Liz Phair - Soberish

En una década Liz Phair (54) pasó de diosa del rock alternativo con lengua sincera sobre necesidades íntimas, responsable de un single definitorio de los 90 como Supernova (1994), a una especie de hazmerreír por intentar un sonido más producido. Sucedió entre el alabado debut Exile in Guyville (1993) y el álbum homónimo de 2003, vilipendiado por contar con productores como The Matrix (Avril Lavigne, Britney Spears). Su carrera aparentemente sufrió un frenazo con solo tres discos desde entonces incluyendo este, primer título en once años, aunque en el intertanto Liz Phair se convirtió en exitosa compositora para la televisión. Con Soberish se asocia nuevamente a Brad Wood, productor de los inicios, para una oferta atemporal, fresca y decidida, con un puñado de canciones que no olvidan las letras explícitas, el caso de Bad Kitty: “mi c*** (...) yace por ahí perezoso y gordo, pero cuando le gusta un hombre, sale a buscarlo como puede”.

Mientras las bandas de rock, apenas cruzan la cincuentena, recrean desesperadas los orígenes como torpe abrazo a la juventud, Soberish es consonante y natural a la edad de Liz Phair. El material ofrece pausas y elasticidad -las maravillosas Ba Ba Ba y Soberish, entre varios ejemplos-, exudando confianza y detalles imposibles hace tres décadas.


Pablo Ilabaca - Canciones para conversar con la muerte

Protagonista en más de una veintena de álbumes como ex guitarrista de Chancho en Piedra, el alter ego Joaco Sánchez, y en 31 minutos, este es el primer título solista de Pablo Ilabaca (44) “(...) inspirado en mis familiares, amigas, amigos muertos”. Convocó a reconocidos músicos como Titae, Felipe Metraca, Nano Stern y el Cuarteto Austral, entre otros, apartado de la guitarra que sólo ejecuta en un par de temas. Para una voz nasal y acotada como la suya, Ilabaca se impuso abordar una variedad de estilos de nostálgica evocación, construyendo un álbum vívido y colorido, que a ratos parece la banda sonora de una cinta stop motion con estética gótica y carnavalesca.

“Cada personaje que habite un cuerpo hablará con la muerte al fin”, canta en Todo el mundo querrá partir, la pieza que líricamente unifica al disco. Su costado más melódico tras el micrófono contiene algunas resonancias del estilo de Álvaro Henríquez, patente en Teniente 1945 y En el melonar, esta última una poderosa composición con aires de plegaria en el estribillo. Canciones para conversar con la muerte es un portal lúdico de melodías y decorados instrumentales de impecable ejecución para abordar el fin de la existencia, y una enésima prueba de la calidad y oficio de Pablo Ilabaca.


King Gizzard & The Lizard Wizard - Butterfly 3000

Incomparable y abrumador son calificativos válidos para describir a este quinteto australiano de rock en múltiples formas. Si mañana publican un título tropical o sinfónico, no quedaría fuera de juego en una discografía que desde 2012 arroja 29 álbumes de aventuras psicodélicas como pista central, más una serie de caleteras de jazz, heavy y thrash metal, progresivo, soul y boogie entre otras vías, todas experimentadas con sorprendente talento y propiedad.

En Butterfly 3000, segundo lanzamiento de estudio de este año, las ruedas giran en dirección a una electrónica con ecos de los setentas y los primeros ochentas. La decena de cortes se enlaza convirtiendo al disco en una sola gran pieza, que a la vez funciona subdividida a la perfección. La sonoridad de los sintes evoca a clásicos como Kraftwerk y Vangelis -la fenomenal Catching smoke- pero en plan bailable sideral, según los planos de Tame Impala en Currents (2015), como la matemática con guitarras acústicas talla las formas cósmicas y progresivas de Black hot soup. King Gizzard & The Lizard Wizard huele a trabalenguas y sus intereses diversos proponen constante expectativa ante cada nueva metamorfosis. Este traje retrofuturista y psicodélico les queda a la medida.