Si hay algo que la escritora argentina Pola Oloixarac (43) hace muchas veces mientras dura esta conversación vía Meet, es reír. Incluso, cuando se marcha por breves instantes para atender a su hija, de vuelta no le cuesta recuperar el tono risueño. Lo hace como si fuese tomar aire o decir una palabra cualquiera sin pensar.
Algo de ese espíritu bastante cómico tiene su novela Mona. Original de 2019, acaba de llegar a Chile a través de la editorial Neón. Desde Barcelona, donde reside, cuenta que la idea de narrar la historia de una escritora peruana, Mona, quien viaja a Suecia para participar -junto a otros autores y autoras- de la entrega de un premio, nació inspirada por las lecturas de su adolescencia, como Bukowski o Henry Miller.
“Ellos hacían una autoficción de lo que era vivir en bohemia y escribir, y me di cuenta de que no había una variante femenina así. Una escritora que fuera una mujer lanzada, no ajena al uso de drogas, de alcohol y con ganas de acostarse con muchos (ríe)”, dice Oloixarac, a quien más de una vez llamamos “Mona” en vez de “Pola”. Corrige solo una vez, luego se rinde.
En rigor, el carácter bohemio y vividor de Mona es un punto inicial. A medida que se avanza en las páginas, descubrimos que hay más capas en el relato. “Quería que la historia fuera un poco como un thriller sicológico. Hay un crimen, pero está oculto, no lo conocemos y está cifrado en el cuerpo de Mona. Esa es la idea del libro”.
En general, en la novela se muestra una visión bastante divertida pero a la vez crítica del mundo literario. ¿Qué cosas le gustan y cuáles le disgustan del mundillo?
Es meterme en un territorio donde el gran maestro es Bolaño, si hay alguien quien escribió de forma genial sobre ese mundo fue él. Me resulta fascinante porque es una manera de pensarlo como un teatro contemporáneo, teniendo una pequeña población donde podés observar sus comportamientos. De alguna manera, cada uno de esos autores están encarnando lo que se espera de ellos en la cultura contemporánea. Era como “hagamos una comedia con toda esta gente”, para mí fue muy divertido, ¡venía tomando notas de toda la gente que vengo conociendo! (ríe). En algunos casos no tuve que retocar demasiado para volverlos graciosos o caricaturescos, ya se presentaban así.
¿Algunos que pueda nombrar?
(Ríe) Mira, de muchos me olvidé el nombre, y a otros los quiero reencontrar porque quiero saber en qué andan. Te puedo contar que hay escenas que sí tuvieron lugar. Una vez me atacó un escritor español en una cena. Yo acababa de llegar y él estaba hablando cosas de la literatura argentina, pensé que era un chiste, y le dije que la mejor literatura es la española. Empecé a pontificar, mencioné a Javier Cercas, ¡y él se lo tomó en serio!, se dio una situación como violenta, ¡se paró, se enojó y se fue! La de los escritores es una etnia bastante graciosa, como que tienen mucha confianza en su cultura, en su inteligencia, y eso entrega las condiciones para generar un personaje cómico.
Hace un relato de la entrega de premios en literatura. ¿Se inspiró en alguna situación real que haya vivido?
Nunca estuve en una situación así de estar esperando un premio, como le pasa a Mona. Pero me parecía bueno organizarlo así, esa gente está ahí compitiendo por algo, por más que solo una distinción, están luchando por dinero. Era bueno para la trama, para la situación de la comedia.
Mujeres y libros
En una parte, a Mona le critican “no tener puta idea de cómo narrar”, ¿es algo que también le ha ocurrido?
Es la crítica punzante, ¿entendés?, pero que a la vez atraviesan todos los narradores, porque cada vez que alguien empieza una novela, no tiene ni puta idea de cómo enfrentar eso. Si nos ponemos a pensar qué es lo que viene a ser escribir, no sabemos, ni idea. Es una crítica que forma parte del folklore, que se les dice sobre todo a las escritoras cuando empiezan, seguro que a mí me lo dijeron.
En su libro muestra un mundo literario con mucha presencia femenina. ¿Cree que actualmente las mujeres escritoras tienen el espacio que se merecen en la literatura?
Me parece que ahora hay muchísimo lugar para las escritoras, cada vez se les lee más, tanto en Estados Unidos como en el habla hispana. Eso porque las editoriales se van dando cuenta que los lectores cambiaron. Entonces, tenés muchas editoras mujeres, muchas lectoras que tienen ganas de leer las experiencias de otras mujeres. Hay un montón de cosas que no formaban parte de lo literario que de pronto se vuelcan al mercado de los libros, porque hay más gente interesada en saber qué es lo que escriben las mujeres. Los libros escritos por mujeres traen muchísimas novedades, por ejemplo con la maternidad. No sé si es muy relevante seguir publicando cierto tipo de libros, de tipos borrachos que hablan del culo de sus amantes, o al menos tienen que existir de otra manera.
En una parte de la novela un personaje hace una reflexión, a partir de un libro de Modiano, sobre ser cinematográfico en la literatura., ¿Qué piensa sobre eso?
A mí lo que más me gusta de la literatura es todo lo que no sea cinematográfico. No es algo a lo que le daría mucho valor a un libro. Justamente los libros hacen lo que Netflix no puede hacer, que es crear ciertos paisajes mentales, generar situaciones con la prosa, con la frase, manejar un nivel de ironía. Es un proceso mental mucho más fino que ver a una chica caminando en la calle filmada. Son artes muy diferentes, y el cine está bueno cuando explota las capacidades que la literatura no tiene, pero la literatura tiene capacidades que el cine no le llega ni a los talones.
La sátira de la política
Pola Oloixarac no solo ha publicado novelas. Regularmente escribe columnas en La Nación, de Argentina, donde habla de personajes políticos que estén haciendo noticia en el momento. Pero su tono no es sacramental, pues emplea la sátira para referirse a gente como Alberto Fernández (“colecciona humillaciones como otros juntan figuritas”), Axel Kicillof (“es un hijo mimado de la progresía porteña”) o Victoria Donda (“parece operar bajo la fantasía de que es un hada del bien”).
¿Por qué le gusta abordar esos temas?
Me encanta escribir de política porque me parece que es nuestra herramienta contra el poder, lo que nos queda. El poder es como especie de realeza que hace lo que quiere y es mi manera de estar en Argentina o de luchar por las cosas por las que yo creo. Como creo que en muchas cosas el gobierno tuvo un manejo oscuro y muy malo. Por otro lado, son un poco irresistibles estos personajes, porque están cortados para la caricatura, son de un absurdo ambulante, me inspiran mucho, y el peronismo en general es una gran musa. Los políticos argentinos me dan mucho material.
¿A qué se refiere con lo del manejo oscuro y muy malo?
Bueno, por no decir criminal. En Argentina hay más de 100 mil muertos (por el Covid-19), en una de las cuarentenas más largas del mundo, que dejó a niños fuera del sistema educativo. Viendo cómo se manejó en España y en Estados Unidos, me parece muy cínico que (las autoridades) no respetaron nunca el aislamiento social, mientras hubo gente que la metieron en cana y perdió la vida por el aislamiento. Tanta gente no se pudo despedir nunca de sus seres queridos porque estaban estas reglas que el gobierno nunca pensó en cumplirlas, porque no eran para ellos. Este gobierno tiene muchas tendencias autoritarias, y un desinterés total por la equidad de los ciudadanos ante la ley.
En un momento de la novela toca el tema de la izquierda en Latinoamérica, ¿Cómo la ve actualmente?
(Ríe) Si por izquierda se entiende por ejemplo a la dictadura que está ahora en el gobierno en Cuba, lo veo muy mal y espero que caiga cuando antes; si por izquierda se entiende al gobierno bolivariano de Venezuela, también deseo que termine cuando antes; no han servido ni como utopías -que es lo que fueron en los 60- ni tampoco en la práctica. Me parece que lo mejor que tiene la izquierda son formas para inspirar al capitalismo a mejorarse, lo que pasa es que eso ya lo está haciendo el capitalismo. Miralo a Trump, que te habla del rol del Estado, y si él lo hace ¿qué le queda a la izquierda? ¿Entendés?, como que se quedaron sin agenda. La derecha se volvió estatista, y me parece que sería muy bueno que la generación más grande que nosotros haga una autocrítica, porque nunca la hizo. Y me parece absurdo que nuestra generación siga tolerando los errores de esta supuesta utopía que no funcionó y no va a funcionar. Eso no quiere decir que no me parezca bueno que haya representación.
¿Alguna opinión sobre lo que pasa en Chile?
Con un amigo mío, que es medio argentino-chileno, Gonzalo Garcés, bromeamos que en Chile los dos seríamos de izquierda, a pesar de que en Argentina somos llamados como gente de derecha. En Argentina todo está movido para un lado. A mí me parece importantísimo que exista acceso a la educación en Chile, no sé si es de izquierda o no, pero es algo importante y fundamental. Ahora, sé que lo que viene a ser derecha o izquierda depende mucho del lugar, y la verdad es que yo no podría opinar sobre la derecha en Chile, porque esencialmente no la conozco. En Chile, evidentemente hay otra familiaridad con la fuerza, porque ya en las monedas aparece el lema “Por la razón o la fuerza”, que es un lema que a mí me resulta completamente alucinante y que hace que tenga ganas de conocer y explorar mucho más de Chile.