“Queríamos evitar ser sensacionalistas”: la historia del filme sobre el estallido social que debuta en Sanfic
Radicado en Nueva York y con experiencia en el activismo social, el director chileno Virgilio “Vee” Bravo viajó al país en noviembre de 2019 con la idea de realizar un documental que registrara imágenes de la crisis. Aquí, el realizador y la montajista del largometraje detallan a Culto cómo terminaron retratando tanto las manifestaciones como los primeros meses de pandemia y de qué manera se escogió el enfoque coral de la cinta.
“Entrar, grabar y salir”. Recurriendo a la máxima síntesis, Virgilio “Vee” Bravo explica bajo esos términos el proceso que completó entre noviembre de 2019 y octubre de 2020 y cómo esa cronología se aprecia en la narración de su documental Primera: una construcción lineal que se nutre del registro del inicio y el primer año de estallido social.
Luego aporta matices a esa idea: “Esta no fue una producción que sólo llegó, grabó y salió. Hemos mantenido un vínculo con todo el mundo y se han creado amistades profundas. Pienso que es importante decir eso, porque uno es artista pero también es un ser humano y miembro de familia. Creo que hay que juntar todo eso para poder hacer un trabajo de calidad”.
Radicado en Nueva York desde que era niño, Bravo ha desarrollado una carrera como director y activista social en Estados Unidos. Realizó el documental Estilo Hip Hop (2009), un viaje por la música como vía de escape de realidades opresivas en Latinoamérica, y se encontraba desarrollando un proyecto audiovisual en las cárceles neoyorquinas cuando se originó la crisis social del 18 de octubre. Decidió viajar a su país de origen y conseguir en tiempo récord financiamiento y un equipo que lo acompañara.
“Yo llegué en noviembre, habían pasado tres semanas y todo era un caos, cultural, político, social. Llegué a algunas personas por conocidos y a otras las fui descubriendo gracias a otras comunidades”, relata a Culto el cineasta, quien pronto se decidió a dar forma a un largometraje con un alcance global. “Con la perspectiva de vivir afuera pero ser chileno, era consciente de que había varios públicos para esta película. Hay una multitud de voces dentro del estallido social, y todas son importantes, pero empezamos a enfocarnos en algunos personajes y a ver quién podía contar el cuento, para que la historia pudiera tener un impacto en la gente fuera de Chile. Para mí siempre el objetivo fue registrar para el país lo que pasó, pero también que saliera”.
Ese fin, bajo cierta óptica, ya se cumplió: su estreno mundial fue en el Festival de Tribeca (Nueva York) de este año y actualmente es parte de la Competencia de Cine Chileno de Sanfic, donde se exhibió este domingo, agotando sus entradas antes del término del día.
Con una extensión de cerca de hora y media, el documental se concentra en un puñado de manifestantes que cuentan sus historias y demandas, al tiempo que el filme brinda una cronología desde octubre de 2019 hasta la realización del plebiscito un año después y expone imágenes de las protestas en el centro de Santiago y en regiones.
La montajista chilena Elisa Correa –residente hace siete años en Nueva York– se integró al equipo de la cinta una vez que Bravo regresó a Estados Unidos con el registro que acumuló hasta el inicio de la pandemia. “Había mucho material que podíamos trabajar, por lo que el primer desafío era determinar qué tipo de películas queríamos hacer. En documental puede haber millones de formas de hacer una narración”, indica la realizadora, quien detalla como una de sus inspiraciones durante el proceso el filme The square (2013), sobre la crisis política y social de Egipto de 2011.
Durante la realización, Bravo se movió bajo un concepto clave: “No tengo poder solo porque tengo una cámara”. “No me importaba si era alguien que conocíamos en la calle o alguien con quien teníamos una conexión más profunda, nunca hicimos una entrevista en la calle en tres minutos”, señala el cineasta sobre el tratamiento de Primera.
El comienzo de la pandemia los encontró aún en grabaciones y significó un revés inmediato para el filme: el director planeaba que el fin de la historia sería el plebiscito, inicialmente fijado para abril de 2020. Pero las circunstancias lo llevaron a regresar a Estados Unidos y luego viajar a Santiago en octubre, cuando se conmemoraba el primer año del estallido.
“El Covid nos dio mucho más tiempo para reflexionar, seguir a los personajes, y ahí la película empezó a respirar un poco más. Pudimos llegar a los hogares de los personajes y estar más tranquilos con ellos, luego de que entre noviembre y marzo todo hubiera sido en la calle”, dice el realizador.
Antes y en medio de la pandemia, una de las decisiones autorales del documental que se conservaron es que resguarda la identidad de los integrantes de la llamada “primera línea” de la crisis social. “No era necesario, esto no es un reportaje de televisión. Es un retrato de lo que pasó durante 12 meses”, apunta Bravo, mientras que la montajista define: “Queríamos alejarnos completamente de ser sensacionalistas”.
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