“Hace mucho que sabes que mi mayor deseo es llegar a ser periodista y luego una escritora famosa. Está por ver si algún día podré hacer realidad estas ambiciones (¡o delirios!) de grandeza, pero temas por ahora no me faltan. En cualquier caso, cuando termine la guerra quisiera publicar un libro titulado La casa de atrás. Cabe preguntarse si lo lograré, pero mi diario podrá servir de base”.

No le escribía a una persona en particular, sino que veía al papel como un interlocutor, o más bien, como un receptor de sus deseos más íntimos. En rigor, incluso personificó al conjunto de hojas como “Kitty”; así se llamaba su diario.

La entrada que ubicamos al principio, estimada lectora y lector, fue lo que la joven alemana (no holandesa, como suele decirse) Ana Frank anotó el 11 de mayo de 1944. Para entonces, estaba a punto de cumplir 15 primaveras, llevaba dos años escondida junto a su familia en una casona en Amsterdam y la escritura era su vocación.

Ana, junto a su madre y hermana, había llegado en 1934 al país, cuando contaba cinco años, por lo que la mayor parte de su vida la hizo en esas tierras. Esto, un año después de que Adolf Hitler asumiera como canciller de Alemania y comenzara de inmediato a desatar una política antisemita que fue creciendo en intensidad y dureza.

En 1942, para su cumpleaños 13, el regalo fue algo tan sencillo como conmovedor: un diario de tapas rojas y de papel cuadriculado. Para Ana eso era perfecto, pues no solo era una oportunidad para desplegar su vocación, sino también un obsequio adecuado en una época donde dejar registro de la memoria era importante.

Ana Frank.

“La casa de atrás”, una novela

Para escribir, la joven judía no solo ocupaba el cuaderno de tapas rojas, también otros papeles que pillaba. Pero hubo una circunstancia que la obligó a tomar una decisión. El 20 de mayo de 1944, a través de Radio Oranje, la emisora del gobierno de Holanda en el exilio, escuchó al ministro de Educación neerlandés -transmitiendo desde Inglaterra- quien hizo un llamado a la población a guardar archivos y documentos de guerra.

Eso hizo que Ana se replanteara respecto a su diario, el cual siguió escribiendo. De hecho, en las ediciones que se conocen hasta hoy, la última entrada corresponde al 1 de agosto de 1944, tres días antes de que toda la familia fuese arrestada y trasladada a diferentes campos de exterminio. En esa entrada, la guerra, la persecución, el exterminio, parecían meras noticias ajenas al horizonte mental de una adolescente, quien en realidad situaba sus miedos en otro lugar: su propia identidad, la cual parecía forjar a través de la escritura.

“Tengo mucho miedo de que todos los que me conocen tal y como siempre soy descubran que tengo otro lado, un lado mejor y más bonito. Tengo miedo de que se burlen de mí, de que me encuentren ridícula, sentimental y de que no me tomen en serio. Estoy acostumbrada a que no me tomen en serio, pero sólo la Ana ‘ligera’ está acostumbrada a ello y lo puede soportar, la Ana de mayor ‘peso’ es demasiado débil”.

Lo cierto es que tras ese llamado radial, la joven comenzó a reescribir el diario pensándolo como una novela, titulada La casa de atrás, como era su intención original. El título hace referencia al lugar que ocupaba su familia como escondite, la parte trasera de una casona.

Una reedición de una reedición

Esta versión del diario, reacondicionada como novela, no había visto la luz hasta ahora de manera completa. La Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba) acaba de lanzar una versión íntegra de los diarios. La novedad es que contiene tanto la reescritura total que la joven alcanzó a hacer (La casa de atrás), como los textos correspondientes a los últimos cuatro meses de la vida de Ana; los mismos que no alcanzó a incluir en su reelaboración como una novela.

“Durante veinticinco meses, Ana escribió en su diario con la dinámica de un texto íntimo, en borrador. Tachaba, pegaba papeles cuando se equivocaba, se nota cierta rapidez en la escritura. En aquel libro de tapas rojas cuadriculadas, ella construye un interlocutor imaginario, Kitty, y escribe todos los días. Los investigadores se refieren a estas páginas como ‘la versión espontánea’”, cuenta el director del Centro Ana Frank Argentina, Héctor Shalom, cuyo organismo colaboró en esta edición, en declaraciones al sitio trasandino Téleam.

“A partir de esa convocatoria [radial], emprendió la reescritura del diario en hojas sueltas pero de manera legible, sin tachaduras y con palabras elegidas. Tenía la esperanza de que su testimonio se conociera”, agrega Shalom.

Concretamente, de los 25 meses de anotaciones de su diario, Frank alcanzó a reescribir los primeros 21. Luego, su vida se convirtió en un tour de pesadilla: pasó al campo de tránsito Westerbork, en Holanda; luego, fue trasladada al de Auschwitz-Birkenau, en Polonia; y finalmente, al de Bergen-Belsen, en Alemania, donde llegó junto a Margot, su hermana.

Esta reedición de Eudeba, estuvo a cargo del traductor Diego Puls, quien lo tradujo directamente del original, en neerlandés. “Al traducirla se plantea la cuestión de si el texto constituye en primer lugar una obra literaria o un documento de época; la respuesta a esta pregunta influye de manera determinante en la estrategia de traducción adoptada”, sostiene Puls en declaraciones recogidas por el medio Clarin, de Argentina.

Puls destaca el valor literario de la novela que Ana construyó en base a sus diarios. “En La casa de atrás Ana se desarrolló de tal modo que terminó convirtiéndose en una escritora de verdad. La calidad del texto es indiscutible. Con todo, debido a las circunstancias en que se gestó y en que se publica ahora, se encuentra en una zona de tensión entre obra de arte y documento histórico”.

“Ana no escribía para sí misma, quería ser leída -añade Shalom-. Y de alguna forma, en las marcas de la reescritura está su actitud de escritora. La letra es prolija, las hojas están numeradas y sin enmiendas”.

En 296 páginas, el nuevo libro reúne ambas “versiones” del diario, la novelada y la espontánea. Así lo explica la casa editora en su sitio web: “Articula la reescritura del original que encaró la autora mientras estuvo escondida con textos en borrador que corresponden a los últimos cuatro meses de su vida [escondida]”.

Por ahora, esta reedición del Diario, está solo disponible en venta directa en el sitio web de la editorial, a 720 pesos argentinos (algo así como 5.500 pesos chilenos).

Ana Frank falleció en marzo de 1945 en Bergen-Belsen, producto de fiebre tifoidea, debido a las insalubres condiciones en que se encontraba. Le faltó apenas un suspiro para ver la liberación de campo, el 15 de abril siguiente, a manos de los británicos, cuando el curso de la guerra ya era favorable a los aliados y Hitler comenzaba a ver cómo se desmoronaban sus conquistas en Europa. Pero esa es otra historia.