En medio de un incómodo silencio Elvis dice “muchachos, si se van a quedar mirándome mejor me voy a acostar o, si prefieren, tocamos”. De la nada aparecen guitarras y Elvis se dirige al piano escoltado por John, Paul, George y Ringo levitando de felicidad por conocer al fin al máximo ídolo la noche del 27 de agosto de 1965, en su mansión en el 525 de la avenida Perugia way en Bel Air, Los Angeles. El rey del rock se sienta al piano para interpretar clásicos de su repertorio. Luego, en gesto enaltecedor, se atreve con I Feel fine, escrita por Lennon el año anterior, aunque firmada junto a McCartney como era habitual, número uno en EE.UU.. A esas alturas Elvis ya no está al teclado, sino que emula en un Fender bass las líneas de un sorprendidisimo Paul que exclama “bastante prometedor en el bajo, Elvis”. El repertorio incluye a Chuck Berry, como una manera simbólica de sellar en una sola sesión a los más grandes del rock.

Maravillosa secuencia.

Ojalá fuera cierta.

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La cumbre entre las más grandes estrellas musicales de la Tierra demoró meses en gestarse. Según John Lennon en Anthology (2000), “nunca estábamos ni en el lugar ni en el momento oportunos para conocerlo, (...) pero hubo mucho lío sobre adónde íbamos y cuánta gente debía ir”. En los recuerdos de Paul McCartney, “llevábamos años intentándolo, pero había sido imposible. Pensábamos que él y el coronel Tom Parker se sentían un poco amenazados por nosotros, cosa que a la larga fue cierto”.

Para Brian Epstein, el manager de The Beatles, las señales de una junta asomaron desde el momento en que Elvis y Parker les habían enviado un telegrama deseando suerte al grupo en su debut en el show de Ed Sullivan el 9 de febrero de 1964. El mensaje era obra del manager. Presley apenas se enteró.

Lo cierto es que el cantante que había detonado el big bang del rock en la década previa, tenía escaso interés por conocer a estos chicos encarnación del presente y el futuro de la música pop mientras él, con 30 años, simbolizaba tempranamente el ayer. Mientras The Beatles conseguía un número uno tras otro, entre 1964 y 1968 Elvis sólo alcanzó el tercer lugar de Billboard con Crying in the chapel en 1965, una balada archivada desde octubre de 1960.

La pandilla a su alrededor, la trístemente célebre “mafia de Memphis” -amigos de infancia y del ejército sin más oficio que celebrar sus chistes y esperar costosos regalos a cambio-, evitaba mencionar a la banda británica. Alan Fortas, miembro del séquito hasta 1968, contó en sus memorias cuan amenazado se sentía el rey. “La beatlemanía estaba en pleno apogeo y Elvis estaba asustado”.

“Como todos los artistas icónicos, era consciente de la competencia”, reveló Priscilla Presley en Elvis by the Presleys. “Entendía que los ídolos generacionales van y vienen, y que, para esta nueva generación, los Beatles eran los nuevos ídolos”.

Tom Parker y Brian Epstein discutieron no sólo la posibilidad de un encuentro privado, sino de interpretar un tema en conjunto cuando Elvis terminara la filmación de una enésima cinta. Sin embargo el productor hollywoodense Hal Wallis, que estaba tras las insulsas películas del rey, descubrió que el contrato impedía a Elvis una colaboración de ese tipo.

Parker siguió dilatando las negociaciones para asegurarse que todo se cumpliría según sus intereses centrados en excluir a la prensa de la cita, como prohibir fotos o grabaciones. Cuando informó los detalles al cantante, la reacción de Presley fue de poco entusiasmo. En el reporte de Gillian Gaar “Cruzando caminos: cuando Elvis conoció a The Beatles”, publicado en 2009 en la revista Goldmine, especializada en memorabilia rock, Elvis habría dicho “diablos, no me interesa conocer a esos hijos de puta”. Entre las especulaciones se dice que el intérprete nunca dejó pasar las sentencias de Brian Epstein prometiendo que The Beatles serían más grandes que el rey del rock, y comentarios de Lennon tildando de “cursi” el hit Heartbreak hotel.

A pocos días del encuentro, The Beatles había lanzado Help!. El disco, la canción y la película ocupaban los primeros puestos, en tanto Elvis venía llegando de Hawái tras filmar Paraíso hawaiano, tercera película en apenas siete meses.

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“¿Quién es el tipo más cool?” repetía la letra de Mohair Sam de Charlie Rich, como una especie de advertencia a los ilustres invitados. El single giraba una y otra vez aquella noche en la mansión de Bel Air. De hecho, fue la única canción de la cita que se extendió por cuatro horas. Son tantas las versiones de lo sucedido, que hay testigos como el asistente y roadie del cuarteto, Mal Evans, que aseguran que Charlie Rich estaba allí, en tanto la música que se repetía incesante en la mansión era la de Muddy Waters. Falso.

En el testimonio de George Harrison, abordaron limusinas, fumaron marihuana y muy pronto olvidaron hacia dónde se dirigían, como si conocer a Elvis fuera un mero trámite. Al llegar a la casa, “como en los dibujos animados de The Beatles, todos nos caímos del auto”, rememoró el guitarrista a mediados de los 90 en las entrevistas de Anthology. Ringo Starr dio un testimonio más creíble. “Yo estaba muy emocionado”.

En los recuerdos de Joe Sposito, uno de los miembros de la “mafia de Memphis” más cercanos a Elvis, cuando el grupo arribó había miles de personas en las afueras, a pesar del sigilo con el cual se había manejado la cumbre. Priscilla aterrizó la escena describiendo a un centenar de fans y fotógrafos alertados por el propio coronel Tom Parker, a pesar del carácter reservado del encuentro en el que tanto había insistido.

Desde el momento en que el cuarteto descendió en la mansión, comienzan a diferir los relatos. Algunos dicen, entre ellos Priscilla, que recibieron al grupo a la entrada. Los Beatles recuerdan ingresar a una casa en penumbras hasta arribar a un gran salón. En un gigantesco sofá con forma de “L” estaba reclinado Elvis tocando despreocupadamente un bajo Fender conectado a un amplificador siguiendo las líneas de Mohair Sam, que ya sonaba desde el tocadiscos como un loop. El televisor estaba encendido sin audio. “Tenía la tele puesta, que es lo que yo hago (...) puesta sin voz”, evocó años más tarde Lennon. “Hola chicos, ¿quieren tomar algo?”, habría sido la cálida bienvenida del rey a sus invitados, según recuerda Paul. Sin embargo, en otros testimonios, Elvis apenas se dignó a levantarse del sofá para saludar a los ingleses y su pequeña comitiva, comparado a las decenas de personas entre la pandilla de amigotes y las respectivas parejas, que solían circular a su alrededor.

Donde hay coincidencia es en lo que sucedió inmediatamente después: un incómodo silencio.

A partir de ese punto, los recuerdos de los presentes bifurcan radicalmente, casi todos alimentados por las mentes febriles de los miembros de la “mafia”, quienes por décadas escribieron libros dominados por memorias dudosas e interesadas. Marty Lacker, padrino de boda de Elvis en 1967, aseguró que fue idea del propio Elvis conversar un rato con los muchachos y luego proponer una jam. “Recuerdo haber pensado después, ‘hombre, si hubiéramos tenido una grabadora’”. Otro cercano, Alan Fortas, confirmó la tocata improvisada. “Sé que Elvis y los Beatles se metieron en una tremenda jam session esa noche, pero, curiosamente, fue más instrumental que de canto”.

Pero no solo los tipos de la “mafia” hablaron de la música que habrían interpretado en aquel encuentro, sino que del séquito Beatle también se perpetuó la tocata. En Anthology, Mal Evans da peculiares detalles. Como fan de Elvis preparó su mejor traje enviándolo a la lavandería. Cuando se lo entregaron venía con los bolsillos cocidos. ¿El punto? Ahí Mal solía guardar uñetas. En su testimonio, apenas llegaron Elvis preguntó si alguien tenía una uñeta a lo que Paul replicó despreocupado “sí, Mal siempre lleva una encima”, pero no pudo hacer nada por los bolsillos sellados. Partió entonces a la cocina a buscar cucharas de plástico para improvisar púas en una casa plagada de instrumentos.

Pero fue el propio John Lennon quien a lo largo de los años repitió una y otra vez que esa noche habían tocado con Elvis, provocando risas sarcásticas en los restantes Beatles cuando evocaron el encuentro para Anthology. “Yo nunca tuve una jam con Elvis, en lo absoluto”, asevera Harrison. “Debe haber sido en secreto en la noche”, ironizó Ringo. Entre las fabulaciones, el cáustico líder del cuarteto habría cuestionado apenas llegando al anfitrión por subordinar la música a  su carrera actoral.

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Los hechos más verosímiles son los siguientes. Ante el incómodo silencio sin que ninguna de las partes supiera muy bien cómo reaccionar, los Beatles pusieron atención al control remoto con el que Elvis manejaba el televisor. Los chicos de Liverpool jamás habían visto algo igual. Paul habría intercambiado algunos diálogos con Elvis por el Fender que tenía. “Me pareció fabuloso que le interesara el bajo”. John le habría preguntado de qué iba si siguiente película, a lo cual Elvis respondió desganado que era un campesino con guitarra conociendo chicas y cantando. O sea, la trama de la mayoría de sus cintas. Tanto Elvis como el coronel Parker aclararon a Lennon que la única vez que habían intentado algo distinto, la trama de El Indómito, las ganancias mermaron.

Ringo jugó billar tras una breve demostración de las cualidades tecnológicas de la mesa, que con un botón giraba y permitía lanzar los dados. George buscó desesperadamente un cigarrillo de marihuana hasta que Larry Geller, el peluquero de Elvis que lo introdujo en intereses místicos, sacó uno y se fueron a la piscina a hablar de hinduismo. Por su parte, Brian Epstein impresionó a Tom Parker cuando le contó que manejaba más grupos. El coronel no lo podía creer. Él se dedicaba en exclusiva al rey del rock, y así también su porcentaje era insólito y único en la historia del pop: 50% de las ganancias.

En la voluminosa biografía definitiva de Elvis escrita por Peter Guralnick, se asevera que Presley, Lennon y McCartney improvisaron un rato con guitarras. No obstante, Macca lo ha desmentido. Jerry Schiling, otro de los más cercanos a Elvis y probablemente el más aterrizado en sus recuerdos, descartó absolutamente la famosa jam en su libro Me and a guy named Elvis. “Nunca improvisaron juntos. Eso fue sólo una ilusión”.

Cuando Tom Parker dio por terminado el encuentro, regaló a cada miembro de The Beatles una colección de álbumes del rey del rock y chucherías incluyendo lámparas. Al grupo aún le restaban algunos días en LA, por lo cual invitaron a Elvis a visitarlos en la casa que residían en Benedict Canyon. El aludido mostró pocas ganas argumentando compromisos. Más tarde en privado exclamó aliviado que con recibirlos ya había cumplido con su “deber”. Joe Sposito telefoneó a Mal Evans al día siguiente excusando al jefe. Jerry Schiling fue por cuenta propia dos veces a la residencia Beatle. En una de esas visitas, Lennon le comentó que si no fuera por Elvis “yo no sería nada”.

Cuando el rey supo del comentario de John, apenas sonrió.

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Antes y después de la incómoda reunión con The Beatles (“diría que esa vez Elvis se comportó como un pelmazo”, sintetizó el portavoz del cuarteto Tony Barrow), el rey del rock tuvo varios encuentros notables muchísimo más relajados y espontáneos.

El 4 de diciembre de 1956 sucedió un cisma en los estudios Sun Records cuando coincidieron durante una tarde Elvis, Jerry Lee Lewis, Carls Perkins y Johnny Cash. Tocaron más de 40 temas que fueron grabados. Al piano, Elvis interpretó canciones de Bing Crosby, imitó a Jackie Wilson y repasaron material de Chuck Berry. La cita quedó inmortalizada como “El cuarteto del millón de dólares”.

Al poco tiempo de la reunión con Los Beatles, Elvis tuvo un encuentro con Tom Jones en un plató. El astro galés estaba en plena ebullición gracias al single What’s new pussycat?. Jones estaba perplejo cuando Elvis se acercó para saludar. Balbuceante, Tom le pidió si podían sacarse una fotografía. Mientras posaban, Elvis se puso a cantar temas del álbum de Tom Jones. “Me quedé mudo de asombro”.

La misma emoción sintió Robert Plant de Led Zeppelin tras un encuentro con Elvis en 1972. Después de compartir por más de dos horas, al momento de despedirse cantaron juntos Love me, una de las favoritas de Plant en el repertorio de Elvis. El rey y la banda de rock más grande de los 70 tuvieron otra reunión tres años después que incluyó regalos, cantos, historias de carretera, bromas y muchas risas.

Ninguno de Los Beatles volvió a ver al rey del rock excepto George Harrison que visitó su camerino en un show en los 70, cuando Elvis estaba en la fase parodia de sí mismo embutido en esos trajes bordados con joyas y gruesos cinturones.

Tal como en 1965, no lo pescó.