Los astros tipo Matt Damon, Adam Driver y Catherine Deneuve vuelven a pasearse por las puertas del Palais des Festivals. Lo mismo Sean Penn, quien llega a presentar al festival un drama dirigido por él y protagonizado por su hija actriz, Dylan. En los primeros siete días de Cannes 2021 las imágenes que han circulado de esas figuras no distan demasiado de las postales que el festival solía liberar al mundo hasta mayo de 2019. No hay mayores rastros de alcohol gel, mascarillas o escudos faciales, y los gráficos se agolpan en gran número para sacar los mejores retratos de los invitados.
En su vuelta a la actividad después de casi 26 meses, el encuentro francés optó por un diseño que hace olvidar las restricciones por la pandemia. Eso a primera vista, porque, en rigor, el certamen cuenta con un laboratorio emplazado a unos metros de la alfombra roja en la que los mayores cineastas y estrellas del mundo del cine posan para presentar sus nuevas películas. Allí un equipo médico toma hasta 4 mil pruebas diarias de Covid a quienes asisten al evento; el protocolo más estricto aplica para aquellos que tienen su vacunación completa y provienen de fuera de la Unión Europea, que deben someterse a un nuevo test cada 48 horas.
Hasta el momento se ha mantenido reserva de la identidad de las personas que han dado positivo, pero la situación que vive la actriz Léa Seydoux disparó las alarmas. Este sábado se reveló que la intérprete francesa –ganadora de la Palma de Oro por Blue is the warmest color– puso en duda su presencia en la Costa Azul, debido a que dio positivo antes de viajar al evento. Está vacunada y es asintomática, pero de todos modos la divulgación de su caso derivó en que el secretario general del encuentro, Francois Desrousseaux, saliera a detallar que el máximo número de contagios que se han registrado por jornada son seis. Seydoux, por cierto, este lunes se ausentó de la alfombra roja de la premiere de La Crónica Francesa, de Wes Anderson, una de las cuatro películas que estrena este año en Cannes.
“Uno se siente como amenazado, a la vez que exaltado, alegre y de vuelta a una especie de libertad. Es ambiguo, es raro, es complejo. Es muy difícil llevarlo”, cuenta a Culto la directora ejecutiva de CinemaChile, Constanza Arena, quien acumula más de una década asistiendo al festival y tilda esta edición como la “más especial” de todas.
La cineasta Dominga Sotomayor, que este año llega a Cannes como la única chilena con una película con su firma dentro de la sección oficial, estima que la experiencia de ir a la sala de cine en el festival no ha cambiado demasiado. Básicamente, al interior se exige el uso de la mascarilla en todo momento, replicando el protocolo que se ha instaurado en el mundo en espacios cerrados para prevenir contagios.
“Es muy extraño pero las proyecciones son normales. He ido a muchas funciones, tienes que presentar un test negativo o certificado de vacunación. Lo bueno para los que quieren ver películas es que hay menos gente que otros años y es simple conseguir tickets”, dice la cineasta, que por estos días estrena la cinta colectiva The year of the everlasting storm (El año de la tormenta eterna), en la que aporta con un cortometraje filmado en pandemia.
Por lo complejo que aún resulta viajar y cumplir con las exigencias del certamen, el evento tiene como gran particularidad que se desarrolla con un volumen de asistentes más bajo que el habitual y, por lo tanto, se mueve un ritmo menos desenfrenado. Algo que aplica para la exhibición de sus filmes y también para el mercado que se monta en paralelo, el llamado Marché du Film, en donde la delegación chilena vuelve a tener presencia física en busca de cerrar acuerdos con distribuidores, agentes de venta y coproductores. Un contingente local que se despliega en frentes como el Docs in Progress Showcase Chile (con cuatro documentales en etapa de montaje) y la sección destinada a la animación, Animation Work in Progress Chile.
“Creo que normalmente en Cannes la gente anda en una vorágine, con la sensación de que si más reuniones tienes, más productivo estás siendo. Siento que ahora es todo al revés, ya que lo que necesitaban las personas era volver a conectarse presencialmente y humanamente”, señala Alejandra García, productora ejecutiva de Wood Producciones, quien detalla una situación propia del primer festival en pandemia: “El Marché en sí mismo está bastante pobre, eso es lo que se ha comentado mucho. Tú entras y no es como antes. Hay un vacío y las personas están más bien en la calle, justamente conectando con otros de otra manera”.
También hay quienes este año prefirieron no viajar y seguir las actividades del mercado de Cannes mediante la virtualidad, gracias a la plataforma que el certamen habilitó para su sección de industria. “Teníamos la posibilidad pero elegimos no ir, porque creo que la situación pandémica está peligrosa. Preferimos guardarnos para la próxima. Vamos a esperar a octubre para ver si podemos asistir a un festival presencial que nos interesa mucho, que es Sitges”, indica Sandra Arriagada, seleccionada en la sección Blood Window Showcase del Marché du Film con su película Muertas vivas, mientras en paralelo estrena el filme antológico Apps en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bucheon (Bifan). “Solo gracias a que fueron en formato online pudimos estar presentes en los dos eventos”, apunta.
Constanza Arena plantea: “Es importante retomar la actividad a un nivel físico, a un nivel humano, para reestablecer confianzas y manifestar la clara voluntad del sector audiovisual chileno de reactivarse presencialmente, y también porque hay muchas buenas noticias que dar”. Aunque, al mismo tiempo, concluye algo más a partir de sus días en Cannes: “Me doy cuenta de que va a tomar un poco más de tiempo lograr esa normalidad, sobre todo para Latinoamérica. Se ve que va a haber una especie de transición y que volver a lo que conocíamos va a ser difícil. Incluso, quizá no volvamos nunca a lo que era antes. Eso desde un punto de vista positivo, porque al parecer hay mucho más espacio para la reflexión, la introspección”.