Aunque se presenta como su álbum debut, Belencha ya acumula un incesante trayecto como cultora e investigadora de la amplia geografía artística latinoamericana. Tomó clases hacia los 2010 con la fallecida Margot Loyola mientras integraba el grupo de cuecas El Parcito, para años después forjar un vínculo creativo con Gepe a partir del gusto en común por el folclore y las raíces chilenas.

En medio lanzó un álbum de corte más tradicional, aunque como Claudia Mena, su verdadero nombre.

Todo ello precipitó un disco homónimo a finales de agosto pasado que resuena como un glosario de estilos de este lado del planeta, un cancionero en plan cartográfico donde la voz, el ritmo y la instrumentación se van adaptando a sonidos a veces tan cercanos en el tiempo y el espacio, pero tan lejanos en su variedad de timbres y detalles.

Belencha los maneja todos con destreza, experiencia y naturalidad, sin nunca parecer forzada, en una figura de radar múltiple que hace varios años no aparecía en la escena local.

Por ejemplo, todo parte con al acento expresivo del piano y el bandoneón rioplatense en el tango Loca, grabado en la ex casa de Violeta Parra: ya de entrada hay un cruce casi bolivariano donde los límites se disuelven en favor de la creatividad. Luego A tu Magnolio, Paloma es un salto hacia el Pacífico para abrazar los compases del vals andino, mientras que Cuando salí de mi casa acerca su capacidad interpretativa a la misma Violeta, con una forma de cantar poco ortodoxa, sufrida y de evocación campestre.

Pero aquí también hay fiesta. Un poquito de amor la exhibe en una faz totalmente opuesta, en una travesía al Caribe donde recoge lo mejor de las grandes orquestas cubanas, desde los bronces elocuentes y los pianos pulsados a alta velocidad, hasta las percusiones vigorosas y una interpretación que transmite puro goce.

Y también hay modernidad: además de ser producido por el propio Gepe y Cristián Heyne, iconos del pop nacional del nuevo siglo, Belencha en este trabajo une a Camila Moreno en Petronila, un vals que conoció en una peña limeña en 2016, que entona con las inflexiones marcadas propias de la vieja canción romántica y que con Moreno logra un contrapunto preciso; mientras Belencha posee un timbre rotundo, su compañera balancea con un tono más fantasmal y etéreo.

El debut de la artista es un rompecabezas estilístico que reporta conocimiento y búsqueda inquieta. Un tobogán de estímulos con raíces hispanohablantes que la configuran como una de las artistas chilenas más interesantes de este 2021.