crianza, sus momentos sobre el escenario irrumpieron en un contexto mucho más adverso: los años 80 de la escasez de recintos para cantar, de una industria discográfica aún precaria y de una escena que entregaba sólo espacios muy específicos a las voces disidentes.
Toda una generación agrupada bajo la etiqueta del canto nuevo, aquel movimiento fraguado en los pastos universitarios, las peñas nocturnas y los festivales de poesía, y que, mucho más que en el rock, tenía como referentes a la Nueva canción chilena y a la trova cubana, partiendo por emblemas como Schwenke & Nilo y Santiago del Nuevo Extremo.
Esa fue la cuna creativa de Penna a través del grupo Abril, su primera experiencia como figura pública y donde también empezó a acercarse al universo televisivo, el que conocería mucho mejor un decenio más tarde.
Surgidos en 1979 como un trío acústico, el conjunto también estaba formado por Patricia Díaz en guitarra y Gonzalo Acuña en voz y guitarra, aunque su eje más característico era la voz grave y profunda de Penna, casi un contrapunto con las melodías más sutiles -a momentos coqueteando con el jazz y la fusión- tejidas por el resto de los miembros. Penna tenía entonces 18 años y era estudiante de periodismo.
El estilo de Abril calzaba perfecto con mucha música difundida por esos años, con voces femeninas explorando un cancionero más vinculado al folk, incluso en propuestas contemporáneas como el proyecto infantil Mazapán.
Según documenta el sitio Música Popular, tras ganar el Festival Una canción para Jesús (donde debutaron precisamente con el nombre Abril) , fueron incluidos en una compilación del sello Alerce, con el tema Había una vez, de la argentina María Elena Walsh. En 1982, se presentaron en la competencia folclórica del Festival de Viña con La semilla (de Patricio Valdivia) y a los pocos meses grabaron su único cassette, también con Alerce, donde incluyeron diez canciones, mayormente originales.
En ese lapso, el grupo vive su fase de mayor notoriedad en circuitos asociados al canto nuevo, como el legendario Café del cerro del barrio Bellavista. También pudieron encarnar parte del espíritu lacerante de esa época con una canción de título elocuente: Vals para tu tristeza, la que intentaba describir la historia de una mujer que había quedado viuda por un crimen político relacionado a la dictadura militar.
“Compañera, esta tarde no ha llegado/ quien es dueño de tu mesa/ al que esperas en la puerta/ a la vuelta del trabajo/ Compañera, hoy tu llanto se hace carne/ con tu pena me agiganto/ mi pregunta hoy se hace espada/ mi tristeza, enseñanza”, es parte de su letra.
Por las turbulencias propias de años tan ásperos como los 80, el grupo se desintegró en 1984. Pero el curso musical de la posterior animadora no se detuvo.
Junto a otras cantautoras de la época vinculadas a un circuito similar -Cecilia Echenique e Isabel, Tita y Javiera Parra- interpretaron la canción No lo quiero no en la campaña televisiva del NO, un fragmento que se podía leer como una suerte de himno femenino contra Augusto Pinochet.
“Me hace mal verlo todos los días/ me molesta su sonrisa fría/ Me incomoda su literatura/ me deprime su mini cultura/ No prospera su teje y maneje/ no convence su cara de jefe/ No produce versos emotivos/ no provoca tenaces gemidos”, es parte de su lírica.
Un poco antes, en 1987, la intérprete participó de otra instancia con carácter de hito. Estuvo convocada en el grupo de artistas que dijeron presente en el casete Voces sin fronteras, donde nombres de Chile y Argentina se unieron para celebrar la visita en esa temporada del Papa Juan Pablo II al país. Bajo la producción de Jaime de Aguirre y radio Cooperativa, el listado incluía a León Gieco, Eduardo Gatti, Gervasio, Cecilia Echenique, Piero, Florcita Motuda y Fernando Ubiergo. En su caso, Penna cantó a dúo con Roque Narvaja el tema La verdad, de autoría del propio cordobés.
Con Gervasio, la periodista también tuvo otro dueto, de Tiza y pizarrón, parte del repertorio del músico nacido en Uruguay.
En ese mismo año 88 del plebiscito, la intérprete editó su primer disco en solitario, con título homónimo, bajo el sello EMI y que traía temas como Los amantes, Amor de diario y Grito de alerta.
Tras su iniciar su carrera televisiva, el vínculo de Penna con las canciones fue mucho más esporádico. Pero en 2002 tuvo algo así como su gran retorno al presentar el álbum Tangos, con presentaciones acotadas en teatros y donde versionaba clásicos del catálogo trasandino, lo que, según dijo en ese minuto, constituía su verdadera pasión en su etapa más reciente como artista.