Los altibajos que dejó la segunda temporada de la serie de Luis Miguel: eres igual a tu padre
El segundo ciclo de Luis Miguel La Serie, culminada anoche, cierra con cierto sabor amargo como sucedía con El Imperio Contraataca (1979), cuando Luke ya no era un chico chispeante sino un personaje tanteando las tinieblas. Este Luis Miguel es un padre que abandona a su hija pequeña y se desentiende del hermano menor tras manipular su cariño.
Desde el arranque de la segunda temporada de Luis Miguel La Serie había ciertas reservas tras el verdadero fenómeno de hace tres años, cuando la vida de una de las mayores estrellas musicales latinas de todos los tiempos, reconocido por el celo y las especulaciones en torno a su convulsionada vida privada, se convirtió en una producción de Netflix con un Diego Boneta impresionante en la encarnación del astro mexicano.
Sabíamos que el villano Luisito Rey, en la magnífica interpretación de Oscar Jaenada, sería irremplazable. Para los guionistas liderados por Daniel Krauze asomó otro detalle. No contaban con un libro biográfico de guía como lo hicieron en el primer ciclo -Luis Mi Rey (1999), de Javier León Herrera-, así que aprovecharon las amplias libertades del formato “basado en hechos reales”, para intentar competir con los dramáticos giros del primer ciclo, que incluso soslayó aspectos brutales de la infancia del cantante, como la violencia física. Suficiente con el padre maltratador y la madre desaparecida.
Es así como el accidentado show de Lima en 2005, donde Luis Miguel queda con secuelas en la audición por usar equipos mediocres contratados por un asistente inescrupuloso, nunca sucedió. Tampoco hubo encuentro alguno entre Luis Miguel y Cristian Castro en las bambalinas del festival de Viña de 1994. Castro sólo debutaría seis años más tarde en la Quinta Vergara.
En 2018, Luis Miguel La Serie consiguió humanizar a un personaje que por décadas era reconocido por un talento estremecedor, junto con despertar escasa simpatía. Es más. Sentimos lástima por su niñez a manos de un depredador como el padre. Pero en esta temporada, Luis Miguel ya es un adulto hecho y derecho que toma sus propias decisiones, casi todas conducentes al mismo destino que no es otro que alejar a la familia y cercanos bajo el pretexto del estrellato. Aunque la serie bosqueja a un excelente par de villanos en el mánager Patricio Robles (Pablo Cruz Guerrero) y el tour mánager José Pérez (Juan Ignacio Cane), el tercer malvado es el propio Luis Miguel.
Si llegamos a sentir compasión por él, ahora cuesta retener ese sentimiento. Aunque Luis Miguel se desorienta ante la muerte de su mánager histórico Hugo López y cae en manos de Robles, un rol ficticio que resume varios representantes (si bien algunas versiones aseguran que se trata de Mauricio Abaroa, productor ejecutivo de Aries en 1993), el mexicano es un tipo que camina derecho hacia la oscuridad.
Hay una transformación entre el Luis Miguel de mediados de los 90, todavía un tipo joven y vital encuadrado siempre en escenas luminosas, con el de mediados de 2000, con look caricaturesco y acartonado, reminiscente del mayor de sus ídolos, Elvis Presley. El Luis Miguel del siglo XXI suele moverse whisky en mano en espacios oscuros y en permanente soledad.
Sus decisiones sobre la familia son todas brutales y consonantes con el egoísmo y escasa empatía por el resto que representaba su padre. Luis Miguel niega públicamente a sus seres queridos, sea la hija o la novia, como disputa la tenencia de su hermano sin preocuparse de él en la cotidianidad.
La segunda temporada de Luis Miguel La Serie cierra con cierto sabor amargo como sucedía con El Imperio Contraataca (1979), cuando Luke ya no era un chico chispeante sino un personaje tanteando las tinieblas. Este Luis Miguel es un padre que abandona a su hija pequeña y se desentiende del hermano menor tras manipular su cariño. La serie continúa revelando la paradoja de un hombre poseedor de un talento inigualable cada vez más ensombrecido. Y también sigue siendo, a pesar de ceder en su intensidad en esta segunda temporada, una gran biopic latina. La mejor que se ha producido hasta ahora.
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