Claudio “Pájaro” Araya (Antofagasta, 1958), eximio intérprete del charango, el triple y el cuatro venezolano -entre otros instrumentos-; figura clave de la investigación y el desarrollo de innovadoras posibilidades en torno a los ritmos y sonidos nortinos; fundador del grupo Huara (1978) y requerido instrumentista con pasos por Congreso, Los Jaivas, Los Celestinos y hoy integrante estable de Chico Trujillo, La Floripondio y Bloque Depresivo, es también un fanático de la música electrónica.
“La música que a mí me gusta, la de ritmos folclóricos, es bien pegada. Y la música que hacen las bandas de carnaval es bien pegada, porque repiten varias veces las cosas que hacen, van tocando por un camino. La electrónica es parecida, pone un pulso y te repite una cuestión durante horas. Ahí hay una similitud”, explica.
Algo de ese cruce de mundos en apariencia distantes se materializa en Danza, el segundo disco solista que Araya publica con su nombre y sucesor de Comparsa huara (2007), que llega este viernes 6 de agosto a las plataformas. Un álbum de 15 canciones instrumentales y probablemente el trabajo más arriesgado de un artista que ha hecho buena parte de su carrera en torno a la experimentación. Algo que quedó plasmado en su innovador e influyente trabajo junto a Huara, en su discografía en solitario y también en proyectos como Cabezas Rojas, el desprejuiciado álbum de música del mundo que publicó hace dos años junto a Aldo “Macha” Asenjo -”folk rock chileno experimental post-andino”, le llamaron-, su principal aliado artístico de los últimos años, además de compañero de giras, tocatas y casa (viven juntos en las afueras de Santiago).
“Este disco (Danza) está más centrado en lo que siempre he hecho, porque con los viajes uno va conociendo y absorbiendo nuevas cosas. Todas estas giras con Chico Trujillo y el Bloque (Depresivo) han sido súper beneficiosas, como que uno ve cosas que a lo mejor vio antes pero no se dio cuenta”, dice a modo de trasfondo de su nuevo álbum, más cargado al minimalismo, al vínculo de la música con el movimiento, a pasajes hipnóticos y tribales, y sobre todo a enfoques poco explorados en el cancionero local, como el encuentro de las cuerdas y vientos andinos con sintetizadores, la tradición y el retrofuturismo, la raíz folclórica con máquinas y recursos tipo Kraftwerk.
En ese sentido, Araya asegura que tras varias décadas de carrera y riguroso estudio encontró el desprejuicio y la libertad estilística definitiva que ya había ensayado con Huara, además de los caminos para desarrollarlas. “No sé si hay que esperar a tener 60 y tantos años para hacerlo, pero es como una madurez, una libertad. Y soy muy amigo de la libertad”, declara.
Parte importante en este viaje de deconstrucción y redescubrimiento ha sido el propio “Macha” Asenjo, quien también tiene una participación protagónica en las canciones de Danza, donde aporta máquinas y teclados, como se lee en los créditos de la contratapa del álbum. De hecho, las 15 canciones se gestaron y grabaron en la casa que ambos comparten hace tiempo y que funciona como centro de operaciones del estudio y el sello Perros con Tiña. El mismo donde registraron el LP de Cabezas Rojas y en el que, por estos mismos días y desde hace cerca de un año y medio, ocupan el tiempo fuera de sus habituales giras por América y Europa ensayando el repertorio que los une.
“Tengo la suerte de vivir con el Macha, en el mismo estudio, en la misma casa. Es como un laboratorio de científicos locos y ahí experimentamos”, cuenta Araya sobre su principal socio creativo en la actualidad, con quien también comparte la barba larga y blanca, lo que a lo lejos invita a una posible confusión.
“De vez en cuando conoces a una persona con la que hay química de inmediato. Con el Macha resultó al tiro lo que podíamos hacer para adelante, no estaba pensado, fue así nomás. Entonces hay un ánimo de siempre seguir haciendo. Y ha sido muy bueno, muy fructífero para los dos”, agrega.
La artista y compositora Kinética (Emiliana Araya), hija del multiinstrumentista, y el músico experimental Diego Ahumada también son parte de los créditos de Danza, que su autor define como un viaje -hay una progresión entre el tema 1 y el 15, explica- y también como un trabajo en torno a la idea del movimiento y el baile, algo que conoció de cerca en su infancia en el norte y en sus días como músico pasante del Centro de Danza Espiral.
De hecho, la intención del músico es complementar el lanzamiento con un registro en vivo de las nuevas canciones en un teatro sin público y acompañado de un cuerpo de bailarines a cargo de la coreógrafa Valeska Castillo, docente del Centro Espiral.
Escucha aquí Danza.