Lo que estaba pasando frente a sus ojos, sin duda era una delicia para los pintores, ilustradores, dibujantes y hasta un escultor que se apilan a un costado tratando de inmortalizar el momento. En sus propias miradas, de artistas inquietos, se siente la tensión, el peso de estar retratando un instante que va a quedar inmortalizado en los libros de historia, no solo del país, sino del mundo.
Son los primeros días de marzo de 1953, y la noticia que impactaba a la opinión pública de la Unión Soviética (URSS), es que el día 5 falleció su líder, Iósif Vissariónovich Stalin. Tenía 74 años. En adelante, comenzó un impresionante ritual que contempló algo básico para estos efectos: el embalsamiento del cuerpo y su exposición pública en una dependencia oficial, en este caso, el Salón de las Columnas de la Casa de los Sindicatos, en Moscú.
Esos días son los que inmortalizó el cineasta ucraniano Sergei Loznitsa (56) en su documental Funeral de Estado. Original de 2019, que acaba de ser estrenado a través de la plataforma Mubi.
Usando fundamentalmente material de archivo, donde alterna las imágenes en blanco y negro con las de color, Loznitsa -en 155 minutos- construye un relato que prescinde de narradores, voces en off, y solo contadas veces usa textos en GC. Son las imágenes y el sonido de la época las que toman de la mano al espectador y lo conducen a ese tiempo.
Noticias desde un altavoz y una fila interminable
“Desde el primer día de la enfermedad el paciente presentó fiebre elevada y leucocitosis, síntomas de una posible infección pulmonar. En el último día de la enfermedad, su condición se deterioró rápidamente, lo que trajo como resultado insuficiencia aguda y colapso cardiaco”, informa desde un altavoz un miembro de la cúpula oficial soviética a la población. La gente solo mira el aparato y escucha pasiva.
Loznitsa tiene el acierto de presentar, en un cuidado montaje, el informe de la muerte de Stalin siendo escuchado a lo largo del extenso territorio que conformaba la URSS: desde la gélida Siberia, hasta Riga, la capital de Letonia. Desde Kiev, en Ucrania, hasta Jabárovsk, una ciudad fronteriza con China.
Campesinos, soldados, mineros, mujeres, van desfilando en una fila lenta frente al cadáver de Stalin. Es parte del ritual. Algunos y algunas lloran, otros pasan como si fuese un trámite más, como avanzando en la cola del banco.
Ese nivel de preocupación desde el Estado por informar a la población y mantener el control de lo informado se ve en otras escenas. Mediante un altavoz, un dirigente va recitando una monoserga que acompaña a la población mientras va dejando ofrendas florales en una plaza, frente a una estatua del fallecido: “Él estaba en todas partes, él estaba siempre con nosotros. Todos los niños conocían su nombre desde su nacimiento y guardaban su recuerdo como algo precioso...su nombre sigue brillando e iluminando nuestro camino hacia el comunismo así como iluminó todas nuestras vidas”.
“¡Inmortales e invencibles son las enseñanzas de Lenin-Stalin!”, grita un dirigente soviético dirigiéndose a una extensa muchedumbre, en otra escena del filme. En otra escena, también desde un altavoz se dice a todo pulmón: “¡No es verdad que ya no esté entre nosotros!, ¡Él está con nosotros, él está con nosotros en todos nuestros actos en cada gota de sangre que corre por nuestras venas!”. Esta especie de “culto al líder” no es casual, y el documental lo muestra de manera nítida. El reputado historiador Eric Hobsbawm, en su clásico Historia del Siglo XX (1994), explica que esto se debió más bien a otra cosa.
“Stalin gobernó su partido, al igual que todo lo que estaba al alcance de su poder personal, por medio del terror y del miedo. Montones de políticos y de generales tienen esta sensación de ser indispensables, pero sólo quienes disfrutan del poder absoluto están en situación de obligar a los demás a compartir esa creencia”, señala el británico.
Otras escenas dan cuenta de la importancia del personaje. Al aeropuerto de Moscú van llegando delegaciones de otros países que conformaban el bloque soviético (”La cortina de hierro”; como la bautizó Winston Churchill): Bulgaria, Hungría, Rumania, Alemania Oriental e incluso un grupo del Partido Comunista de Gran Bretaña, y por supuesto, arriba un cortejo oficial desde China.
El mérito del documental es no solo captar el momento único de un funeral de Estado. Sino también, el punto de inflexión de la historia de la URSS. “El desmoronamiento político del bloque soviético empezó con la muerte de Stalin en 1953, pero sobre todo con los ataques oficiales a la era estalinista en general y, con mayor cautela, al propio Stalin, en el XX Congreso del PCUS en 1956″, explica Hobsbawm.
Otros documentales de la era soviética
En Mubi, hay otros materiales audiovisuales que tratan sobre la época soviética, dirigidos por el mismo Loznitsa.
Por ejemplo, Portrait (2002), que es básicamente una compilación de imágenes de los residentes del campo ruso. También prescinde de las voces en off. Otro, es Factory (2004), un cortometraje que muestra el día a día de una fábrica en Rusia.
También, El último imperio (2015), donde también con material de archivo recrea un intento de golpe de Estado en los años finales de la URSS. Revue (2008), un documental donde combina noticieros soviéticos y películas de propaganda durante los años ’50 y ’60.
Blockade (2006), donde solo con imágenes, Loznitsa recrea la dura batalla de Leningrado, que duró 900 días, y que significó el comienzo del fin de la Alemania Nazi. El juicio (2018) ambientado en la década de 1930, en que el gobierno soviético enjuicia a un grupo de economistas e ingenieros acusándolos de complotar para realizar un golpe de estado.