Aún no completaba sus estudios en el colegio, cuando ya había registrado experiencias en algunas de las principales radios del país de los años 40. No era la única, por cierto. “Hordas de estudiantes”, describe, “andábamos ofreciéndonos para hacer radioteatro”, por los estudios de Prat, Minería, Cooperativa y Santiago, algunas de las radioemisoras que rememora.
Shenda Román (1928, Tacna) almacena con nitidez el impulso creativo de aquella época, el mismo que posteriormente la llevaría a entrar a la carrera de Arte Dramático de la Universidad de Chile. Y de ahí, en una ráfaga de acontecimientos que definirían su robusta trayectoria, a conocer a su gran maestro, Pedro de la Barra, primer director del Teatro Experimental (Ituch); y luego a mudarse a la Universidad de Concepción, donde fue protagonista de una intensa estadía de cuatro años en el teatro penquista (TUC) junto a sus contemporáneos Delfina Guzmán, Luis Alarcón, Nelson Villagra y Jaime Vadell.
“No tiendo a pensar, ‘qué bueno que dicen de mí’. Yo digo de mí. Yo creo que tuve la suerte de nacer para esta cosa de la interpretación, del arte, y la felicidad de hacerlo. No tengo críticas a mi performance. Estamos hablando de cine y teatro. No de radio, que es una forma distinta, más exagerada si tú quieres, donde se nos exigía una dicción perfecta y podíamos jugar en un tiempo en que se podía hacer eso. La diferencia entre el cine y el teatro es muy pequeña”.
Siete décadas después de iniciar su carrera, la también docente, directora teatral y figura central del Nuevo cine chileno encara su primera carrera por el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales. En conexión vía Zoom desde su casa, cuenta que en un comienzo la idea de apuntar hacia la distinción –que se entregará entre agosto y septiembre– fue promovida por ella misma.
“Siempre lo pensé (la candidatura). Yo esperaba y esperaba, pero no pasaba nada, entonces dije, tengo que hablar, si no, ¿cuándo?”, explica la intérprete de Tres tristes tigres (1968) sobre los contactos que inició con el Sindicato de Actores y Actrices de Chile (Sidarte), principal patrocinador de su postulación, sostenida, dice, en “la seguridad de haber trabajado toda una vida, haber estado siempre, más de 70 años, al servicio del arte maravilloso que hacemos”.
Hoy su nombre suma cartas de apoyo de entidades como Chileactores, Femcine, la Cineteca de la Universidad de Chile y el Teatro Nacional Chileno, así como de sus colegas Héctor Noguera, Luis Alarcón y Malucha Pinto. También respalda su opción el cineasta Miguel Littín, quien la dirigió en El chacal de Nahueltoro (1969) y La tierra prometida (1973). Y le genera particular alegría el patrocinio que le brindó la Corporación Cultural de Artistas del Acero de Concepción.
A partir de la revisión del archivo de su carrera, dice: “De repente han aparecido obras de las que más o menos me acuerdo, porque de las fechas exactas, no. Me acuerdo de los espacios, de los tiempos, de pasar de una cosa a otra. Porque así somos los actores. No terminamos con una muy buena temporada de teatro, sino que viene la otra y encima ya estamos ensayando la próxima. Así fue durante muchísimos años”.
Su primer libro
“No soy escritora”, ataja Shenda Román. “No es que haga una correlación entre todo el trabajo que hice o qué opino de la gente que participó conmigo. Son hitos que a mí me conmovieron con el aprendizaje de la edad y de exilio. (En esa época) conocí mucho, me impresioné mucho, sufrí mucho, pero eso no me hacía perder la sensación de que estaba viva y que era mujer”, sostiene. “Yo fui feliz mientras escribía esto, porque no era feliz con los recuerdos”.
Así condensa el trabajo que la ha mantenido ocupada durante los últimos años: su primer libro de memorias, cerca de 80 páginas en que mediante su pluma y fotografías de archivo recorre parte de su carrera y vida, incluyendo su exilio en Cuba y un regreso a un Chile al que le costó adaptarse, sin extraviar en su relato el humor que la ha hecho una figura artística inconfundible. “No sé qué me pasa, pero siempre, por encima de lo malo, estoy siendo feliz. Si me hubieran preguntado si en este país se vive con felicidad, yo hubiera dicho que sí”, señala sobre la publicación que espera lanzar a fin de año.
Con ese mismo ánimo expresa que ha podido sobrellevar el encierro. Por recomendación médica, dice que ha dormido más de lo habitual, pero que también ha descubierto series en Netflix (cuenta que le gustó la danesa Borgen y va en la segunda temporada de El reemplazante, “muy bien escrita, los actores y la dirección están muy bien”) y que sigue activa con el Teatro Los Sobrevivientes, la compañía que creó con el dramaturgo Nelson Perucho Villagra, uno de los tres hijos que tuvo con Nelson Villagra, de quien se separó en el exilio.
Durante la pandemia, han nutrido el canal de YouTube de su iniciativa con fragmentos de la obra que montaron hasta 2015, Los predifuntos, y recientemente lecturas de poemas de Stella Díaz Varín (Dos de noviembre) y Pablo Neruda (Los enemigos).
-Por impulso propio o a través de algún ofrecimiento, ¿ha evaluado la posibilidad de participar en un proyecto teatral por Zoom?
No, pero no aceptaría. Esto lo soporto nada más que para conversar con ustedes. Cuando más una recitación, que no es malo.
-¿Ha podido ser espectadora de ese formato o no le parece interesante?
Debe ser muy interesante, pero cuando se logre. Es muy difícil. Hay mucha buena intención. A lo mejor toda esta camada actual de jóvenes va a descubrir una forma que no la va a abandonar y va a ser cada vez mejor. Es lo que les ha tocado y tienen que luchar contra eso.
La intérprete de 92 años tampoco evita la última controversia del medio actoral chileno: la acción legal que presentó Leonardo Mihovilovic, hijo de Bélgica Castro. El único heredero de la actriz Interpuso una querella en contra de Esperanza Silva, directora de Chileactores, y Catalina Saavedra por supuesta apropiación indebida de los bienes de su madre y de Alejandro Sieveking, ambos fallecidos en marzo de 2020.
“Me parece que es una lástima que dos actrices de esa categoría estén en un tema como este. Yo creo que ellas tuvieron las mejores intenciones del mundo. Confío”, señala Román, a lo que agrega: “Lo único que sé es que quiero que salga muy bien todo esto y que las compañeras de Chileactores lo hayan hecho con mucho cariño. Chileactores ha sido muy importante, nos ha apoyado mucho”.
El cine
Aunque su gran amor siempre han sido las tablas (“el teatro es sanador, es lo más grande que exige la actuación”), algunos de los papeles que le han otorgado más notoriedad en los últimos años han sido películas, como La voz en off (2014), de Cristián Jiménez, y el cortometraje de Francisca Alegría premiado en Sundance, Y todo el cielo cupo en el ojo de la vaca muerta (2016). Curiosamente, su rol más reciente es también el primero de su carrera en el cine: El tango del viudo y su espejo deformante, la cinta de Raúl Ruiz terminada en 2020 por Valeria Sarmiento y la productora Poetastros a partir de un rodaje inconcluso de 1967.
“Con (Luis) Alarcón y la Delfina (Guzmán) fuimos invitados a ver si recordábamos algo pero no recordábamos nada. No era una película que se hubiera terminado. El esfuerzo de hacer eso tiene un valor, habrá que respetarlo”, plantea acerca de la recuperación del material original.
-Desde que tuvo sus últimas apariciones en cine, ¿ha rechazado participar en nuevos proyectos?
Así fue. Durante este último año ya no acepto nada. Cuando no acepto, converso con las personas, porque quienes me ofrecen cosas es gente muy tierna. Yo les digo que no quiero hacer viejas tontas. Que cuando escriban algo para los viejos, que escriban algo sobre la vida de los viejos, de lo que hemos vivido, de lo que podemos decir todavía. Porque no todos los viejos estamos mal, podemos hacer cosas muy fuertes. Esa fue la última vez que dije que no a la televisión, de donde siempre me han estado tentando. No puedo hacer cualquier cosa. No sé hacer cualquier cosa, (como) una viejita que sufre porque se le fue la hija.
-Busca que tengan cierto espesor.
Tienen que hablar de lo que hemos vivido las mujeres. ¡Qué entretenidísimo! Hasta puede salir mucha carcajada de todo eso, porque el humor aflora siempre en los peores momentos. Ojalá no me muera antes de poder incentivar eso, de tal manera que se escriba… Y que lo haga otra gente, si hay actrices muy buenas en este país.