Francisco Molina: “Yo tuve la suerte de poder tocar en varias bandas hasta que me topé con Álvaro y Titae. En las otras bandas uno tocaba covers y uno que otro tema propio muy parecido a The Police, los Stones, los Beatles o Serú Girán. Con Álvaro era muy distinto, porque él desde el principio se planteó en esta posición de hacer un riff de tal manera que no sonara igual a tal grupo. La única persona con la que he tenido una conversación estética sobre música, el año 83 o por ahí, fue con Álvaro. Y creo que esa conversación nos marcó para siempre. Ahí quedó claro que no podíamos copiar tan descaradamente a Elvis, a Chuck Berry, Little Richard o a Stewart Copeland. Teníamos muchas ganas de tocar, pero queríamos ser creativos. Me festejo de haberme encontrado con Álvaro, porque esa conversación me dio el tono para saber que tenía ahí un compañero para salir cagando de Concepción e irme a Santiago” (ríe).
Ángel Parra: “El Álvaro tuvo siempre claridad de que sus canciones eran buenas. Y fue un momento especial cuando me invitaron a participar, porque no era tan evidente que un trío que se llamaba Los Tres se transformara en un cuarteto de la noche a la mañana. Para mí fue una sorpresa, una sorpresa hermosa. Ensayábamos muchísimo, tocábamos en todas partes, en escenarios donde había pura gente de derecha, en escenarios donde había pura gente de izquierda, en donde fuera. No nos preguntábamos nada, llegábamos y lo hacíamos”.
F. Molina: “Nosotros empezamos a tocar el 82. Hicimos una carrera previa de mucho tocar y esa fue la constante en la manera de trabajar la música. Del 82 al 90 tocamos bastante, casi todos los días en la casa de mis viejos, y desarrollamos ese sonido junto a Titae. Pero no teníamos idea de los detalles de un estudio de grabación. El Álvaro trataba de investigar cómo sonaba la voz de Elvis o de Gene Vincent, el pedal que usaba Andy Summers, pero era información que costaba harto tener. Lo único claro era que teníamos que sonar como sonábamos siempre, con una sonoridad cercana al rock and roll y particularmente a los Stray Cats. Por mi lado, tenía un video de Buddy Rich en que la batería sonaba impresionante y con Álvaro lo veíamos hasta el cansancio. El Frank Zappa live in New York lo sabíamos de memoria. Escuchábamos folk, Los Jaivas, Congreso, Alice Cooper, Frank Sinatra, AC/DC, Mel Tormé... Teníamos toda esa maleta a disposición. Concepción era una ciudad melómana y creo que esa transversalidad en los gustos de la comunidad penquista está en ese disco. Recuerdo que el primer track que grabamos, en la casa de un DJ acá en Concepción, fue En Jamaica y, cuando lo escuchamos, cachamos que sonaba bastante bien, nos dimos cuenta de que en vivo a la gente le encantaba. Después llevamos ese mismo cassette a radio Gabriela FM en Concepción, hinchábamos las pelotas, Álvaro llamaba para que lo pasaran, hasta que de repente la pusieron, y la siguieron poniendo, y eso ya fue el fin del mundo para mí. Vámonos de acá, vámonos a Santiago”.
Álvaro Henríquez: “Me acuerdo que tenía muchas ganas de grabar. Y muchas ganas de producir. En ese tiempo no sabía producir bien, solamente tenía referencias de los grupos que me gustaban, entonces le comunicaba eso al ingeniero, Jorge Esteban, y él hizo un buen trabajo. Muy buena onda, un ingeniero chileno muy talentoso”.
Jorge Esteban: “Yo había hecho otros trabajos con otros grupos, me sentía parte de la escena. Había grabado antes Para los arqueólogos del futuro, de Congreso, y En el bunker, de Fulano. También Buscando chilenos, de Sexual Democracia, el séptimo disco que más se ha vendido en Chile. Había hecho sonido en vivo para Los Prisioneros, la mezcla y la masterización de su disco de grandes éxitos. Estaba en un buen momento y buen lugar. En esa época, cuando volví de EE.UU., la escena chilena del undergound estaba muy influenciada por el new wave de Estados Unidos e Inglaterra, y había música orgánica en Chile, pero de carácter más folclórico. Los Tres fue el primer grupo de rock con un sonido orgánico que yo encontré en Chile”.
A. Parra: “Ese primer disco se pudo hacer gracias a que yo tenía gente conocida en el sello Alerce y en los estudios Filmocentro. Los Tres eran muy desconocidos y me siento súper feliz de haber podido colaborar en esa instancia al acercar a la banda a una discográfica. Éramos demasiado alternativos, demasiado independientes, gente muy joven que no transaba mucho. Estábamos planteando una música que realmente se salía de todos los cánones de estética del momento, entonces no nos pescaban tanto. Piensa que en ese entonces sonaba ese grupo Diva, Aleste, La Ley... Estábamos en otra”.
F. Molina: El Ángel fue clave para esta grabación, sin él estaríamos contando otra historia. Él movió la máquina. Recuerdo que cuando ya teníamos parte de esta música, el Angelito venía a Concepción de repente a tocar jazz o con su tía Isabel, y nosotros íbamos a escucharlo y pensábamos ‘puta el hueón capo, toca increíble y se viste súper bien’. ‘Es medio rockabilly’, decía el Álvaro. Habrán pasado unos tres años desde eso hasta que entramos a su mundo, un mundo musical en la capital, profesional”.
A. Parra: “En el estudio había harta gente con personalidad. Y me acuerdo que en Filmocentro había una grabadora Otari, varios artefactos digitales que se empezaron a utilizar dentro de una música orgánica y rockabilly con elementos folclóricos, y creo que esa combinación resultó muy bien. La voz de Álvaro en Somos tontos no pesados, que está con un pitch cambiado, por ejemplo, o los delay que tiene la voz en Amores incompletos. Eso demuestra que Los Tres siempre estuvieron dispuestos a experimentar en el estudio. Era algo más intuitivo, Jorge Esteban sabía más lo que estaba haciendo. Estábamos pasando por un momento especial de nuestras vidas, se nota la juventud de esos años, pero lo que mandó es que tocábamos muy bien. Y en el estudio, a la primera toma, estaba listo. El solo de La primera vez la toqué de una”.
A. Henríquez: “El disco se grabó relativamente rápido y fue eso: el momento mágico en que las cosas que uno sueña se convierten en realidad. Cuando escuchas tu canción por primera vez grabada desde la sala de control es una experiencia única. Después uno se acostumbra, pero la primera vez es extraordinaria. Me siento orgulloso de haber hecho todos estos discos y de poder seguir haciendo la Yein Fonda, son cosas que me llenan de energía”.
J. Esteban: “Desde el punto de vista musical era un grupo que ya estaba completamente maduro. Obviamente el grupo se desarrolla con los años y van haciendo otras búsquedas, pero ya tenían ciertas cosas claras cuando llegaron al estudio: que iban a tocar todos juntos, por ejemplo, completamente lo opuesto a esa cola que quedaba de los 80 donde cada cosa se grababa por separado, con metrónomo y todo eso. Ellos, en cambio, miraban el origen del blues, el bluegrass, el rockabilly. Usamos micrófonos ambientales, micrófonos antiguos, equipos de tubo, pude aplicar técnicas de grabación que aprendí en EE.UU. Lamentablemente, en Chile se reutilizaban las cintas y los masters se borraban, que es un pecado capital, pero si existieran esas bases sonaría como una grabación en vivo. Y sobre eso hicimos doblaje de guitarra y voz, nada más”.
F. Molina: “Todos los discos de Los Tres se grabaron en vivo. Y en el primero están todos los próceres nacionales, porque muchas de las baterías de ese disco están inspiradas en otros que habían salido antes, como las de Tilo González de Congreso en Viaje por la cresta del mundo, Los Jaivas ni hablar. También algo de Charly García, Abajo en la costanera del Yogui (Alvarado) y Los Prisioneros. Era música que estaba re presente y que la estábamos analizando y escuchando todo el rato. Por ejemplo, el beat de En Jamaica lo saqué de La voz de los 80 de Miguel Tapia. Está camuflado, pero si te fijas bien es casi lo mismo. Por qué no viniste también era parte del repertorio, pero se pasó a Se remata el siglo. Había otra que se llamaba Dos extraños que era muy The Cure, muy copiona y creo que nunca más la tocamos”.
A. Parra: “Cuando salió el disco pasó desapercibido. Algunos periodistas se dieron cuenta del peso que tenía nuestra música, recuerdo que Iván Valenzuela hizo una crítica por ahí y que Alberto Fuguet también prendió con la música del Álvaro, pero tomó bastante tiempo. Nos encontraban desfachatados, porque éramos bien engreídos, en el buen sentido, sabíamos que tocábamos bien y eso nos ayudó a ser bien seguros de nuestra música, no estábamos esperando la sobada de lomo de los críticos.
Hay una anécdota que es bastante increíble. Un año antes, cuando vino a Chile Amnesty, fuimos con el Álvaro y mi hermana al (hotel) Sheraton. Estábamos en la casa y dijimos ‘estos hueones qué se han creído, si nosotros somos los mejores, vamos para allá y les golpeamos la puerta de la pieza’. Allá nos encontramos con Sting en la cafetería y le entregamos en su mano un cassette de Los Tres, nos miró de arriba a abajo y no nos pescó ni en bajada. Fue una lección para darnos cuenta de dónde estábamos parados. También le entregamos una cinta a Peter Gabriel y ahí venía el disco de Los Tres, los demos. Sting debe haber botado la cinta, o tal vez nos plagió, lo dudo (ríe), pero fuimos seriamente a decirle ‘esto es lo mejor que se hace en Chile’. Ese era el nivel de seguridad que tenía el Álvaro con su música y yo lo seguía a todos lados, feliz de la vida, porque le encontraba toda la razón. Pero igual al otro día teníamos que ir a tocar al Seriatutix de la calle Colón que estaba lleno de gente de derecha que nos odiaba”.
A. Henríquez: “Por el momento no tenemos contemplada una celebración de ese disco, pero son cosas que pueden ser. Hay que sopesarlas. Estamos en la onda cumpleaños nosotros ya, cada año que pasa es un cumpleaños de alguna cosa, de La sangre en el cuerpo, del Fome, después el Unplugged y no sé qué. Yo como te decía estoy súper orgulloso de lo que hemos hecho y muy feliz también de que podamos volver a tocar ahora, de poder hacer lo que mejor sabemos hacer”.
A. Parra: “He barrido el sol creo que es la canción que definió al grupo en ese momento. Tiene un significado especial para mí, porque había traído de EE.UU. unas músicas country que tenían esos acordes. Sin buscar ganarme el crédito, influencié a Álvaro con esa música, y la batería del Pancho más el contrabajo del Titae en esa canción, más la letra del Álvaro, resumió todo lo que éramos como banda.
Es un disco que tomó el peso que tiene por la calidad de las canciones, por la convicción con que hizo, por lo brillante que son las letras y por nuestra manera de tocar, de hacer música, en una época llena de sonido hi fi, de lo digital. Yo creo que la gente empieza a entender lo de la chilenidad, encuentran en Los Tres una posible ventana a ese reencuentro con nuestro carácter. Nuestras expectativas con ese disco eran las máximas, realmente creíamos que íbamos a ser muy famosos, que íbamos a llegar muy lejos. Se cumplieron las cosas, porque nunca nos achicamos y la teníamos muy clara”.
F. Molina: “Yo volví a Chile hace cinco años, después de 13 que estuve fuera, y reencontrarme con ese cariño de la gente, más encima de diferentes generaciones, me sorprendió. Yo pensé que ya había pasado. Me emociona y me sorprende al mismo tiempo el recambio generacional. Muchos no saben quién soy yo y todo bien con eso, pero de repente me he subido a un taxi y en la radio escucho a Los Tres y al principio, cuando llegué, fue como ¿ah? ¿Todavía? Especialmente cuando suena ese primer disco. Todo esto es por los seguidores de la banda, sin ese cariño no existimos”.
* Roberto “Titae” Lindl, bajista de Los Tres, no atendió llamados ni consultas para este artículo.