“A veces estaba diez horas metido en el libro”, relata cuando se acuerda del tiempo en que lo concibió. Dentro de la trayectoria del escritor nacional Alejandro Zambra (45), uno de los títulos que más llaman la atención, por la imposibilidad de clasificarlo en alguna categoría más tradicional de la literatura, es Facsímil.
Resulta que el volumen le demandó una intensa carga de escritura al oriundo de Maipú, quien por entonces, ya había publicado Bahía Inútil (1998), Mudanza (2003), Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007), No leer (2010), Formas de volver a casa (2011) y Mis documentos (2013). Pero vamos por partes.
Original de 2014, cuando se publicó vía Hueders, el libro recrea un ejemplar de la Prueba de Aptitud Académica (sí, la extinta PAA) en su modalidad de Verbal. Y cada uno de los noventa ejercicios que contiene la “prueba” es el terreno donde el autor de Bonsái pone en tensión la solemnidad del instrumento de medición.
Pero Facsímil no siempre fue Facsímil. “Comenzó siendo un relato largo, como de 50 páginas, sobre el año ’93, el año en que dimos la PAA -cuenta Zambra a Culto-. Básicamente, describía la sensación angustiosa de ese futuro que parecía irrevocable y definitivo. Llevábamos años con esa prueba en el horizonte, como si nos preparáramos para una Olimpiada o para un Mundial, pero en realidad lo sentíamos como si esperáramos la micro que nos llevaría al matadero. Pensaba en la pureza que habíamos perdido o parecíamos condenados a perder. Estilísticamente, era un relato tal vez parecido a los de Mis documentos”.
¿Y qué pasó con ese relato?
No me gustaba. Y no sabía bien por qué. Había algo que directamente me desagradaba. Lo leía y me reconocía y también reconocía el espacio que había querido recuperar. Pero también lo sentía falso o repetido. No había aprendido nada al escribirlo. Era más o menos igual a como lo había planeado. Lo sentía muerto.
Ese amargor, porfiado, no se le iba de la boca a Zambra, pero como suele suceder en la literatura, las preguntas llevan a más preguntas, y estas, activan una búsqueda creativa en pos de responderlas. Y una noche esa respuesta llegó.
“Pasó que me puse a parodiar los ejercicios de la prueba -señala el autor de Mudanza-. Fue muy placentero en un comienzo, como siempre pasa cuando imitamos las voces de los profesores, pero muy pronto caché que estaba parodiándome a mí mismo, y me pareció que la evocación de ese pasado era más turbulenta y más realista al mismo tiempo”.
Cada vez que recreaba lúdicamente estos ejercicios, lo que le pasaba a Zambra era que empezaba a recordar. “Rememoraba ese tiempo de una forma más viva y rotunda. Supongo que esos ejercicios me permitían ir más allá de los recuerdos. Un poco como lo que sucede cuando visitas lugares donde viviste y aparecen recuerdos nuevos.”
Un trabajo obsesivo
Así nació Facsímil, un libro completamente experimental. “Al principio hasta a mí me parecía un proyecto muy raro, tal vez demasiado paródico, pero de repente ya era más lírico que paródico. Pronto me conseguí el facsímil ‘verdadero’, el de la prueba de 1993, y surgieron nuevas capas y matices”.
Para este libro, ¿reciclaste algún material que tenías?
No. Hay imágenes que venía madurando y que encontraron su cauce en Facsímil, pero básicamente el libro salió en los primeros meses del año 2014. La idea era hacer ejercicios y que el libro, si resultaba, surgiera en la sala de montaje. Conté con la complicidad inmensa de los editores de Hueders, Álvaro Matus y Rafael López, y compartí el manuscrito con mucha gente generosa. Fueron meses de trabajo obsesivo y también muy colectivo.
¿Cómo se dio la reedición con Anagrama?
No hay mucho misterio, Silvia [Sesé, directora editorial de Anagrama] quería publicarlo hacía tiempo y ahora se dio.
Cuando uno lee Facsímil, se encuentra no solo con ejercicios lúdicos, también algunos socialmente muy críticos, ¿para esta reedición pensaste agregar o modificar algunos de los ejercicios considerando el actual escenario que vive Chile?
No, para qué. Tiene unas poquitas diferencias, pero en esencia es el mismo libro. Creo que hay que dejar que los libros respiren solos, que se muevan solos. Dejarlos ir, a ver si enfrentan lecturas nuevas. Facsímil habla de los colegios emblemáticos y de la desigualdad y de la educación como un entrenamiento y de la constitución de 1980 y del amor y del fracaso, pero creo que sobre todo es un libro sobre la idea de autoridad, sobre cómo ha cambiado nuestra idea de autoridad. Me gusta imaginar cómo se lee desde el presente, justo ahora en que por fin comienza a rearticularse una discusión verdadera sobre el futuro.
La reedición de Facsímil tendrá un lanzamiento virtual a través de una conversación entre el autor, la académica y crítica literaria Lorena Amaro, y la editora Silvia Sesé. La invitación gratuita es para este martes 15 de junio a las 17.00 horas (Chile); 16.00 horas (México) y 23.00 horas (España) a través de las cuentas de Facebook de Anagrama, Culto y La Tercera.