César Vallejo - Trilce
Originario de 1922, es el clásico de acaso el mayor poeta peruano: César Vallejo, uno que perfectamente pudo haber ganado el Nobel antes que Vargas Llosa. El poemario Trilce fue fundamental en la vanguardia latinoamericana, en esos años donde las letras buscaban renovarse de los anquilosados patrones de escritura precedentes. Desde acá, Vallejo se une al verso libre, el mayor rasgo de la poesía del siglo pasado. “Vallejo se sumerge en el inconsciente y la exploración humana presentando los textos de forma casi onírica, y de alguna manera, primitiva, se puede percibir una animalidad, un instinto de conservación del lenguaje”, comenta Victoria Herreros Schenke en el sitio Cine y Literatura.
Patricia de Souza - El último cuerpo de Úrsula
Es la aclamada novela de la oriunda de Ayacucho, publicada en el año 2000. Souza nos lleva a la historia de una periodista de 30 años que sufre una parálisis después de sobrevivir a un accidente. Esto la hace repensar el cuerpo, y por ende el deseo y las formas de los afectos. De alguna manera, pone en el tapete el horizonte de cómo se piensa un cuerpo desde la mirada femenina. Más de alguien resultará con el piso movido tras leer estas páginas de la ya fallecida autora.
Julio Ramón Ribeyro - La palabra del mudo
Exponente de la llamada Generación del 50 de las letras de su país (que incluye también a Mario Vargas Llosa y Carlos Eduardo Zavaleta), Ribeyro, inconfundible con su bigote, fue un periodista y escritor que descolló en su tiempo, sobre todo con este volumen de cuentos. Original de 1972, agrupa casi un centenar de cuentos, donde, en su estilo, los personajes atraviesan momentos de dolor y angustia. “En la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos [hombres y mujeres] que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz -dijo alguna vez-. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias”.
Blanca Varela - Luz de día
Si hablamos de poesía en Perú, hecha por mujeres, el nombre obligatorio es el de Blanca Varela. Es quizás alguien de la estatura de Idea Vilariño y Alejandra Pizarnik. Este fue su segundo poemario, publicado en 1963. Surrealista y complejo, el volumen es un viaje por luces y sombras. “En Luz de día queda de manifiesto el contraste entre luminosidad y oscuridad que atraviesa su obra. Aparecen también la precisión, las palabras elegidas con mesura, la permanente contención que en ocasiones se desborda”, señala la poeta chilena Victoria Ramírez en una columna dedicada al libro. Varela, es una autora que en nuestro país ha tenido un redescubrimiento importante en los últimos años.
Alfredo Bryce Echenique - Un mundo para Julius
Un clásico de las letras del país vecino. Original de 1970, narra la ciudad de Lima de veinte años antes, en la que vive Julius, un niño quien vive cómodamente en una familia adinerada, pero a quien el mundo de sus empleados no le es indiferente. A partir de ahí, la novela hace una crítica a la clase alta limeña, y dispara contra la hipocresía, el racismo y la división de clases sociales, acaso resabios de la poderosa elite peruana de origen virreinal. “Con esta novela Bryce Echenique entra al ruedo elegantemente vestido de luces, con una espada muy fina y con un corazón tan grande como el Perú”, dijo Pablo Neruda sobre esta novela.
Gabriela Wiener - Llamada perdida
Este libro, publicado en 2014, es una colección de relatos autobiográficos, en el estilo directo y honesto que caracteriza a la limeña, una de las escritoras fundamentales del último tiempo en el Perú. Si bien parte de su propio material, su objetivo es tocar la fibra de quien la lee. “Aunque parta de mi punto de vista y mi subjetividad, lo que me interesa es que la gente se sienta retratada, que se mire en esas páginas, que cuando hablo de mis experiencias relacionales, maternales, sexuales o de mi intimidad, ese material sirva para hablar de unos lazos que van más allá de mí, mi familia y mi vida privada, de lazos y conflictos que compartimos todos, afectos en los que estamos todos metidos. O desafectos, pasiones y odios”; declaró la misma Wiener en entrevista con BBC .
Katya Adaui - Geografía de la oscuridad
Otra autora de las letras peruanas actuales que hay que tener en cuenta. En este libro, Adaui -originaria de Lima- presenta una colección de relatos donde disecciona lo que se conoce como familia tradicional. Un libro incómodo, aunque necesario. “Desde ese territorio, he disfrutado mucho de la narrativa de Adaui, escritora peruana que trabaja y reside en Argentina -escribe la crítica literaria de El País, Marta Sanz-. La sierra dentada de su observación fractura anatomías que sufren escoliosis y operaciones de cuello y espalda; las casas tienen grietas o se incendian o están infectadas de insectos”. La misma autora reafirmó ese concepto en entrevista con El Comercio: “En este libro busco pensar ambas cosas y explorar las ambivalencias, las zonas de frontera, de ambigüedad que también tienen los seres que supuestamente más nos aman. No creo en ese sentido en la familia como el lugar del amor incondicional. También la familia puede ser el lugar del daño más absoluto”.
Francisco Ángeles - Austin, Texas 1979
Francisco Ángeles es uno de los mayores talentos de la prosa peruana en la última década, gracias a un estilo ágil y veloz para desmembrar tormentos enraizados por años en la vida de cualquier ser humano: no cualquiera consigue con gracia tamaña fórmula. Esta novela de 2014 es una gran muestra. Tras acabar un matrimonio que apenas duró un par de años y declararse divorciado cerca de los 30, Pablo comienza un peregrinaje que incluye sesiones psiquiátricas, una amante ocasional y un padre que le revela un secreto que no tiene que ver con algo que hizo; precisamente lo contrario, guarda relación con algo que no hizo. Con aquello que no fue, con esa existencia nunca vivida que a veces amarga mucho más que el destino que finalmente sí nos toca. Así al menos sucede en este texto trepidante, a momentos tan intenso como emotivo.
Bonus track: Adiós a la revolución es otro título imperdible de este autor radicado en EE.UU. y que se ha especializado no sólo en el tema de las guerrillas para sobrevivir a nuestros propios enemigos internos, sino que también en las guerrillas que marcan pauta noticiosa y que suceden a diario en nuestra Latinoamérica.
Daniel Alarcón - La balada de Rocky Rontal
Daniel Alarcón es otra coordenada ineludible de la cultura peruana en las décadas recientes. Escritor afincado en Nueva York, periodista para distintos medios de EE.UU. y Latinoamérica, y productor y presentador del reconocido podcast Radio Ambulante -quizás el mejor en español-, Alarcón tiene una facilidad admirable para detectar buenas historias y narrarlas bajo acentos tan distintos como la tensión o la reflexión. Y ahí caben desde relatos de inmigrantes hasta otros de campesinos azotados por la marginalidad.
La balada de Rocky Rontal recoge precisamente esa clase de personajes, todos carentes de heroísmo, todos con universos fracturados donde el provenir no existe. Peor aún: el futuro sólo está para que se siga haciendo trizas.
¿Un relato imperdible? La concursante: la historia de una adolescente que vende su alma (casi literal) a la TV para obtener a cambio algo de reconocimiento. Las consecuencias no serán las mejores.
Jaime Bayly - La noche es virgen
El “inefable Barclays” como reza su alter ego en los relatos que semana a semana se pueden leer en Culto, no podía estar ausente de este listado. De su particular, irreverente y ágil pluma, que entretiene y atrapa al lector, rescatamos esta novela de 1997, ganadora del Premio Herralde de Novela de aquel año. En este relato, Bayly nos sumerge en la Lima noventera donde seguimos la vida de un joven acomodado y gay llamado Gabriel Barrios quien, como un Holden Caulfield incaico, detesta su cuidad y por ello escapa a frívolos viajes a Miami. Pero siempre termina regresando a una muy pacata ciudad que a veces le resulta algo farragosa. Aunque -como los cantos de sirena- la noche y los excesos siempre lo llaman, y él no pide que lo aten al mástil.
*Música
Traffic Sound - Traffic Sound (1970)
Está claro que la historia nunca es demasiado justa: la escriben los vencedores y casi siempre bajo caprichos que relegan a otros igual de valiosos. De alguna forma, eso no ha permitido valorar al rock peruano en su justa estatura y calidad, sobre todo a fines de los 60 y principios de los 70, con un sonido y un arrojo creativo que los debería haber tenido en la primera línea continental (lo mismo que sucedió con Los Jaivas un par de años después).
Traffic Sound es una banda formada en Lima que coge el ánimo lisérgico, ensoñado y experimental de las agrupaciones del hemisferio norte, pero con una cadencia propia de Latinoamérica; aunque cantan en inglés, hay un innegable sentido vernáculo, además de un cóctel de guitarras, flautas, teclados y vientos finamente calibrados. Su segundo disco es la mejor muestra.
Chabuca Granda - Tarimba negra (1978)
La gran divinidad de la música criolla peruana. Con su voz diáfana recorrió casi todas las etapas de la canción de su país, desde la Lima más señorial y orquestal, hasta el pulso afroperuano, interpretado con guitarra, cajón y pasión sublime. Su obra fue declarada Patrimonio musical de la Nación y cualquiera de sus discos corrobora esa reverencia; aquí, una pieza de fines de los 70 que exuda madurez, con timbres de jazz, modernidad y sonidos andinos. El arullo, Canterurias o La herida oscura son puro deleite.
Yma Sumac - Mambo! (1954)
Si la voz de Chabuca a momentos fluye aterciopelada, Yma Sumac pulverizó cánones y supo ir a contracorriente. Como soprano, sorprendió al mundo con una interpretación elástica, aguda, indomable, que parecía dispararse en las más diversas direcciones. Puede molestar, sorprender, aunque nunca resultar inadvertida. Una suerte de soberana inca que se paseó por donde quiso -desde Broadway hasta Hollywood- e hizo propios los ritmos latinos propios de fines de los 50, como el mambo y el chachachá.
En Sumac, no hay paralelo alguno; todo en ella resuena único. Oro puro en un disco como el que aparece a continuación.
Renata Flores - Isqun (2021)
Oriunda de Ayacucho, esta cantante y compositora no sólo canta en quechua, asoma como la herdera de las otras grandes damas de la música peruana y transmite con su arte los cientos de años de tradición incaica; todo aquello, que ya es mucho, lo hace sobre bases hip hop, melodías que remiten a la música urbana, y loops y percusiones machacantes que se dan la mano con cajones afroperuanos, arpas indígenas y tarkas. Pocas veces la tradición ha mirado de forma tan horizontal a la modernidad. Escuchar a Renata Flores -la nueva diva del pop quecha, como la definió el sitio Gladys Palmera- es cortar un boleto hacia un universo saturado de los colores más disímiles.
Susana Baca - Susana Baca (1997)
Otra figura femenina irresistible. Pero con un toque más sereno: desde el folclore y la música afroperuana, Baca ha trazado crónicas de un Perú más íntimo, con personajes que lloran, sufren y viven en las calles de un país siempre intenso. En sus discos -o en temas como Negra presuntuosa- también vale oír sus letras, donde se perfila a una observadora de ritmo grácil.
Frágil - Avenida Larco (1981)
Puede sonar algo aventurado, pero el grupo Frágil establece algo así como el ingreso del rock peruano a la modernidad de la gran industria musical: ese planeta donde aparecen vocablos como videoclips, singles, grandes conciertos, himnos generacionales, hits radiales y un largo etcétera. Una serie de hitos muy similares a los conseguidos por Los Prisioneros en Chile.
De hecho, Frágil -pese a tener una cuna más vinculada al rock progresivo- también logra su gran suceso en los 80, partiendo con este disco, emblema de un período de agitación política y social en Lima. Avenida Larco -con su carácter urgente y sus sonidos de sirenas correteando manifestantes- es una canción esencial de la música peruana y ha trascendido el paso del tiempo.
Manzanita y su Conjunto - Trujillo - Perú 1971-1974
La búsqueda e inventiva de los instrumentistas peruanos tuvo uno de sus puntos cúlmines entre fines de los 60 y principios de los 70, cuando decidieron usar las guitarras eléctricas, abandonadas por las bandas rockeras, en combos de cumbia que destilaban puro baile y sabor. El resultado fue una original fusión bautizada como cumbia chicha y que precisamente suena así: con la malicia de ambos mundos, con cierto picor seductor, como si las mezclas propias de la gastronomía peruana se hicieran ritmo y canción.
El sello Analog Africa, especializado desde hace años en rescatar géneros o personajes de las latitudes más recónditas, editó esta temporada un compilado del guitarrista Manzanita, quien adaptó su timbre eléctrico a las cumbias y las guarachas, en un maridaje selvático, ideal para viajeros que desean ir más allá de la postal turística.
Autobús - Cuerpos de luz (2017)
La escena independiente peruana también ha dado señales de evolución y renovación en los últimos años, con apuestas eclécticas y con una personalidad bien definida. ¿Un ejemplo? Autobús, activos desde mediados de los 2000 y con un cancionero donde la electricidad y los teclados desembocan en melancolía y evocación, todo bajo al estela de patrones como The Cure, Echo & the Bunnymen, Soda Stereo y hasta contemporáneos como los mexicanos Zoé.
Los Saicos - ¡Demolición!: The Complete Recordings (2010)
¿Nació el punk en Perú? Así dice la leyenda y así lo dicta el cliché melómano. Nos gusta también creer que una banda limeña se adelantó en casi 15 años al desmadre y la estridencia de The Ramones o Sex Pistols en Nueva York y Londres. Nunca quizás lo sabremos con rigor, pero a menos el grupo en cuestión se llama Los Saicos y es la mejor manera de culminar un listado: con el volumen a tope y con ganas de salir a rugir con todo.