Es legítimo haberse refugiado en un título de probado éxito a la hora de escoger una comedia para ver durante la cuarentena. Todas las producciones más emblemáticas de los últimos 30 años están completas en las principales plataformas de streaming (Seinfeld es la única excepción pero pronto debiera sumarse a Netflix) y, cada una a su manera, brindan la dosis de calidez necesaria en tiempos inciertos.
En un año en que muchos (re) descubrieron a The office, Community o Malcolm, también fue el turno en que se erigió como un éxito una serie sobre el fracaso, la amistad y la vulnerabilidad, cuyo corazón empalmó bien con el contexto mundial. Ted Lasso, la historia de un entrenador de fútbol americano que llega al fútbol inglés sin saber nada sobre el deporte que en su país llaman soccer, se convirtió en un bálsamo ante el desastre global. Su optimismo imbatible frente a cualquier derrota lo transformó en una figura entrañable e icónica de una época probablemente irrepetible para la humanidad.
Luego de obtener 20 nominaciones a los Emmy (récord para una producción nueva en categorías de comedia), nadie debiera asombrarse con que en septiembre la ficción de Apple TV+ se imponga como gran ganadora de su rubro y que su protagonista, Jason Sudeikis, repita sus triunfos de los Premios del Sindicato de Actores y los Globos de Oro. Más sorprendente es cuán sólida se mantiene en su recién estrenada segunda temporada, la prueba de fuego para muchas ficciones televisivas que luego de asomar como revelaciones nunca pueden volver a rozar el techo de su debut.
Resistido en un comienzo por el núcleo y el entorno del Richmond FC (jugadores, dirigencia y prensa), Lasso parece no enfrentar fuerzas antagónicas al inicio del nuevo ciclo. Su estilo finalmente logra acomodarse a la idiosincrasia británica y a las estructuras de la institución, hasta que una tragedia en un partido de la liga deriva en que uno de sus jugadores se bloquee mentalmente y se sugiera la llegada de alguien externo que ayude a revertir la situación. La escogida termina siendo la psicóloga deportiva Sharon Fieldstone (Sarah Niles, vista el año pasado en I may destroy you), una especialista que justifica desde un inicio su contratación y que subterráneamente amenaza con disparar la tensión con el protagonista y su círculo estrecho.
Pero la serie juega con maestría cuando se trata de subvertir los clichés. En la primera temporada la lógica habría indicado que era una gran posibilidad que Rebecca (Hannah Waddingham) y Keeley (Juno Temple) colisionaran en un gran choque. Una es la nueva dueña del club y la otra es una modelo y entonces novia de una de las mayores estrellas del equipo. Sin embargo, la historia las acerca y la química entre ambas traspasada la pantalla. Lo mismo con el machismo de los astros del Richmond FC: en vez de ser dibujadas como figuras estereotípicas decididas a acabar pronto con el periodo de su inexperto entrenador, poco a poco van surgiendo nuevas capas, hasta que aparecen como personas de carne y hueso.
Por eso, cuando su personaje principal enfrenta el arribo de la psicóloga, el resultado es menos una guerra interna que la oportunidad de redescubrirse tanto personal como grupalmente. Un giro al que la comedia se aferra mediante el carisma de Sudeikis, también uno de los creadores de la ficción, y la destreza de la sala de guionistas para conservar el equilibrio cuando se trata de abordar conflictos alrededor de un hombre eminentemente bueno. Es parte de la confirmación de los méritos que provee el regreso de una serie que finalizará su segunda temporada en octubre y que luego, probablemente en 2022, retorne con un tercer ciclo ya anunciado por Apple TV+. La fe en Ted Lasso está intacta.