Mucho antes de escandalizar al Vaticano con el Tuca tuca, de que sus programas de televisión fueran grito y plata en Italia y España, y de convertirse en ícono de la diversidad sexual y las reivindicaciones de la mujer, Raffaella Carrà fue una niña actriz.
A los nueve años, descubierta por el director italiano Mario Bonnard, debutó en el cine. La cantante y presentadora apareció por primera vez en pantalla en blanco y negro y acreditada como Raffaella Pelloni, en la película Tormento del passato (1952), un drama sobre un gánster que vuelve a Roma después de años y se reencuentra con un antiguo amor y su hija, Graziella (Carrà). Su temprana interpretación se vio en el Festival de Locarno, en Suiza, uno de los certámenes más respetados de Europa.
Una década después la oriunda de Boloña –fallecida este lunes a los 78 años de edad– estaba compartiendo filmaciones con una de las mayores leyendas del cine de la península, Marcello Mastroianni, en I compagni (1963), del director Mario Monicelli. Nominada al Oscar a Mejor guión original, la cinta era un drama social sobre las injusticias que enfrentan un grupo de trabajadores en Turín.
En esa época también hilvanó roles secundarios en películas sobre Maciste, El Zorro y Julio César, para luego conocer a un titán del siglo XX. La Fox la fichó para que diera el salto a Hollywood y participara en El coronel Von Ryan (1965), drama bélico protagonizado por Frank Sinatra cuando La Voz ya registraba dos décadas ejercitando el músculo actoral.
El filme se ambientaba en plena Segunda Guerra Mundial y se centraba en un piloto de combate (Sinatra) que imaginaba un plan imposible para huir de un campo de prisioneros. Pero Raffaella Carrà no se impresionó demasiado con esa experiencia. Desestimó cualquier propuesta amorosa del cantante, 28 años mayor (“Estaba muy solo, parecía muy necesitado de cariño y me gustaba, pero la gente que lo rodeaba no. Y no estaba dispuesta a ser la ‘chica del jefe’”, dijo años después), y además firmó un rápido adiós y despedida con la industria estadounidense. Hollywood no era para la mujer de Fiesta.
“Cuando termina el trabajo a las cinco de la tarde todo el mundo sale de fiesta. Y yo ni me drogo ni bebo”, le respondió a El País el año pasado, marcando sus distancias con Los Angeles y sus estrellas. “Allí todo el mundo te dice ‘I love you’ enseguida. Para querer a alguien primero tienes que conocerlo, ¿no?”.
Sin ese paso atrás no se entiende su posterior dominio en la televisión de Italia, donde aspiraba a reinar más que en ningún otro lugar. Sus programas en la Rai en los 70, en los que desplegó desde Tuca tuca hasta Rumore, la consolidaron como un referente pop que trascendió fronteras. Sin necesidad, por cierto, de seguir incursionando en el cine, un amorío prematuro pero a la larga pasajero en su exitosa trayectoria, con el que se reencontró recién en 1980 en el musical Bárbara.
Pese a no tener ningún vínculo sanguíneo ni personal con España, terminó siendo una figura clave en la Península Ibérica, donde sedujo su rol en espacios italianos como Canzonissima. Tanto gustó en Televisión Española su participación especial en 1975 en ¡Señoras y señores! que en los últimos años del franquismo logró protagonizar La hora de Rafaella Carrà. En homenaje a su figura, la estación pública española anunció que este lunes emitirá una programación especial que incluirá el recuerdo a Hola Raffaella, el programa de entrevistas y shows que tuvo en los 90 en ese país.
Su idilio con España se vio cristalizado el año pasado en la película Explota explota, que se inspiraba en su cancionero imbatible para contar la historia de una joven que abandona a su prometido en el altar para iniciar una carrera en la televisión. La película del director Nacho Álvarez no era un acercamiento biográfico a su vida, sino que una carta de amor a su espíritu que contenía, además, un cameo suyo.
Esa pequeña participación fue su despedida final del cine y una de sus últimas apariciones en la pantalla. También, hasta 2016, ejerció como coach de la versión italiana de The Voice, mientras que la llegada del Covid interrumpió su rol a la cabeza de A raccontare comincia tu, programa de entrevistas basado en el español Mi casa es la tuya (el mismo que Don Francisco intentó replicar en Chile antes de la pandemia).
Carrà no concebía adaptar ese formato a los tiempos de las mascarillas y el distanciamiento social, como explicó en una de sus últimas entrevistas. “Si me tengo que sentar a dos metros de mi entrevistado y no puedo tocarlo o abrazarlo, se pierde parte de la esencia”.