Siete miradas al año de la tempestad. Mientras parte del mundo vuelve a sus actividades habituales y abandona la mascarilla pese a la amenaza de rebrotes, The year of the everlasting storm (El año de la tormenta eterna) opera como recordatorio de los meses más crudos de la pandemia global. Una mirada a escala humana de una crisis de alcances incalculables en todos los ámbitos, que ha tenido en la lona a la experiencia cinematográfica como la conocíamos.
Desde Estados Unidos, los directores David Lowery, Malik Vitthal y Laura Poitras retratan en distintos cortometrajes el confinamiento y las turbulencias propias del país, sacudido por un año de elecciones y las muertes de afroamericanos a manos de la policía. Aunque ese acento responde a que el proyecto es de origen norteamericano, la película se abre a incorporar las miradas de cineastas internacionales, obligados a filmar con lo que tenían a mano en medio de sus cuarentenas, ya sea historias de ficción o en forma de documental.
La realidad de China es capturada por el singapurense Anthony Chen y lo propio hace el reputado Apichatpong Weerasethakul con Tailandia. El más familiarizado con el ejercicio era el iraní Jafar Panahi (Taxi), quien durante años ha cultivado su cine pese a la persecución que enfrenta en su país y aquí ejerce además como productor ejecutivo.
Chile aparece de la mano de la perspectiva de Dominga Sotomayor, quien llegó este miércoles a la alfombra roja de Cannes junto a Weerasethakul, Chen y Vitthal para el debut mundial de la película. Los cuatro operaron como representantes del septeto que se sometió a filmar la pandemia. En el caso de la cineasta chilena es su debut con un trabajo propio en el encuentro francés, luego de triunfar en Rotterdam con De jueves a domingo (2012) y en Locarno con Tarde para morir joven (2018).
Con recursos limitados, Sotomayor decidió contar una historia pequeña en la casa de su mamá actriz (Francisca Castillo) en Peñalolén, donde vivió de niña y grabó su largometraje de hace tres años. Es una de las piezas de la película que ya gana elogios entre la prensa que asiste a Cannes.
“Se acerca a la pandemia de Covid-19 no tanto como un evento físico sino como un estado del ser, presentando una serie de secuencias poéticas que capturan la ansiedad, la incertidumbre y el aislamiento. Los siete estimados directores de la película abordan un tema difícil con gracia y humildad, resistiendo el impulso de proclamaciones radicales para señalar los pequeños momentos humanos que perduraron incluso durante estos tiempos oscuros”, argumentó Screen Daily, que la tildó como “maravillosa”.
“No había tenido la oportunidad de ver esta película en pantalla grande, y ayer la vi por primera vez junto a todos los directores. Se dio algo muy especial: los cortos se comunican entre ellos, sin que nosotros supiéramos lo que iba a filmar cada director. Creo que la película es como un documento de los primeros momentos de la pandemia, un retrato colectivo del estado en el que estábamos, y si bien todos son muy diferentes están conectados”, señala la realizadora chilena a Culto desde Francia. “No se trata de una película sobre la pandemia sino que de un registro muy íntimo de cómo cada director vivió esta crisis y cómo repensó el cine”.
Sotomayor, que además asiste como productora de su compañía Cinestación, también está en Cannes como una espectadora que siempre antepondrá la sala a cualquier otra vía de exhibición de películas. Desde ahí comparte sus impresiones.
“Hace más de dos años que no entraba a una sala de cine y en una semana he visto más de diez películas. Hay un ambiente muy especial de celebración, y creo firmemente en la experiencia de ver películas colectivamente y en la necesidad de encontrarnos; los amantes del cine estamos muy entusiasmados, se siente como un nuevo comienzo para el cine”, comenta.
“Es muy especial volver a encontrarse en persona con colegas, productores, agentes de venta. Ha sido muy positivo y, después de todo este tiempo, tengo muchas ganas de empezar una nueva película”, añade.