Daniel Cassany, lingüista español, sobre las clases online: “Las casas no están preparadas para hacer educación a distancia”

Daniel Cassany
Daniel Cassany. Foto: Miguel Ramudo.

El investigador catalán acaba de publicar vía Anagrama un libro titulado El arte de dar clase, donde da consejos y guía a quienes deben pararse en un aula, pero ¿cómo funciona esto en un contexto de clases online producto de la pandemia?, ¿qué es lo que propone? Culto conversó con él y puso sus ideas en el terreno de lo concreto. Eso sí, dice que respecto a lo digital “hay cosas que han venido para quedarse”.


“Pastelero a tus pasteles”, es el refrán que retumba en la cabeza cuando vemos el currículum de Daniel Cassany (59) y lo cotejamos con su más reciente publicación. Es un lingüista español que acaba de lanzar, vía Anagrama, un libro titulado El arte de dar clase, un manual dirigido a todos aquellos que deben enfrentar un aula. Raro, porque quienes dan clases son los que estudian pedagogía, no los lingüistas.

En conversación vía Zoom con Culto, desde Barcelona, Cassany asegura que su rama de estudio sí tiene mucho que ver al respecto.

“Hay una rama de la Lingüística, que es la Lingüística aplicada, que básicamente se encarga de las aplicaciones de las lenguas, y una es la enseñanza. Entonces, yo soy un lingüista que trabaja en esta rama, y el libro habla cómo la Lingüística puede aportar consejos, recomendaciones, hechos, evidencias, para mejorar la educación en general”, dice del otro lado de la pantalla.

Usted plantea en su libro que los maestros son como los médicos, que deben saber tratar bien a los “pacientes”, en este caso, los alumnos...

Es una metáfora, ¿no? En esta comunidad hemos hablado mucho de médicos porque estamos sufriendo esta pandemia, pero seguramente el otro ámbito trascendental de una comunidad es la educación, porque es el futuro.

La pandemia y las clases online

Producto de la pandemia, y la ausencia de lo presencial, se han debido implementar las clases online ¿Qué ventajas y desventajas ve en este tema?

En Europa, la Open University de Londres, o la Universidad Nacional a Distancia Española, y otros organismos equivalentes trabajan de forma asíncrona. Es decir, comparten materiales en la red, y cada uno se conecta cuando puede, resuelve las tareas, va avanzando y se va formando. La pandemia ha cambiado esto, porque la única manera de acomodarse, es digitalizar el modelo presencial que teníamos antes. Esto no lo hemos elegido, es la mejor opción posible en la situación forzada que tenemos. Yo creo que la educación cara a cara es mucho mejor que a distancia, pero bien organizada, las clases a distancia pueden funcionar bien. No tiene que ser solo una conferencia o un vídeo. Puede haber interacción, trabajo en grupo, dinámicas de estudio de casos. Hay muchas opciones que no son muy conocidas. Son más lentas, requieren más esfuerzo de los docentes, de los alumnos, buenos equipos, buena conectividad, pero pueden funcionar. Ahora, no sustituyen el cara a cara.

En Chile se ha dado que muchos estudiantes apagan sus cámaras durante las clases. Para usted, ¿cómo trabajar con estudiantes “fantasmas” que no prenden sus cámaras?

Mucha gente, dependiendo de las conexiones, apaga la cámara porque consume menos tráfico. Es un comportamiento que aparentemente funciona...

Pero el profesor no sabe qué está pasando al otro lado de la pantalla, si están poniendo atención a su clase o si a los alumnos solo les interesa quedar presente en la asistencia...

Es un recurso puntual, que tendría que reducirse a situaciones de conflicto. Luego, depende de las plataformas. Hay algunas que permiten ver a todos los alumnos en línea, y otras que no, porque se hicieron antes de la pandemia. Si los alumnos apagan la cámara puede ser muy molesto para el docente, porque le está hablando a una pantalla “ciega”, que no ofrece ningún retorno. Hay que educar a los chicos en el sentido de dar feedback al profesor, o a otro compañero que esté hablando, que es importante conectar la cámara. Pero hay otras maneras de controlar la asistencia, en estos momentos, las plataformas digitales registran cada vez que un usuario entra y el historial de lo que hace.

Cassany toma una pausa con su taza de Té, y luego agrega: “Ahora, hay que evitar el efecto ‘policía’ del profesor que fiscaliza. Acá en España ya hay bastante polémica, ¿cómo hacer exámenes en línea?, ¿se puede bloquear el ordenador del alumno?, que el alumno muestre su cara y el documento de identidad, bloquear los móviles. Esto infringe normas de privacidad de las personas y no es tan sencillo desde el punto de vista legal”.

¿Usted cree que los estudiantes tienen motivación a aprender a través de esta modalidad online?

(Piensa) Los estudios que se han realizado antes de la pandemia, demuestran que el reclamo contra la tecnología es muy superficial, al principio los alumnos están entusiasmados con la computadora, porque nunca habían tenido una para ellos solos, tenían que compartirla con sus padres y hermanos. Pero esto dura muy poco. Estar muchas horas frente a la pantalla, como hemos descubierto todos, es terrible, es espantoso. Las casas no están preparadas para hacer educación a distancia, y eso es muy complicado, y estamos hablando solo de problemas de equipamiento.

Daniel Cassany
Daniel Cassany © Nicolás Cadena Arciniegas

La brecha tecnológica y el “Aprendizaje Cooperativo”

Usted plantea que “el futuro de la educación es híbrido”, con parte digital y parte presencial, pero las clases online han dejado al descubierto en Latinoamérica la enorme brecha de desigualdad digital. ¿Qué alternativas podrían contribuir a disminuirla?

No hay muchas alternativas, básicamente se trata de una inversión en política educativa. Los gobiernos tienen que invertir en educación porque es el futuro de su país. Hay distintas maneras de hacerlo. El gobierno catalán anunció que compró 20 mil portátiles para compartir con los alumnos ausentes, el programa “Uno por uno”, con control eso sí, pues a veces el portátil no regresa. Hay otros sistemas, de alquiler o préstamo de portátiles. Además, también hay que crear redes wi-fi en los centros, cablear el centro para que haya tomas de corriente eléctrica. Otra cosa es que si tienes portátil no tiene mucho sentido tomar apuntes, y hay que cambiar la tarea.

Usted aboga por lo que llama Aprendizaje Cooperativo, en oposición a la educación individualista, memorística y competitiva. ¿Ayuda a lograr ese objetivo las clases online?

De entrada, no. Porque ni docentes ni alumnos están acostumbrados a estar 30 personas compartiendo una pantalla al mismo tiempo, de manera sincrónica, y la situación de estar resolviendo tareas de manera asincrónica en línea. Esto es muy nuevo. Yo creo que el comportamiento es de trabajar de manera individual. Pero hay comportamientos en red que son más cooperativos que lo presencial. Por ejemplo, la mensajería tipo Whattsapp, Telegram, son básicamente asociados. Funcionan cuando intercambias con seguidores y contactos. Son buenas herramientas para regular el aprendizaje, los alumnos se ayudan de manera cooperativa, hay un porcentaje de juegos y chistes, pero es muy pequeño, porque los alumnos entienden que es para solucionar los problemas de la clase. Aunque es un tema actual, de estudio, el del aprendizaje cooperativo en línea.

¿Cómo ve la educación digital a futuro post pandemia?

Hay cosas que han venido para quedarse, he escuchado que en las reuniones de maestros que se hacen en línea. Yo fui una vez a Santiago de Chile para dar una conferencia, desde Barcelona. Di la conferencia, dormí, y a la mañana siguiente pillé el avión para volver a Barcelona. Estaba destrozado. Esto se ha acabado, no tiene ningún sentido, es más fácil y barato hacerlo en línea desde mi despacho y es igual de efectivo. También se puede trabajar la escritura del internet en línea, tutorías. Incluso se ha desarrollado la telemedicina. En algunos sectores de educación universitaria, hay muchas cosas que se pueden hacer en línea. Un postgrado, un master, se pueden hacer en línea. El futuro va a ser de cosas mixtas.

Angarama El arte de dar clase

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