“A menudo este show es calificado como el peor que alguna vez haya grabado Bob Dylan”, sentenció hace un tiempo el blog Music Travellers, dedicado a rescatar y desempolvar piezas extraviadas de la arqueología rockera.
Joan Turner, viuda de Víctor Jara y mentora de la fundación que hoy lleva su nombre, estuvo en ese espectáculo y puede corroborar el desastre: “Dylan me desilusionó mucho y echó a perder el ambiente con su performance. No guardo un gran recuerdo de ese momento”, comentaba la también bailarina cuando a principios de los 2000 habló por primera vez del tema en el diario La Nación, con evidente gestos de molestia, el rictus serio y escasa nostalgia por un evento que tenía casi sepultado en su memoria.
De hecho, verla retroceder a tal concierto suponía una escena particular: era situarse frente a alguien que expresaba desagrado y desapego hacia la primera vez que conoció a Bob Dylan, una de las mayores brújulas culturales del siglo XX, hombre tan venerado como impenetrable para el resto de los mortales.
¿Y de qué se trataba aquello que, al parecer, a nadie ponía feliz? El jueves 9 de mayo de 1974, el hoy premio Nobel encabezó la cita The Friends of Chile Benefit Concert: An Evening with Salvador Allende, realizada en el teatro Felt Forum del Madison Square Garden neoyorquino y donde también participaron celebridades como los cantautores Pete Seeger, Dave Van Ronk y Arlo Guthrie, emblemas del folk más combativo; el conjunto The Beach Boys, aunque sólo integrados por la mitad de su elenco, Carl Wilson y Mick Love; y el actor Dennis Hopper, el mismo que, en 1969, dirigió y protagonizó el primer gran éxito de cine independiente, Easy Rider.
Fue el primer acto internacional en ayuda de los exiliados chilenos, el primero que intentó levantar un rechazo global a la dictadura establecida en el país y el primero que criticó abiertamente y en sus narices la intervención del gobierno estadounidense en el golpe militar que un año antes había derrocado a Salvador Allende. Una iniciativa impulsada por otro artista de pluma discursiva y parte de la prolífica generación folk de los 60, Phil Ochs; él mismo que, motivado por sus interés acerca de los procesos políticos latinoamericanos, llegó Chile en 1971 para conocer de cerca los movimientos obreros y universitarios.
En ese viaje –y acompañado de Jerry Rubin, músico fundador del movimiento pacifista People’s Park- llegó hasta la Universidad Técnica del Estado (UTE), donde Victor Jara hacía clases y justo en el día en que despedía a un grupo de estudiantes que partían en bus a apoyar la huelga del sindicato de mineros de Sewell.
Ahí, Joan y Víctor se acercaron a ambos “gringos” –como calificaría muchos años después la viuda del artista- y los invitaron a participar de esa visita a la ciudad minera. Se hicieron amigos entrañables. Tres años después, con un panorama drásticamente distinto, con el hombre de Te recuerdo Amanda ya asesinado y la Junta Militar instalada en La Moneda, Ochs se reunió con Joan Turner en EE.UU. y le propuso hacer el evento benéfico en la Gran Manzana. El plan era replicar lo que el ex Beatle George Harrison había ideado un tiempo antes, en el mismo lugar, para ir en ayuda de Bangladesh, cuando junto a luminarias como Eric Clapton, Ringo Starr y el propio Dylan bajo el mismo afán filantrópico.
Además, Ochs le comentó a Turner que podía invitar a todos sus cercanos vinculados a la música, incluyendo a su amigo Dylan, quien por ese entonces recién se sacudía de la modorra y retornaba a los escenarios tras un lapso de ocho años casi retirado del ojo público.
Retorno, vino y camarines
El 3 de enero de 1974, cuatro meses antes del concierto consagrado a Chile, el autor de Like a Rolling Stone había comenzado su recordada gira por teatros y estadios junto al grupo The Band. Duró 30 fechas y culminó el 14 de febrero de 1974. Después de eso, el hombre de Minnesota volvió al ostracismo, aunque sólo se dio un tiempo para subirse nuevamente a un escenario en la cita The Friends of Chile.
Según el libro Encounters with Bob Dylan, del periodista Tracy Johnson, ese recital fue uno de los pocos que el músico ofreció antes de otra de sus giras más legendarias, Rolling Thunder Revue, inaugurada el 30 de octubre de 1975 y plasmada en el alabado documental que Netflix estrenó hace un tiempo, a cargo de Martin Scorsese.
Un tour que Dylan inició casi con lo puesto, en plan nómade y gitano, manejando él mismo la camioneta encargada de los traslados, tocando en localidades hundidas en el mapa y sumando gente en el camino, a quienes quisieran unirse al escenario, caos bien urdido que tuvo tanto a instrumentistas callejeros o anónimos, como a camaradas más rutilantes, como Joni Mitchell, Joan Baez y Allen Ginsberg.
Según el libro de Johnson, experiencias como el tributo en Nueva York a los exiliados chilenos le sirvieron a Dylan para moldear ese futuro que fue presente en 1975: sus actuaciones en vivo planteadas como un flujo improvisado e intuitivo, lejos de los guiones estrictos de los megaconciertos, sin someterse a ninguna clase de mercadotecnia y dándole tiraje al goce colectivo.
Pero, en el caso de The Friends of Chile Benefit Concert, ese goce sin mucho pudor tuvo costos.
Según recordaba Joan Jara, Dylan llegó tarde, en evidente estado de ebriedad y lidiando contra la pérdida de equilibrio. “Estaba más interesado en tomar: siempre lo vi muy cerca del vino. En realidad, el ambiente no era muy consciente de la importancia del concierto. A Pete Seeger y su esposa no le gustaba lo borracho que estaba Bob”, detallaba la artista en 2016, en una entrevista a El Mostrador. En el encuentro también participaron otras personalidades que venían desde Chile: la coreógrafa Vicky Larraín y la hoy senadora Isabel Allende Bussi.
En su edición del 20 de junio de 1974, la revista Rolling Stone reseñó el show y apuntó: “Bob Dylan llegó con una hora de retraso y fue desconocido hasta por el personal de seguridad del recinto. Portaba guitarra con bandolero y sólo la intervención de Phil Ochs permitió que subiera al escenario”.
En el libro Encounters with Bob Dylan se describe lo mismo: “Un grupo de cercanos accedió al backstage con varios jarrones de vino y un par de botellones de whisky, que fueron repartidos entre los participantes”. De hecho, en las pocas fotos que hay de la instancia –de la que existen casi nulos registros en los libros o proyectos biográficos del Nobel- se lo ve empinándose feliz una jarra de vino en los camarines del Madison Square Garden.
El blog Music Travellers también aporta otro dato a la historia: “Dylan estaba tan borracho que otro cantante, Dave Van Ronk, debió sostenerlo constantemente hasta el final del evento”.
Como fuere, ayudado o no por sus compadres, el autor de Mr. Tambourine Man igual se subió al escenario –después de las presentaciones de los otros invitados- e interpretó North Country Blues, Spanish Is The Loving Tongue y una versión de cierre todos juntos, en plan We are the world, del clásico Blowin’ In The Wind.
Según distintos reportes, Dylan apenas recordaba la letra. En toda su performance lució despistado y con la mirada extraviada. El show completo hoy se puede rastrear en grabaciones que están en manos de coleccionistas alrededor del mundo, con un audio muy precario, que da cuenta de que la cita fue más vigor que profesionalismo o compromiso real.
Un paseo por Nueva York
Puede que como una manera de compensar o pedir disculpas, al día siguiente, en un almuerzo de camaradería entre todos los que participaron del concierto, el cantante se acercó a Joan Jara y la invitó al Museo de Arte Moderno de Nueva York para que conociera el Guernica de Picasso.
“Me preguntó si acaso era verdad todo lo que estaba sucediendo en Chile. A sus ojos, encontraba innecesario hacer tanto revuelo por un país que ni siquiera sabía que existía. Todos estaban impresionados de que él me invitara a pasear. Fue un bonito gesto. Cuando fuimos al museo, la gente se acercaba y le decían ‘te pareces a Bob Dylan’, a lo que él respondía ‘sí, eso me lo dicen mucho, pero no tengo nada que ver con él’”, recordaba Joan hace tres años en El Mostrador.
Cuando se despidieron, el músico le dijo: “Estaré aquí si ustedes me necesitan”. Nunca más se volvieron a ver.
Dylan estaba listo para salir a la ruta en quizás el tour más aventurero, anárquico y desafiante de los 70. Él mismo que sin querer tuvo a Chile como su antecedente más inmediato.