Marina Abramovic: la historia de la precursora de la performance que recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes
La artista serbia, de 74 años, fue reconocida por "la entrega al arte absoluto y su adhesión a la vanguardia que ofrece experiencias conmovedoras y que reclaman una intensa vinculación del espectador", según dijo el jurado. Entre sus obras destacadas se cuentan "Balkan Baroque", un conmovedor llamado sobre la guerra en su tierra natal.
En 1997 impactó al mundo. Durante la Bienal de Venecia, sentada sobre un cerro de huesos de animales, los cuales lavó de su sangre seca durante días, la artista serbia Marina Abramovic hacía un llamado de atención sobre el conflicto que arrasó su tierra natal, y que solo dos años antes se había zanjado con los llamados Acuerdos de Dayton: la guerra de Yugoslavia. Esta marcó la desintegración de la antigua república en nuevas naciones independientes: Serbia, Bosnia Herzgovina, Croacia y Eslovenia.
Balkan Baroque se llamaba la muestra, y obtuvo el León de Oro a la mejor artista. Pero como una especie de cruel anticipo del destino, al año siguiente la guerra volvió a recrudecer, ahora en Kosovo, una pequeña república que buscaba independizarse de Serbia y unirse a Albania. Ahora morían en Pristina los que morían en Vietnam.
Trabajos como este, usando su propio cuerpo como instrumento, son los que le valieron a la artista balcánica, de 74 años, el Premio Princesa de Asturias de las Artes, entregado durante este miércoles 12.
El jurado dijo que el galardón se debe a la “valentía” de Abramovic “en la entrega al arte absoluto y su adhesión a la vanguardia que ofrece experiencias conmovedoras y que reclaman una intensa vinculación del espectador...la convierten en una de las artistas más emocionantes de nuestro tiempo”.
La artista está presente
Cuando Abramovic nació en Belgrado, en 1946, Yugoslavia aún existía. De hecho, su progenitor era un guardia de élite del mariscal Josip Broz, Tito, el todopoderoso gobernante del país. Estudió la carrera de Bellas Artes en su ciudad natal y luego en Zagreb, la actual Croacia, antes de mudarse a Ámsterdam en 1976.
Siempre con la performance como instrumento, Abramovic montó obras como The Great Wall Walk, en 1988, en la que ella y el artista alemán Ulay caminaron desde extremos opuestos de la Gran Muralla China hasta encontrarse en un abrazo.
Según la crítica especializada en artes, el trabajo de Abramovic explora “los límites del cuerpo y la mente” a través de performances arriesgadas y complejas en una constante búsqueda de libertad individual.
En 2005, presentó en el Solomon R. Guggenheim Museum (Nueva York) una pieza que tituló Seven Easy Pieces. Consistió en que durante siete noches consecutivas recreó los trabajos de artistas pioneros de la performance en los años ‘60 y ‘70, además de dos obras propias, Lips of Thomas y Entering the Other Side (1975 y 2005, respectivamente).
Pero una de sus puestas en escena más recordadas fue en 2010, cuando en el marco de una retrospectiva de su trabajo hecha en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Abramovic realizó la performance titulada La artista está presente. Allí, pasó 716 horas sentada quieta mientras miles de visitantes del museo se turnaban para sentarse frente a ella y mirarse a los ojos.
En 2011, estrenó Life and Death of Marina Abramovic, con montaje de Robert Wilson, un cruce entre el teatro, la ópera y el arte visual.
Actualmente, dirige el Marina Abramovic Institute, un centro de artes en Hudson, Nueva York, en el que se realizan todo tipo de actos culturales, talleres y exposiciones relacionados con la performance y el arte contemporáneo.
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