Página en blanco. Es el principal temor de quienes parten escribiendo cuentos, relatos o una novelita lumpen. ¿Cómo empezar a escribir? Y una vez subido ese dificultoso primer escalón, ¿cómo terminar? Por estos días, el escritor argentino Patricio Pron (45) está ofreciendo una solución a ese rompecabezas, de la mano de unas lecciones de media hora pregrabadas que se llaman “Principios y finales de la escritura”, a las que se accede a través de sitio Cultura Conecta.
“Qué significa que algo ‘empiece’, qué tipo de elecciones estéticas (es decir, políticas) tomamos los escritores en la elección de los comienzos y de los finales de nuestros textos, qué significa que algo tenga un ‘final feliz’ y cuántos finales de ese tipo hay, cuáles son los textos que desafían la idea de que algo puede o debe comenzar y más tarde terminar y, de manera más general, cómo ‘comienza’ un escritor y qué hay de la ‘muerte del autor’ y del final de la literatura de los que tanto se habla”, cuenta Pron en charla con Culto.
Algo de experiencia tienes haciendo clases. En su momento fuiste asistente en la Universidad de Göttingen ¿Qué tal ha sido la experiencia de armar este curso e impartirlo?
Muy distinta a la experiencia de Göttingen. Allí el marco era más reducido, mientras que aquí disponía de una libertad absoluta para tratar de responder preguntas que van desde qué nos dicen acerca del mundo narrado y de su concepción del relato frases hechas del tipo “había una vez” hasta el concepto de “inminencia”. Y hacerlo además recurriendo a autores y textos de un arco muy amplio. Digamos, de Poe a Lorrie Moore pasando por Renata Adler, Tobias Wolff, Marguerite Duras, Philip Dick y Alan Moore, con excursiones a Roland Barthes, Virginia Woolf, Calvino, Chandler, Raymond Queneau o Josefina Vicens, Macedonio (Fernández) y Mario Levrero.
¿Crees que en tiempos de pandemia, la escritura ha tenido una cierta revaloración?
Quizás, sí. Las estadísticas indican que nunca se había leído tanto como durante la pandemia, y es posible que la gente haya estado escribiendo también. Pienso que todos hemos estado preguntándonos qué significaba que el mundo que conocíamos terminase y cómo empezar de nuevo, y creo que la única forma de responder a estas preguntas era prestando una gran atención a cómo el arte (y, en especial, la literatura) concibe sus comienzos y sus finales, ya que estos son el producto de ideas que tenemos, pero de las que no somos del todo conscientes a menudo, acerca de qué es el tiempo, cómo lo habitamos y cómo nos lo narramos para poder entenderlo.
Ese formato llamado cuento
Pero Pron no solo está dedicado a ser un académico virtual. Por estos días, se encuentra presentando en España su último lanzamiento, Trayéndolo todo de regreso a casa, editado por Alfaguara, que compila parte de los relatos que el rosarino ha escrito durante su trayectoria y que ha publicado en libros notables como El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010) o La vida interior de las plantas de interior (2013).
Por ahora, el libro no tiene fecha de llegada a Chile, pero quienes tengan menos paciencia sí pueden acceder a través de Buscalibre o en formato e-book.
¿Cómo fue elegir estos relatos? “De a ratos fue desconcertante, que es lo mejor que uno puede decir de la obra de alguien –señala Pron–. Muchos relatos parecían escritos por personas distintas a mí, personas que yo evidentemente fui en algún momento, pero que tal vez ya no sea. Los primeros, en particular, los que escribí al comienzo de mi trabajo, me parecieron indescifrables. Pero los incluí en nombre de un reclamo de sinceridad absoluta con el lector, que no hubiese podido completar el recorrido trazado entre, digamos, 1990 y 2021 sin esos primeros cuentos”.
¿Son tus mejores relatos?
Quizás no sean los mejores que he escrito, pero tal vez el lector descubra que era un mejor escritor por entonces, o uno no tan malo. La potestad del lector sobre un libro “abierto” como éste hace que todo sea posible, incluso eso.
¿Consideras que en estos tiempos hay una revalorización de formato del cuento?
No, no lo creo. Una “revalorización” del cuento implicaría que su valor fue puesto en duda en algún momento y ése no parece ser el caso. La narrativa breve siempre ha sido la columna vertebral del esqueleto un poco maltrecho de la literatura latinoamericana, está en el centro mismo de los intereses de miles de lectores y es nuestra forma (simple, y, al mismo tiempo, complejísima) de comunicarnos, ya que lo que hacemos al hablar no es sino construir pequeños relatos en torno a quiénes somos, de dónde venimos, qué queremos, qué nos sucede. Así que no creo que haya ningún tipo de “revalorización”, excepto como reclamo comercial. Pero, para los buenos lectores, que son los únicos que en realidad importan, eso no significa nada, y está bien así.
¿Cómo ves a la literatura latinoamericana actualmente?
Me gusta que sea bastante menos falocéntrica que cuando yo comencé a escribir y a leer a mis contemporáneos, me alegra que sea más diversa y que esté superando discusiones nunca muy útiles como la de la relación entre centro y periferia. Y me divierte su opacidad, el hecho de que sus mejores ejemplos sean irreductibles a las viejas categorías. Naturalmente, sigue siendo una literatura condicionada por el género, la identidad y la clase, además de sometida a las leyes de las modas y las tendencias, pero eso también la convierte en política, de manera que lo único que lamento es que las lecturas políticas de la literatura latinoamericana contemporánea sean más bien la excepción y no la regla.
Mi amigo Roberto
Un vínculo especial con Chile, y se hace difícil no verlo cuando se lo lee, es el nexo que mantuvo con Roberto Bolaño. De alguna forma, el autor de Los detectives salvajes fue alguien que le dejó huella. En su estilo (y en el de Bolaño) habla de él usando una sola letra.
“B. y yo fuimos amigos, y una de las cosas que nos unían era el interés común en escritores como Borges, Marcel Schwob, Parra, Gombrowicz, Perec, Arno Schmidt, Joseph Roth, Walser, Wilcock, Felisberto Hernández o Heimito von Doderer –dice Pron–. Nuestras bibliotecas no eran iguales, y además Roberto parecía haberlo leído todo ya, pero es posible que el hecho de que nuestros ‘maestros’ fuesen más o menos los mismos haga que nuestros libros parezcan más conectados de lo que en realidad están”.
Tras una pausa, Pron agrega: “Pero B. creía en el poder total y absoluto de la literatura y en que debemos pagar nuestras deudas con ella incluso con la vida, y esa sí es una inspiración para mí”.