Probablemente su nombre le sea familiar a quienes acostumbran leer las páginas de Pulso o son habituales a las informaciones económicas, dado que es la dueña de uno de los negocios gastronómicos más exitosos de los últimos años en el país, la heladería Emporio La Rosa. Pero Teresa Undurraga (52), “Tere”, como firma sus correos electrónicos, no solo tiene sus intereses puestos en los emprendimientos y la cocina.
Pasa que también le gusta la literatura, y hasta ahora, nunca se había animado a escribir. “Participé en talleres literarios de lectura y escritura muchas veces en mi vida -cuenta a Culto-. Para efectos de esta novela participé del taller que Diamela Eltit dicta en Nueva York para la NYU, fui invitada por ella y después me inscribí en el diplomado de escritura creativa de la UDP”.
Incluso, Undurraga agrega: “He sido lectora y escritora desde la más tierna infancia, acarreé mi diario de vida por todas partes”.
Eso fue el puntapié inicial que vio la luz con la llegada reciente a las librerías de su primera novela Las niñitas bien no usan bikini, linda, vía editorial Emecé. Un debut donde narra el paso de la infancia a la adolescencia de una chica de clase alta durante la dictadura, pero de familia simpatizante de izquierda en un entorno marcado por el catolicismo y la fidelidad al régimen.
¿Hubo gente que leyó y le corrigió estas páginas antes de que se animara a publicar?
Por su puesto, el trabajo de edición fue muy arduo y tuve la fortuna de hacerlo y vivirlo con Daniel Hopenhayn. Cuando ese proceso terminó tuve cuatro escuderas fantásticas que no sólo lo leyeron, me animaron a publicarlo. Sin esas lecturas, este libro no habría visto la luz. Escribir para publicar, para ser leído, no se parece en nada a escribir para uno mismo. Es una experiencia infinitamente superior.
¿Cómo nació la idea de escribir esta novela?
Esta novela nació porque me plantearon la idea de escribir la historia del Emporio la Rosa como emprendimiento, contar cómo nació la idea y cómo se fue desarrollando y cuando empecé me di cuenta que no podía llegar a la parte del emporio sin antes contar esta historia.
Del Emporio a los libros
Usted viene del mundo del emprendimiento gastronómico, con el Emporio La Rosa. ¿Cuánto de esas vivencias quiso volcar en la novela y logró hacerlo?
Este libro cuenta la historia previa al Emporio. Todas las vivencias que están plasmadas en la novela me constituyen como persona, y mucho de eso hizo que me transformara en una emprendedora.
Dado lo anterior, ¿no se siente una “intrusa” en el mundo literario?
No sé lo que es ser o no una intrusa en el mundo literario. Creo que los seres humanos somos multidimensionales y que una empresaria tiene el mismo derecho a escribir un libro que un carnicero o un profesor de literatura. El hecho de escribir está relacionado con la necesidad de contar más que con de qué mundo el autor provenga. En todo caso, mi mundo es el mundo creativo en cualquier expresión, cocina, destilación, escritura. Como persona y como mujer jamás me he limitado.
Esta novela, al tener una protagonista que se llama Tere -como usted- es una autoficción. ¿Por qué decidió escribirla así?
Porque es la historia que quería contar en primer lugar. Quise salir inmediatamente al pizarrón, arriesgar con un relato muy íntimo, para después quién sabe, entrar a la ficción.
Sobre los 80 se ha escrito bastante. ¿Qué tiene de diferente su novela de otras que se ambientan en la misma época?
Todo, cada novela propone un mundo en específico. Si se tiene suerte y el trabajo se hace bien, los lectores son capaces de entrar a ese mundo fácilmente. Si se parece a otras o toca temas por otros tocados, es asunto del lector hacer el trabajo de ponerla en el lugar que le demande, o compararla. En lo que a mi respecta, la literatura toda se trata de tres o cuatro temas. En las pulsiones humanas no somos tan diferentes, las personas nos parecemos más de lo que nuestros egos quieren aceptar y eso es una verdad más allá de la década donde se emplace un relato.
¿Algunos referentes que le hayan servido para la novela?
Creo que para escribir hay que leer, y en simultáneo. Se encuentran registros, voces, formas que facilitan el proceso. Es como una conversación por escrito. Mantuve abiertos muchos relatos en mi proceso de escritura. Desde Lucia Berlin, Mauricio Redolés, Paulina Flores o Camila Gutierrez hasta Rafael Gumucio, (que adicionalmente me ayudó en un taller específico de escritura autobiográfica) y por supuesto mis diarios.