Las guitarras rugen contra la pandemia

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Una guitarra de la marca chilena Perinetti, muy cotizada por diversos instrumentistas de la escena nacional.

Tras años de una baja sostenida en ventas a nivel global, las guitarras tienen su revancha: las ganas de tocar o aprender motivadas por el encierro reimpulsaron sus números de forma impensada. El fenómeno también alcanzó a Chile, donde distintos luthiers han visto resurgir su labor.


“Tal vez la guitarra está acabada”, decía Eric Clapton en 2017 al ser consultado por la baja en las ventas del instrumento de las seis cuerdas. Y es que hace un par de años, el escenario del símbolo mayúsculo del rock and roll lucía oscuro. En esa misma temporada, The Washington Post publicaba un reportaje lapidario, que titulaba Why my guitar gently weeps (¿Por qué mi guitarra llora suavemente?) , casi una ironía al nombre del clásico de 1968 de The Beatles, While my guitar gently weeps, compuesta por George Harrison.

Ahí se daba cuenta, por ejemplo, de que en los tres años previos a 2017, los ingresos anuales de la compañía Gibson -una de las más importantes en la fabricación de guitarras a nivel global- habían caído de US$ 2.100 millones a US$ 1.700 millones. El diagnóstico para su archirrival Fender no era mejor, registrando deudas al igual que Gibson. En términos globales, el medio afirmaba que, en la última década, se reportó una baja de las ventas de guitarras eléctricas que pasó de US$ 1,5 millones al año a poco más de US$ 1 millón. Pero la pandemia y el agobio del encierro, al parecer, dieron vuelta el tablero.

El año pasado, The New York Times informaba que la guitarra había retomado su espacio. “La gente está recurriendo a la guitarra como un compañero de cuarentena y un bálsamo psicológico”, se señalaba en el ar- tículo, que citaba a un director ejecutivo de Fender, Andy Mooney, quien puntualizaba que 2020 “será el año de mayor volumen de ventas en la historia de Fender, días récords de crecimiento de dos dígitos, ventas de comercio electrónico y ventas de equipos para principiantes”.

Y ese auge ha encontrado eco en territorio nacional, donde el arte de la luthería lucha por encontrar sus espacios propios ante los gigantes de Gibson, Fender, Ibanez, entre otros colosos que han marcado la historia del rock.

“Creo que sí ha habido mayor interés en instrumentos en estos tiempos de pandemia, ya que la música es distracción y es algo que llega al alma. Es un escape necesario entre tanto encierro”, cuenta Lino Ruiz, dueño de Ruiz Guitars, firma que permanece en las galerías del Crowne Plaza, a un par de cuadras de Plaza Italia. Un espacio, que, además, vivió días oscuros con los saqueos y cierres en el contexto de las manifestaciones del estallido social.

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Uno de los talleres de Lino Ruiz, de Ruiz Guitars, firma chilena que sigue funcionando en el golpeado sector del Crowne Plaza.
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Otra imagen del taller de Ruiz Guitars.

La opinión es compartida por Martín Frías Perinetti, de guitarras Perinetti, marca que tienen entre sus clientes a Angelo Pierattini, de Weichafe, y a Rudy San Martin, de Alectrofobia. “Sí, he visto un aumento en cotizaciones y un mayor movimiento en general en el mercado de guitarras, esperemos que esto se mantenga pospandemia”.

“En pandemia he tenido más trabajo que antes, aproximadamente un 50% más de encargos. El año pasado hice seis instrumentos: tres bajos y tres guitarras. Ha habido mayor interés en instrumentos por razones lógicas, producto del encierro y el tiempo libre en casa”, complementa por su parte Freddy Pizarro Alcayaga, de guitarras Alcayaga.

Eso sí, Lino Ruiz añade un punto no menor: la situación económica en el contexto actual. “Con la situación económica muchos no han podido comprar tal vez los instrumentos que desean, pero creo que después de que pase esto, y mejore la situación económica, habrá un repunte en la venta de instrumentos musicales”.

“No me puedo quejar, he tenido mucho trabajo durante la pandemia”, agrega Pablo Valle, de Valle Guitars, instrumentos enfocados en las guitarras de jazz, que ha encontrado el entusiasmo en sus trabajos del reconocido músico nacional Ángel Parra.

Incluso, ese interés por los instrumentos en el contexto del encierro ha alcanzado a uno de los complementos fundamentales de las seis cuerdas: las cápsulas, esos componentes electrónicos, generalmente en par, donde nace el carácter del instrumento.

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El luthier chileno Pablo Valle, quien ha diseñado guitarras para Ángel Parra, a la que bautizaron como Stratoparra.

Organic Pickups, firma local que nació en 2011 y que ha mostrado sus trabajos en la prestigiosa feria internacional NAMM en Estados Unidos, da cuenta de ello. “Nuestro peak de venta en la historia de la marca Organic fue en agosto de 2020, donde básicamente triplicamos lo que hacíamos en buenos meses prepandemia. Eso nos hizo cambiar el modelo de negocios y apuntar al extranjero”.

Es en ese contexto donde Alejandro Rivera y Gabriel Pérez, músicos y diseñadores de profesión, decidieron el año pasado retomar la confección de guitarras, arte en el que se iniciaron previo al trabajo de los componentes que dan vida a las guitarras eléctricas.

Sin embargo, Pérez pone un punto fundamental para mantener las ventas: la presencia en redes sociales. “Depende mucho de tu presencia en internet, si no tienes una actividad constante y mostrando productos nuevos, procesos e historias, es como que desapareces del mapa”.

Por otro lado, las restricciones de movilidad han instalado ciertas dificultades en el trabajo mismo. “La parte de gestión ha sido muy afectada por la pandemia, generando tiempos mayores de espera de los clientes, debido a retraso de insumos internacionales, problemas de movilidad en cuarentena, etc.”, afirma Martín Frías Perinetti.

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Los miembros de Original Pickups, prestigiosa firma chilena encargada de fabricar cápsulas de guitarras.

Un trabajo de relojería

Lino Ruiz nació en Chile en 1971, pero se fue a vivir a Venezuela en 1979. Allá encontraría su pasión por la construcción de guitarras. Su padre tenía una fábrica de muebles y él lo ayudaba en las vacaciones. “Me gustaba andar por el patio de maderas e inventando cosas en la parte donde estaban las sierras huincha, espadas y cosas así para divertirme”.

Es en ese contexto donde Ruiz tuvo su primera incursión. “Un amigo me pidió que le hiciera un cuerpo a su bajo, era un bajo japonés, tipo Teisco, un poco antiguo”, relata.

Después continúa: “Copiamos un bajo tipo Ibanez que veíamos en la única tienda de música que había en la ciudad, se llamaba La Casa del Cuatro. Se lo pedimos prestado para hacer una plantilla y, como era conocido por nosotros, accedió. Hice un cuerpo de caoba de tablones gruesos con mucho tiempo de aserrado, que tenía mi padre, y la cabeza del mango la modifiqué para que quedara más moderna. La pinté con laca púrpura. Claro que en varios procesos fui ayudado por mi padre y por el maestro mueblista principal que él tenía. Más tarde, ya un poco más maduro, en el año 91, aproximadamente, hice un bajo completo, era una copia de un Washburn Mouradian”.

Tras dejar Venezuela y vivir 10 años en México, volvió a Chile, donde formó una sociedad en el trabajo de instrumentos y luego se independizó para armar su propia firma. Al relatar el proceso de confección de una guitarra, señala que la parte más compleja está en torno al mástil.

“Ahí hay que preseleccionar las maderas, que tengan buen tiempo de secado, tanto al horno como natural, y que estén derechas. En el proceso podemos hacer 10 brazos y pueden salir siete buenos y tres que se enchuecan. Esos tres los desechamos y seguimos con los otros”. Según cuenta, sus trabajos han encontrado entusiasmo en el guitarrista de Charly García en prácticamente las últimas dos décadas, el chileno Kiuge Hayashida.

“Él calibraba sus guitarras en la tienda de al lado, y vio en la vitrina guitarras colgadas que yo había hecho, las probó y le gustaron. Él se quedó con una de nuestras guitarras y empezamos una especie de relación que, bueno, la pandemia nos separó un poco”, asegura.

Entre el jazz y Juan Luis Guerra

Pablo Valle, quien cuenta que partió haciendo guitarras en Nueva York, donde vivió 13 años, comparte esta opinión. “Para mí el aspecto más crítico, no necesariamente difícil, pero sí en lo que no hay margen de error es el brazo y el diapasón. Ahí es donde ‘pasa la música’, donde el músico tiene contacto con el instrumento y donde toca. La forma del brazo, la instalación de los trastes, el nivelado, el pulido y acabado de la parte detrás del brazo es lo más importante. Sin eso, uno puede tener el cuerpo más lindo, ornamentado y mejor pintado del mundo, pero igual la guitarra va a ser difícil de tocar y no va a sonar bien”.

En Estados Unidos, Valle cuenta que tuvo la posibilidad de reparar guitarras a Andy Summers (The Police), Jason Newsted (Metallica) y Juan Luis Guerra, entre otros. Luego, con los conocimientos adquiridos al trabajar en una de las empresas del rubro, Sadowsky Guitars, decidió independizarme y apuntar al mundo del jazz. En ese sentido, armó un taller donde tuvo como clientes a destacados músicos de ese género, como Rusell Malone, Peter Bernstein, Lionel Loueke o Stanley Clarke.

Pero el momento más complejo no va solamente en la creación de una determinada parte de la guitarra. También incluye el arte más antiguo de todos: cultivar la paciencia. “La parte más difícil de hacer una guitarra es tener la paciencia, no apurarse y con eso no lograr que se estabilice bien la madera o que pueda tener algún problema”, agrega por su parte Frías Perinetti, quien cuenta que el trabajo compone la selección de las maderas, cortes, “estacionar” las maderas por un año, más cortes, la instalación de componentes, el ensamblado, sellar la madera, pintado (que demora un mes y medio), armado, la electrónica y la calibración del instrumento.

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Otra guitarra de la marca chilena Perinetti.

Él se inició en el rubro tras adquirir una guitarra de luthier en 2009. Tras partir trabajando solo, con resultados “bastante pobres”, según sus palabras, se perfeccionó y en 2013 da vida a su propia obra.

“Hacer guitarras es un bonito proceso”, concluye Frías, justo en el año en que su trabajo, como el de tantos otros que adoran el instrumento que mejor hizo sonar el último siglo, disfrutó de una bocanada de aire nuevo

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