No sólo la nostalgia hermana a Luis Miguel La Serie con Cobra Kai, la saga de Karate Kid, sino que ante una nueva temporada ese mismo elemento nostálgico ya no surte el efecto arrebatador que encantó a la teleaudiencia en sus respectivos estrenos. La sobredosis de recuerdos y links con los 80 no provocan el mismo viaje del debut. La dulzura del reencuentro anclado en el eje de la memoria disminuye, para sostenerse mayoritariamente en los propios méritos dramáticos de la trama.

En los dos primeros capítulos de este segundo ciclo de la producción que arrasó en 2018 humanizando la figura de un astro tan brillante y a la vez distante como Luis Miguel, el artista es un adulto aún superado por el trauma de la desaparición de su madre Marcela Basteri.

La acción se divide entre 1992 y 2005 siempre en distintos escenarios internacionales, subrayando el carácter cosmopolita de una estrella que a los 22 años era un veterano con una década de trayectoria profesional, convertido en un ídolo solitario sin mayor competencia, cuando Ricky Martin recién surgía y Miguel Bosé giraba en su propia órbita.

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En este arranque queda claro que a comienzos de los 90 el cantante mexicano ya se podía dar el lujo de no participar en premiaciones y negarse a dar shows si no tenía nuevo material, mientras que en 2005 estaba obsesionado con seguir de gira a pesar de unas ganancias extraordinarias, y a costa del cansancio de todo su equipo.

La ausencia de un villano tan notorio como Luisito Rey (Oscar Jaenada) se suple con la llegada de dos personajes al círculo íntimo de Luis Miguel que, por ahora, no alcanzan las cotas de maldad del padre, aunque prometen. Con sus acciones subrayan que en el negocio de la música, sin importar si se trata de la élite como sucede con el mexicano, no hay escrúpulos como nunca falta la cocaína y el alcohol.

La trama alternada en dos épocas dibujan retratos contrapuestos. El Luis Miguel de 1992, aún juvenil y enérgico, no tiene mucho que ver con el modelo 2005 donde el maquillaje se luce para representar el paso de los años, redundante en un notable acartonamiento del cantante con una expresión de impostada alegría.

Diego Boneta exhibe su rango dramático retratando a estos dos hombres a gran distancia el uno del otro, sembrando convenientes dudas para fines dramáticos respecto qué sucedió entre medio para comprender el cambio. En una secuencia representando sus shows en vivo, Boneta se mimetiza con la gestualidad del original. No se parece a Luis Miguel. Es Luis Miguel.

Por ahora, cuando la acción transcurre en los 90, el artista intenta mantener la cordura tratando de organizar una familia mientras asimila información clave sobre su madre, más preocupado de resolver el embrollo de su vida privada que de continuar una carrera absolutamente cimentada que pasa a segundo plano.

Cuando avanzamos a 2005, Luis Miguel se retrata como un monumento al hedonismo, la vida imaginable de una estrella que lo ha conseguido todo sumergido en placeres carnales y lujos.

En el remate del primer episodio titulado Qué nivel de mujer se revela un incidente del cual sale herido de gravedad que, eventualmente, explica los motivos por los cuales Luis Miguel ha ganado extraña notoriedad en vivo, por constantes gestos de hastío hacia la mesa de sonido por el retorno que recibe.

El switch de épocas es uno de los grandes atractivos de esta serie empeñada en explicar el carácter y las acciones de un talento fenomenal con una existencia literalmente extraordinaria, que se debate entre un éxito superlativo y una vida afectiva hecha pedazos. Sin embargo, el juego con los tiempos se torna algo confuso en el primer episodio.

En el segundo capítulo Noche de paz, el paseo por épocas nos lleva al momento en que Luis Miguel experimenta un nuevo punto de quiebre musical en los 90 mediante un clásico absoluto de su repertorio, que estuvo a punto de perderse si no fuera por la insistencia de un promotor, en tanto su futuro se resquebraja seriamente en 2005. Como sea, por drama, giros y las mejores baladas, la segunda temporada de Luis Miguel la serie no defrauda en lo absoluto, pero es muy probable que la efervescencia del estreno hace tres años disminuya ligeramente.