“No puede ser. No puede ser. Qué tristeza”, tuiteó en sus redes sociales el sitio Eterna Cadencia, una de las páginas especializadas en literatura de la Argentina. Es que no se referían a cualquier cosa. Este miércoles la poeta trasandina Tamara Kamenszain falleció a los 74 años, a causa de un cáncer, según informó el diario Clarín, de Buenos Aires.
Nacida en la capital federal argentina, en 1947, Kamenszain fue poeta, pero también ensayista y ejerció el periodismo de cultura. Entre sus libros más destacados en poesía se encuentran La novela de la poesía (2012, que reúne la totalidad de su obra poética), Solos y solas (2005) o El eco de mi madre (2010). Y en cuanto a ensayos, rescatamos La boca del testimonio (2006).
Su escritura era tenía una mirada sensible, y apuntaba a las heridas. De hecho, solía citar a Roland Barthes al referirse a ese punto. “El llama a esa herida el punctum. Si usáramos el controvertido ‘me gusta-no me gusta’, te diría que ese estímulo que me provocan algunos productos del arte es mi termómetro de si algo me gustó o no”, dijo Kamenszain en 2020.
Es decir, para ella, la cosa no se trataba de gustos, era algo más. Una obra tenía llegar al fondo y removerla. “Si eso no me pasa con un libro, con un cuadro, una obra de teatro o una película, si no me despierta ganas de escribir es que no me tocó, no me hirió…Y el summum es cuando no solo me estimuló a escribir lo mío, sino que también y sobre todo, me estimuló a escribir a secas”, añadió.
Tanto fue así que un libro suyo, El libro de Tamar (2018) desarrolló un híbrido entre ensayo autobiográfico y novela sobre la relación que mantuvo con el narrador Héctor Libertella, de cuya unión nació el también escritor Mauro.
Alejada de “la pureza de lo artístico”
Como decíamos, Kamenszain fue poeta y ensayista. Pero también se desempeñó en otras actividades involucradas con el mundo del libro: docente, bibliotecaria, periodista, editora. Todas esas ocupaciones, según manifestó en una entrevista con Clarín, en 2020, le sirvieron para su trabajo escritural. De hecho, no creía en esa especie de romanticismo del escritor solo dedicado en cuerpo y alma a escribir todo el día.
“Leer por dinero para mí es una parte esencial del hecho de leer. No tengo esa creencia romántica de que los escritores no tenemos que tener otros trabajos -como el periodismo, la enseñanza, la edición, etcétera- porque se echaría a perder su vocación -dijo-. A mí todos ellos me ayudaron en el camino bajándome a tierra, alejándome de las mistificaciones y de la actitud de supuesta pureza de lo artístico. De todos saqué y sigo sacando, además de dinero para sobrevivir, más frutos que los que hubiera obtenido de haber estado dedicada siempre exclusivamente a la literatura”.
Consultada en 2015 por el sitio Eterna Cadencia, apuntó cuáles eran sus diez libros imprescindibles. Esos que de una forma, le tocaron el punctum: Poemas humanos, de César Vallejo; Legión extranjera, de Héctor Viel Temperley; Kaddish, de Allen Ginsberg; Extracción de la piedra de la locura, de Alejandra Pizarnik; Poemas, de Osvaldo Lamborghini; La novela luminosa, de Mario Levrero; La preparación de la novela, de Roland Barthes; En medio de Spinoza, de Gilles Deleuze; Eichmann en Jerusalem, de Hanna Arendt y El género gauchesco, de Josefina Ludmer.
Entre otros reconocimientos, Kamenszain obtuvo el Konex de Platino en 2014, el Premio de la Crítica de la Feria del Libro, el Primer Premio de Poesía Festival de la Lira, el Primer Premio Municipal de Ensayo, la beca de la Fundación John Simon Guggenheim y la Medalla de Honor Pablo Neruda del Gobierno de Chile.