Billie Eilish ha vuelto sobre nosotros. Aunque en rigor, su presencia -con esa mirada pálida y esas facciones luminosas que igual transmiten un ánimo en penumbra- nunca se ha ido del todo: es la gran estrella del pop de los últimos años, con un palmarés que reporta un Grammy como Álbum del año por su primer disco (When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, de 2019) y escalas en festivales como Coachella, pero también con una propuesta de recursos moderados, sin borracheras de producción o trucos de estudio, quizás acorde con los tiempos austeros del planeta actual. Una adolescente intentando retratar el mundo desde la habitación de su hogar.
Y, por lo demás, con una prestancia estética que hace frente a la cosificación del cuerpo femenino, subrayando la simpleza y la naturalidad.
Con todos esos antecedentes, hoy llegó a las plataformas su segundo título, cuyo nombre puede parecer simbólico o irónico (Happier than ever) y que desde su anuncio se encumbró como una de las producciones más esperadas del año.
¿Ha estado a la altura de las expectativas? El periódico inglés The Guardian destaca que el disco parte entregando señales del manifiesto privado que podría abrir esta segunda entrega, a través del tema Getting older: “Me estoy haciendo mayor”, parte advirtiendo la cantante, para luego seguir con “ahora tengo más sobre mis hombros”.
The Guardian resume: “El tono de este disco es bastante más sombrío que el de su debut”. Luego sigue: “Las canciones Your power y Getting older abordan la coerción sexual, la primera de manera explícita, la última de manera más indirecta, pero el tema principal del álbum es la fama y su impacto negativo en una persona en el ojo de la tormenta: los acosadores acechan, las relaciones se arruinan, la privacidad es invadida, la incapacidad de apagar el parloteo de la opinión pública sobre cada aspecto de su vida personal hace estragos en su salud mental. El tema incluso se filtra en las canciones de amor del álbum: en la canción principal, Eilish se pregunta si el objeto de sus afectos ha leído sus entrevistas y entra en pánico por revelarlas todo en Internet; My Future lucha por sopesar un romance con el progreso de su carrera”.
En la reseña del medio británico -firmada por Alexis Petridis- también se apunta que la arquitectura musical es la idónea para tal relato, con “voces que se desvían de murmurar y susurrar, a cantar con inflexión de jazz, pero nunca pierden el sentido de intimidad; la electrónica evidentemente mezclada para ser escuchada con auriculares; el sombreado ocasional de guitarra o piano: su sonido se siente más tenue, menos llamativo”.
En torno al mismo trabajo, producido por su colaborador principal y hermano, Finneas, el también medio inglés The Independent resalta que es una suerte de testimonio acerca de la vida en choque con la cultura de las celebridades; pero que, pese a ser un tema lejano para la gran mayoría de los mortales sobre esta Tierra, la estadounidense logra reducirlo a algo común: “Happier Than Ever está lleno de cosas con las que la mayoría de nosotros no tenemos que lidiar (acuerdos de confidencialidad, entrevistas, paparazzi) y, sin embargo, Eilish las teje en torno a problemas universales, con tal habilidad para las letras agudas y perspicaces que nunca se ven como su propio diamante”.
“Una artista que asegura su estatus como una gran estrella generacional”, es el título ampuloso con que la revista NME encabeza su propia crítica, aplaudiendo también las nuevas composiciones: “Aunque es poco probable que su lugar entre sus filas haya estado alguna vez en duda, Happier Than Ever establece completamente a Billie Eilish como una de las artistas pop más importantes de su generación y, mejor aún, lo hace sin repetir un solo truco del debut que puso su vida patas arriba”.
El diario español El País marca un contrapunto con sus pares británicos, pese a igual regalar entusiasmo en su texto: “Billie Eilish ya no está tan deprimida”, asegura en su titular, para después rematar: “Happier Than Ever, con 16 canciones, no decepcionará a los buscadores de lúgubres augurios. Los demonios siguen ahí, agazapados para presentarse en cualquier momento. El abuso emocional, la falta de confianza, los mensajes de autoafirmación, los acosadores en redes sociales”.