Iba en la línea 3 del Metro, tomado de un pasamanos como cualquier chileno de a pie, y ahí la vio. Una mantis en un vagón fue lo que al poeta Germán Carrasco (50) le gatlló una serie de interrogantes.
“Me pregunté cómo había llegado a ese lugar. Quizás en una bolsa de verduras, en un adminículo de montaña, no lo sé. Luego entablé un diálogo con el insecto, bastante agresivo debo decir, con la guardia permanentemente en alto y siempre a la defensiva”, recuerda en diálogo con Culto.
La mantis en el Metro se titula justamente lo último que sacó Carrasco, vía Seix Barral. Un volumen que compendia crónicas, ensayos, poemas y cuentos. “En el libro aparecen insectos y animales. Algunos muy pequeños: el colibrí de Arica, el pudú que es el cérvido más pequeño, la wiña, el leopardo más pequeño. ¿Te acuerdas de esa prosa de Mistral que parece un tratado de artes marciales o de budismo y que se llama Menos Cóndor, más Huemul? Bueno, yo la continúo e incluso saco al Huemul y pongo al pudú, esa criatura que parece ideada por Miyazaki”, cuenta Carrasco
De alguna forma, el vate señala que el libro apunta a que hoy, la idea es escucharse, ir a lo pequeño. “Es una especie de crítica al carpetazo y al inmensismo chileno, un derroche inútil, poemas arrojados desde aviones, instalaciones de arte millonarias y prepotentes, camionetas de montaña para ir a comprar al supermercado, toda esa cosa tosca propia de almas demasiado inseguras y acomplejadas. El material se empezó a reunir en torno a una manera de mirar la memoria cultural reciente. La obstrucción siempre fue no decir lo que ya se ha dicho, tener cierto humor, misterio, cierto nivel de camorra, recordar cosas que suelen pasar de largo o que alguna gente intencionalmente pasa de largo, no aburrir. Y evitar la organización del material en un sistema cerrado y seco equivalente a una identidad fija.
¿Desde cuándo venías acumulando este material?
Todo es reciente, digamos, un año, excepto uno de los ensayos, el que es sobre cine, desempleo, conectado con el tema de la cimarra adolescente. La revuelta hace repensar lo adolescente, el libro comienza con un homenaje a la película Melody de 1971, año en que nací.
Hay desde postales y adolescentes, pasando por reflexiones sobre poética, ¿Cómo presentarías un libro tan variado?
Todos los libros, clásicos incluidos, tienen cambios de tema. Hablo de cuerpos, de canchas de patinaje, de relaciones, de hijos, de películas que todo el mundo ha visto y de otras con menor circulación, todas conectadas al tema de la supervivencia y los afectos. Todos leyeron –o saben sin haber leído– lo que dice Javier Cercas cuando habla de lo plebeyo –variado como dices tú– como fuente de la prosa, con todo el respeto por los novelistas, a quienes leo con atención, porque si un narrador no lee poesía o un poeta no lee prosa, mejor que se vaya para la casa.
Sobre lo mismo, Carrasco hace una pausa, y añade: “Mira, hace una hora y media terminé de leer Yoga de Carrère, por darte un ejemplo. Qué es: ¿ensayo, reportaje, crónica? ¿es sobre yoga, sobre el atentado de Charlie Hebdo, sobre su depresión, es una crítica al periodismo cuando habla del reportero del New York Times que lo va a entrevistar y que no cacha nada de nada, no entiende sus libros? Mi libro está hecho de prosas muy legibles aspectos de cultura popular y también cosas de alta cultura, la amistad, la ciudad, el cine asiático y lo laboral, las masculinidades, los cuerpos, lo terrorífico que me resultó escuchar a dos médicos jóvenes conversar sobre sus pacientes, un ensayo sobre las mujeres de pelo cano, etc”.
Estos textos reúnen crónicas, ensayos, prosa poética de diferentes temas, ¿por qué se decidió agruparlos todos en un solo volumen?
Porque comparten la misma mirada que, quiero creer, es una pieza que falta.
¿Cuál es la mayor dificultad al reunir material tan distinto?
Ninguna, hago con muchísimo placer eso de establecer relaciones entre las cosas, relaciones íntimas, relaciones no descubiertas.
Críticas y lecturas
En el libro hay un tema de la crítica a los formatos literarios, ¿podrías explayarte sobre eso?
Es como cuando pides que le saquen la mayonesa al completo y el mesero reacciona como si le hubiera llegado una descarga eléctrica o como si estuvieras hablando protoindoeuropeo o gaélico. No, es mucho más sencillo, simplemente saca ese ingrediente. Sucedía algo parecido cuando los profesores castigaban a los niños que pintaban el cielo verde y el pasto azul, o cuando hacían escribir a un alumno un trabajo y este lo hace tan maravillosamente que el profesor en vez de ponerse feliz, se asusta y llama al departamento de salud mental. La superstición de la estructura masacotuda de hierro y base firme refleja el inmensismo, la prepotencia y falta de matices. Pocas, pero aún quedan algunas cabezas dictadurizadas y rígidas.
¿Por qué dar otra lectura a los hitos de la cultura en general, popular y alta, específicamente en el contexto post revuelta y pandemia?
Porque resignifican todo, me parece.
¿Por qué?
Porque la relación con las lecturas, imágenes, música y la historia -o las sobras de la historia, o la huella de oruga que deja la historia- te forman como persona. Piensa en las conclusiones que se pueden sacar con cualquier ejemplo, cómo era la proto pornografía hace treinta, cincuenta años, cuáles son sus antecedentes, cómo ha mutado desde una cosa ingenua a una cuestión obsesionada con lo incestuoso empujada por la demanda, por qué pasa eso. O cómo influyeron ciertas películas o hábitos de consumo en la educación sentimental de la gente. Eso a mí me interesa.
Tu punto de vista de la poesía está lejos de lo académico, en una parte dices “El poema está en lo cotidiano. Solo hay que ver dónde”, ¿Por qué?
Porque la palabra nítida o la palabra alivio o la palabra que falta están en el discurso cotidiano: escucha cómo explica una clase un buen profesor de cualquier cosa, de artes marciales, cómo conversas con tu madre o tu hijo si no lo has visto hace mucho tiempo debido a la pandemia, cómo cierto cine cuida la palabra como si fuera la foto de un ser querido, cómo se habla despacio ante la inminencia de un peligro en la montaña, cómo se encripta la palabra cuando sospechas que hay una especie de espía. Y también para que eso que llamamos literatura sea algo de uso como decía un sabio anciano del Litoral.
Germán Carrasco además, imparte de talleres de escritura y creación, individuales y colectivos. Se le puede contactar en el correo gcvielma@yahoo.com.ar.