Fueron tantas las cosas que sucedieron en 1971 que cualquier almanaque o entrada de Wikipedia se quedan cortos al tratar de condensar los sucesos de ese año. La música popular no se quedó atrás y terminó siendo la manifestación artística que mejor articuló las transformaciones, la agitación, la violencia, la confusión y sobre todo la sensación de cambio de era que se respiraba en diversos rincones del planeta hace 50 años, en una de las temporadas más creativas, gloriosas y caóticas para las grandes estrellas del rock y el pop. Así, mientras en Chile Salvador Allende firmaba la nacionalización de la minería del cobre, en julio de aquel año, John Lennon lanzaba Imagine desde Nueva York ese mismo mes y Jim Morrison era encontrado sin vida en una tina en su departamento en París.
“Lo que estaba pasando en el Reino Unido, en Estados Unidos y casi de manera global, eran de alguna forma las mismas problemáticas. Y la música era igual de relevante que esos otros temas”, asegura el director Asif Kapadia, quien nació un año después en Londres, en una familia de inmigrantes indios musulmanes. Si bien no alcanzó a presenciar ni a vivir en carne propia los acontecimientos que describe en su último trabajo, el realizador de los aclamados documentales de Amy Winehouse (Amy, 2015), Ayrton Senna (Senna, 2010) y Diego Maradona (Diego Maradona, 2019) está convencido que 1971 fue el año en que la música lo cambió todo, y que los paralelos del mundo de aquel entonces con el actual eran dignos de ser abordados de forma más exhaustiva.
1971, the year that music changed everything, es precisamente el título de su más reciente creación. Una ambiciosa serie documental de ocho episodios cuya realización demoró seis años y que estrenó el viernes pasado (Chile incluido) a través de la plataforma de streaming Apple TV+, en la que examina los antecedentes, el contexto y los detalles detrás de algunos de los hitos y lanzamientos discográficos que marcaron la temporada musical de comienzos de los 70. Desde las protestas en las calles estadounidenses contra la Guerra de Vietnam y la transición del movimiento de derechos civiles al Black Power en Norteamérica, hasta las transformaciones en la espiritualidad, los hábitos sexuales y el consumo de drogas en la juventud del Hemisferio Norte (nada de Los Blops, Congreso, Los Jaivas ni fuera del mundo anglo, eso sí). Una serie de movimientos que, para el cineasta, tienen múltiples paralelos con los vientos que hoy soplan en el planeta.
“Mientras hacíamos esta serie nos parecía que todo lo que está pasando en el mundo a nuestro alrededor hoy en día es exactamente igual al periodo que cubre el documental. Y es ahí cuando te das cuenta que tienes algo, de que el tema es verdaderamente relevante”, comenta a Culto a través de una videollamada.
La tesis de que hace medio siglo la música popular fue reflejo y a su vez propulsó su propia revolución es también parte de las páginas de Never a Dull Moment: 1971 The Year That Rock Exploded, el libro del periodista británico David Hepworth que inspiró la serie documental de Kapadia. Para el cronista musical, los 60 se acabaron con un año exacto de retraso, la tarde del 31 de diciembre de 1970, cuando Paul McCartney dio instrucciones a sus abogados para que pusieran fin a su sociedad contractual con los Beatles.
Para Hepworth, que tenía 21 años en aquel momento, tras el fin del sueño hippie vino el caos, la confusión y con ello una oleada inmediata e irrepetible de creatividad en la música anglo que separó a los que se quedarían atrás con los que sobrevivirían. Fue el año de algunos de los discos solistas más célebres de Lennon (Imagine) y McCartney (Ram) y el de George Harrison abrazando el activismo por los refugiados del genocidio en Bangladesh; el de Sticky fingers de los Rolling Stones y en el que íconos afroamericanos dieron un giro a su arte para publicar álbumes que dieron cuenta de las tensiones urbanas en Estados Unidos, como There’s a riot goin ‘on de Sly & the Family Stone y What’s going on de Marvin Gaye. También el de obras cumbres como Tapestry de Carole King, Blue de Joni Mitchell, Who’s next de The Who, Electric warrior de T. Rex, Hunky dory de David Bowie y el de Led Zeppelin IV, por nombrar sólo algunos de los clásicos que cumplen medio siglo.
“Hablamos de canciones y discos que siguen sonando hasta el día de hoy, a diario en las radios, afortunadamente”, complementa James Gay-Rees, productor de la serie y aliado clave de Kapadia en sus más celebrados proyectos.
“Habiendo hecho muchos documentales a partir de archivo, suponíamos que el de 1971 debía ser increíble porque fue un gran momento para la música y también para la moda y el cine. Desde un punto de vista artístico sabíamos que esto se iba a ver bien e iba a sonar bien, independiente de lo que resultara. Entonces lo que vino después fue darle un sentido al relato. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había en el agua en ese momento para que saliera ese resultado? El resto fue simplemente juntar todas esas piezas”, explica.
Lo que emerge del caos
Acostumbrados a trabajar documentales centrados en la biografía de un solo personaje, Kapadia y su equipo se enfrentaron a un nuevo desafío al intentar abordar un momento de la historia a través de múltiples voces y protagonistas. “Fue una profundización pero también una novedad respecto de la dinámica de trabajo que hemos hecho antes, que por lo general se ha centrado un personaje, encontrar el archivo adecuado y dejar que las personas cuenten su historia a través de sus propias palabras, incluso si no están vivas. Las técnicas que hemos creado se volvieron mucho más complejas en este caso, en el que hay tantos personajes, y tratamos de hacerlo lo más grande posible”, cuenta el director.
Conocido por su gran manejo del archivo, Kapadia hace magia con un completísimo banco de imágenes de la época, algunas gloriosas y otras espeluznantes. Allí aparece, por ejemplo, la matanza de la Universidad de Kent en medio de las protestas antibélicas y la tragedia del festival de Altamont, dos hechos de 1970 que funcionan como contexto para la tesis de la serie y que extinguieron de golpe y porrazo el idealismo de los 60.
“En ese momento toda la música era de protesta, la música articulaba todo lo que sentíamos y veíamos”, comenta en el metraje Chrissie Hynde, la líder de The Pretenders y una de las voces más lúcidas de la pléyade de entrevistados a los que accedió la producción. Una lista que incluye figuras vivas -de los legendarios ejecutivos Jimmy Iovine y Berry Gordy al propio Mick Jagger - como también registros de audio de leyendas que ya no están, como Lennon, Harrison y Gaye.
También hay espacio para repasar el despegue de Elton John y Alice Cooper, la revolución glam de Marc Bolan en una Inglaterra post-Beatles, el éxito del musical Jesucristo Superestrella -uno de los álbumes más vendidos de ese año-, la visionaria mirada del periodista Hunter Thompson en torno al fin del sueño americano y valiosos registros de la vida de los Rolling Stones en Francia - adonde se autoexiliaron tras problemas de impuestos en su país- mientras grababan Exile on the Main St. así como del fallido primer viaje de David Bowie a Estados Unidos, donde sólo pudo conseguir tocatas en radios y fiestas privadas.
”No te podría decir cómo es el público estadounidense porque no lo vi”, reconoce el fallecido artista británico antes de iniciar su transformación en Ziggy Stardust, uno de los episodios con los que cierra la serie. “Bowie era ese tipo de persona que absorbe todo. Esperó su momento y lanzó todo junto en la forma de Ziggy Stardust, un personaje que engloba a todos los inadaptados de la sociedad y que finalmente crea toda una contracultura”, comenta Gay-Rees. “Por eso me encanta que una especie de moraleja al cierre sea la aparición de Ziggy Stardust, como el tipo que emerge del caos al final de la serie”.
”Creo que es diferente a cualquier otro documental de este tipo que se haya hecho antes, porque no está abordado como una biografía musical, hace algo distinto, que es hacerlo importante para la época que vivimos hoy”, asegura James Rogan, quien dirige algunos capítulos de la serie. Kapadia coincide: “Nosotros no sentimos que estábamos haciendo una película de época, no lo pensamos como un retrato del pasado, sino de hacerlo relevante para los jóvenes de hoy”.