Estaba furioso. Fiel a su fogoso e incendiado carácter descendiente de italianos, el Presidente Arturo Alessandri Palma, “El León”, golpeaba con furia sobre su escritorio en su casa de Viña del Mar, en donde se encontraba, el ejemplar número 285 de la revista satírica Topaze, “el barómetro de la política chilena”, que había salido el caluroso 14 de enero de 1938.
Lo que irritaba al Mandatario era una caricatura en que aparecía él -caracterizado como León- dominado por su más acérrimo enemigo político: el general Carlos Ibáñez del Campo, “El Caballo”.
En la viñeta se leía: " ‘Se chupó’. ¿Sabe, mi general, que no es tan bravo el león como lo pintan?”. Ocurre que una semana antes, “El León” había pronunciado un discurso en contra de Ibáñez, quien de inmediato contestó con una carta que fue replicada en varios diarios. Todos esperaban una nueva respuesta, pero Alessandri no quiso. De ahí a que Topaze lo acusó de que “Se chupó”.
“Uno de aquellos días negros de tristeza y hastío, apareció en un periódico de caricaturas, una profundamente irritante e insultante contra el Presidente de la República, cuya dignidad tenia yo el deber de defender”, recuerda el mismo Alessandri en sus memorias Recuerdos de gobierno : administración 1932-1938.
El León contra El Caballo
El historial de peleas entre “El León” y “El Caballo” no era nuevo. En 1925, Ibáñez lideró un movimiento de oficiales para que volviese al poder tras haber sido derrocado el año anterior.
Pero, dos caracteres fuertes son mucho para una misma casa, por grande que esta sea, como La Moneda. Alessandri intentó que Ibáñez renunciase de su puesto como ministro del Interior, este se negó, y para sorpresa del “León”, todo el gabinete renunció....menos Ibáñez. Eso causó que Alessandri renunciara a fines de 1925.
Y todo aquello fue solo el comienzo: Ibáñez, al asumir como Presidente en 1927 mandó a Alessandri al exilio. Aunque este pudo volver, triunfante, en 1932, tras la caída del militar un año antes.
Por esos días de 1938, Alessandri ocupaba por segunda vez la presidencia. Sin tiempo que perder, decidió jugar sus cartas.
“Requerí al Fiscal de la Corte para que, dentro de la Ley de Seguridad Interior del Estado, obtuviera por el conducto correspondiente, que un Ministro de la Corte de Apelaciones obtuviera el secuestro de aquella caricatura y decretara la confiscación del periódico que la contenía. Uno de los ministros de más prestigio por su notoria rectitud, el señor Alwyn [sic], acogió la petición y ordenó el secuestro”, recuerda el mismo “León” en sus memorias.
Como dato, el Aylwin a quien se refiere Alessandri es Miguel Aylwin Gajardo, por ese entonces ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago y padre del posterior Presidente Patricio Aylwin.
“Asumo la responsabilidad”
Hasta ahí, todo iba bien para el afán del Presidente. Sin embargo, desde Topaze apelaron a la medida, y para sorpresa del “León”, esta fue aceptada y la orden fue revocada. Aún más rojo de rabia, Alessandri decidió actuar saltándose a la justicia y sin más ordenó que requisaran todos los ejemplares de la revista satírica, que había nacido en 1931 bajo la dirección de Jorge Délano.
Incluso, como una suerte de venganza, Alessandri ordenó que se publicara en todos los diarios de Santiago una carta suya, donde reconocía la medida “y asumía plenamente la responsabilidad del acto”.
Según cuenta en sus memorias el exMandatario, esa misma noche, funcionarios policiales ingresaron a las dependencias de Topaze, requisaron las revistas y las llevaron a un sitio a las afueras de Santiago, donde procedieron a quemarlas.
Sin embargo, durante la noche, Alessandri cayó en que se había equivocado. “Comprendí mi error y serenado por el silencio de la noche, a la mañana siguiente muy temprano, ordené la suspensión del atropello decretado en la víspera”, recuerda en sus memorias.
Pero él no sabía que los hechos ya estaban consumados, de lo cual solo se enteró después. “Desgraciadamente, por extraña fatalidad, la policía que tarda ordinariamente para cumplir las órdenes que recibe, aquella que debió demorarse, se había cumplido inmediatamente”, rememora el “León”.
“No puedo negar que la orden para ejecutar un atropello fue un grandísimo error que, lejos de borrar el efecto de la caricatura aumentaría su circulación por el estrépito del escándalo”, reconoce en sus memorias.
El hecho finalmente trajo consecuencias políticas, puesto que la oposición se dio un festín criticando al Mandatario, y Topaze pudo seguir circulando. Sin embargo, ese 1938 sería aciago para “El León”; puesto que en septiembre estuvo directamente implicado en la matanza del edificio del Seguro Obrero. Parte de la gente no lo olvidaría y lo recibió con una sonora rechifla al inaugurar el Estadio Nacional, el 3 de diciembre de 1938. Pero esa es otra historia.