Reconoce que la idea no fue suya, sino que de la editorial Alquimia Ediciones, pero que aceptó “feliz”, dice. Es que de alguna forma, en el corpus de la obra de Nona Fernández Silanes (50), la idea de ir revisando el pasado siempre ha estado presente. Entonces, el mismo concepto aplica para sus libros.
Todo partió con la reedición en 2019 de Mapocho, su primera novela (2002). Entonces fue un paso natural que se reeditara también Avenida 10 de Julio (2007), versión que acaba de llegar a librerías y -según explica- algo así como una “segunda pata” de su obra prima.
“Nunca había pensado en reeditar los textos, pero me parece que es un trabajo que hay que estar haciendo constantemente –dice Fernández vía Meet–. Dentro del imaginario de esta novela hay que ir reciclando: los trabajos, las ideas. Hay que ir revisitándolas, eso siempre es muy interesante”.
La portada de esta nueva edición viene con un subtítulo: “Edición definitiva”, aunque Nona relativiza el concepto. “Yo creo que esa es más bien es una sentencia del editor [Guido Arroyo] por darle una firma a la edición. Pero siempre las ediciones están abiertas a seguir reciclándose. Por lo pronto, es la más definitiva que existe, pero nada es definitivo en la vida, lo sabemos”.
Originalmente este libro es de 2007. ¿Qué tal la experiencia de volver a toparte con esta novela nuevamente?
La escritura del libro tiene casi 15 años, que fue el cálculo que saqué ahora. Se volvió bien interesante en la medida en que ahí volví a encontrar mucho sentido. La mirada actual renueva esas ideas y esa historia. Y tal como pasó con Mapocho, se me volvió aterrador pensar que esas ideas siguen teniendo continuidad y actualidad. Esta es una novela muy crítica de los años 90, muy crítica de la transición, muy crítica del modelo, y es muy interesante pensarla en un momento en que estamos intentando refundar todo eso. Y ya auspiciaba la necesidad de una revuelta, o de una grieta.
Fue casi como predecir el futuro...
Yo escribí este libro antes de la primera revuelta estudiantil. Una de las cosas que echaba de menos eran las movilizaciones, pensaba cómo era posible que nadie se queje. La novela habla de los movimientos secundarios, había un anhelo de volver a repetir eso. Lo sabemos, siempre la juventud es más arrojada. Cuando publicamos el libro recién se había producido la primera revuelta pingüina, y cuando lo cerré eso todavía no ocurría, y fue muy emblemático publicarlo cuando ya estaba enredado con una actualidad que estaba haciendo eso de esa necesidad que yo había planteado en el libro. Ahora me pasa lo mismo, es bonito ver que a 15 años plazo algo ha ocurrido, nos hemos movilizado.
Rebobinemos el cassette ¿Cómo fue que se te ocurrió la idea de esta novela?
Soy poco clara en mis procesos creativos, este fue bien enigmático. Tenía dos pulsiones. Una tenía que ver con una seducción completa por esa calle. Siempre me ha resultado tremendamente atractiva por lo chiflada que es, hay algo de la identidad santiaguina que está cifrada ahí, quería comprender esa escenografía, que es una escenografía de repuestos. De lo loco que es que aceptemos el pacto entre el delito (ríe) y el azar. Por ejemplo, nos roban una pieza del auto y vamos ahí a buscar esa pieza, y probablemente vamos a comprar una pieza que ha sido robada también, y lo hacemos en completa consciencia. Y cargamos con piezas que son de otros y de otras. Era una metáfora interesante, y también era una metáfora que hablaba de la fragilidad, de que somos seres incompletos. También que es una calle que se repite en muchas calles del mundo, las calles de repuestos, donde hay repuestos nuevos, pero la gran mayoría son usados, reciclados, robados, hay mucha chatarra ahí, hay mucho material para ir a registrar en el pasado, en la basura. Por otra parte, en esos años, a principios de los 2000, eran años que tenían que ver con un vacío que se volvía incomprensible para mí, que era el vacío de haber pasado por los 90 y haber comprendido que había algo que no estaba funcionando. Algo en lo que habíamos confiado -los que éramos más chicos en los 80 y no sabíamos lo que era la democracia- no estaba funcionando. Ese vacío me hacía pensar en que quizás tenía que salir a buscar alguna pieza para llenarlo. Con esos dos ejes empecé a pasearme. Salí a la cacería de la historia más que la historia me llevara.
El título original era Avenida 10 de Julio Huamachuco, y ahora se le quitó el “Huamachuco”. ¿Por qué?
Yo quería que el nombre de la calle fuese el epicentro de la novela, por lo tanto, del título. Y la calle se llama 10 de Julio Huamachuco. La fecha hace alusión a una batalla de la guerra del Pacífico, que muchos historiadores plantean que fue el fin de la guerra. Había algo en esa idea que yo quería trabajar en la novela, pero al final no la trabaja de manera tan evidente. Yo quería ponerle Avenida 10 de julio, y tras idas y venidas con la editora de ese tiempo, quedó ese título, pero nunca terminó de acomodarme. Además, la novela cifra una fecha que terminó siendo muy importante, más allá de la batalla. Fue una toma estudiantil emblemática, en 1985, que es la que intento revivir en la novela, por lo que ahí deja de estar vinculada completamente a la calle. Pero nada de esto yo lo tenía pensado, porque yo quería hablar de esa toma, y mientras escribía recordé que fue un 10 de julio. Luego pasó una cosa curiosísima, apareció la figura de Enrique Lihn y La pieza oscura como algo importante, fue como una banda sonora, sobre todo en el poema homónimo sentí que había una clave, y yo estaba revisitando esa clave con esta novela. ¡Y Lihn falleció un 10 de julio [de 1988]! ¡no lo sabía! ahí entendí que la clave estaba en la fecha, no en la calle.
Diálogo con el Chile actual
¿Cómo dialoga este libro con lo que pasa actualmente en Chile con el proceso constituyente?
Este proceso se ejerce a partir de una revuelta social -me gusta pensarlo así-, no de un acuerdo político. Fue una revuelta social que obligó a hacer un acuerdo político, que tenemos que seguir nos guste o no nos guste, pero que ha llevado a este proceso institucional de escribir una nueva Constitución, que no tiene a todos muy alertas, pero todo eso viene de un malestar. Yo creo que si en algo se emparenta este libro con el proceso constituyente es que este libro también se arma a partir de un malestar. Este libro se arma de eso, de que estamos incompletos, de que no somos nada sin las piezas de los otros. En ese sentido, la Constitución que vamos a escribir es un poco eso. Armar algo entre todos.
Fernández se da una pausa y agrega una idea respecto al vínculo de su novela con lo que está pasando en el país, y tiene un juicio crítico. Plantea una visión personal sobre el rol de la violencia que se vio y cómo, en su mirada, fue “tremendamente necesaria” en el proceso. “La novela propone la configuración de algo nuevo a partir de la movilización y la violencia. La novela termina con marchas y explosiones subterráneas y con un parto, y no hay nada más violento que un parto. Hay sangre y dolor en un parto. Hay un despliegue de energía tremendo. Creo que hemos estado viviendo algo como eso”.
¿Mencionaste violencia?
La violencia, sí. Creo que este proceso constituyente se debe, es hijo, de la reacción violenta de la gente frente a un sistema que ha ejercido la brutalidad por demasiado tiempo. La violencia es tremendamente necesaria si queremos generar cosas nuevas y si tenemos poderes fácticos que se niegan al cambio, ¿cuántos años la ciudadanía se movilizó pacíficamente solicitando cambios?, ¿Y cuál fue la respuesta? Así como ocurre en cualquier nacimiento, tiene que correr sangre y tiene que haber violencia. Un parto es maravilloso y es un espacio de completa violencia, que es muy distinto a la brutalidad. Y acá voy a citar a Jean Genet: una cosa es la brutalidad, y otra cosa muy distinta es la violencia. Nacer es violento. La violencia es parte de la vida. Sin embargo, la brutalidad que es ejercida por el poder organizado, eso es brutal. La brutalidad es la violencia sistematizada, construida para aplacar al resto. Para precarizar al resto.
La última vez que dialogamos fue en octubre del 2020, y ahí mencionaste que te gustaba denominar este proceso como “destituyente”, ¿sigues pensando igual?
Sí, sigo pensando lo mismo. Y eso lo estamos viviendo. Para constituir algo nuevo, hay que desbaratar algunas lógicas. Y eso se ha hecho evidente porque ha tomado un curso institucional, el “proceso destituyente” partió con la revuelta y lo hemos ido interiorizando. A nivel institucional comenzó el domingo pasado, y lo estamos comenzando a ver y lo vamos a ver cada vez más. Que Elisa Loncón, una lamngen, mujer mapuche, profesora, sea la presidenta de la Convención Constitucional, es sin duda un gesto destituyente. En la lógica en la que estábamos trabajando como país, eso jamás hubiese sido posible, pero hemos destituido esa lógica. Ella en este momento debe ser la única autoridad legítima de este país. Que parta su discurso hablando en mapudungún, es otra lógica destituyente. Y me parece maravilloso cómo inquieta a mucha gente.
“El show que ha hecho este caballero es increíble”
El Teatro Nacional Chileno va a reactivar su sala con Paren la música, idea original de Alejandro Sieveking, escrita por ti y bajo la dirección de Cristián Plana. Espera estrenarse en sala presencial, “si las condiciones sanitarias lo permiten”. ¿Cómo se va a realizar esto?
El Teatro Nacional cumplió 80 años hace muy poquito, y la idea era celebrarlo con esta obra, presencialmente. Era con aforo restringido, el Teatro Nacional es muy grande y es posible hacerlo así. Pero claro, nos encerraron de nuevo, eso se fue para atrás. Finalmente, se va a abrir el Teatro Nacional para estrenar el 11 de agosto.
Lo otro que ha pasado en el teatro durante la pandemia son las obras vía plataforma online...
Esa es otra cosa, estamos cansados de las pantallas también. Ahí no hay mucho que decir. Lo que ha ocurrido con el sector de la cultura y las artes escénicas está en un abandono impresionante. Hay muchas obras online, pero eso es un espejismo en términos de que para las y los trabajadores de las artes escénicas no significa ninguna retribución económica. Es más bien una manera de decir “aquí estamos”, “no hemos desaparecido, queremos seguir trabajando aunque no ganemos absolutamente nada”. Es súper doloroso. Nosotros mismos no hemos dimensionado la debacle, cuando ya la pandemia nos permita volver a abrir las salas, lo que se viene es muy triste. Incluso, me voy a ir más allá. No sé si los programas presidenciales, en cuanto a cultura están considerando la gran debacle que ya está ocurriendo. Es como si fuésemos a retomar como que aquí no hubiese pasado nada, ¡y ha pasado un ciclón! que ha dejado al sector desmembrado, con gente que ya no está trabajando en esto, que se fue a vivir a regiones, a la casa de los papás.
De hecho, el Teatro del Puente está haciendo una campaña de donaciones...
Pablo, todos los meses hacemos rifas, colectas, ollas comunas para sostener a diferentes compañeras y compañeros de instituciones queridas. Es atroz.
Entre otras actrices, firmaste una declaración de Chileactores apoyando el mandato otorgado a Catalina Saavedra a raíz de la querella puesta por el hijo de Bélgica Castro (Leonardo Mihovilovic) contra ella y Esperanza Silva. Las actrices dicen que Alejandro Sieveking les otorgó en vida un mandato respecto a la venta del departamento donde vivía con Bélgica castro para el funcionamiento de Casa Dramaturgia. ¿Qué piensas de todo esto?
Yo respaldo completamente todas las acciones que han hecho la Cata y la Esperanza. Yo estuve con Alejandro en sus últimos días, en el hospital. Se cuáles eran sus deseos, sé cuáles eran sus posiciones en el último minuto, y sé que la Esperanza y la Cata trabajaron e hicieron todo lo posible de que las peticiones de Alejandro pudiesen llevarse a cabo. Y todo el show que ha hecho este caballero en la tele es increíble.