“Yo amo a Chile, a pesar de todo”. Con esa frase -elocuente, cargada de simbolismo, ilustrativa tanto de heridas como de alegrías-, Joan Alison Turner Roberts (94) recibió el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales 2021, conectada a través de un computador con el jurado que la eligió de forma unánime para el reconocimiento.
“Esto es un premio para la danza en Chile”, fue otra de sus frases, no menos significativa: el galardón fue entregado por su huella como bailarina y coreógrafa en la escena nacional, suerte de maestra de la disciplina para un par de generaciones y que no sólo llegó a Chile por tal actividad. También eligió quedarse en el país y retornar tras el exilio para seguir enseñando el universo múltiple de la danza.
“Esto ha sido efectivamente un esfuerzo de muchísimos años, de los y las trabajadoras de la danza”, asegura a Culto su hija Amanda Jara Turner, retratando el extenso período en que el nombre de la viuda de Víctor Jara ha merodeado el Premio Nacional. “Creo que es un premio para la danza en el país y también una reivindicación del legado de mi madre como bailarina y maestra”, puntualiza.
Tal huella comenzó con su llegada al país en julio de 1954, siendo ya esposa del coreógrafo, bailarín y actor chileno Patricio Bunster, a quien conoció en la compañía de Kurt Jooss en Alemania. Se habían casado un año antes. En Chile ingresó al Ballet Nacional, primero como bailarina y luego como coreógrafa. También ejerció la docencia en la Universidad de Chile, donde formó la carrera de Profesores de Danza infantil.
En 1960 tuvo su primera hija, Manuela Bunster Jara. Al poco tiempo el matrimonio se terminó y la británica conoció a Víctor Jara, quien recién egresaba como alumno de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Era un nombre apenas ascendente en la escena local de las tablas, todavía muy lejos del renombre que adquiriría como uno de los iconos de la cultura popular chilena.
“Víctor tenía una gran capacidad de expresión corporal, pero no era un alumno que llamara especialmente la atención. Hasta unos años después, cuando mi matrimonio ya había fracasado y él pasaba por un momento de soledad, no se produciría nuestra unión. Él fue el primero en acercarse a mí y a partir de 1960 ya nos hicimos inseparables. Social y políticamente teníamos una gran afinidad y, profesionalmente, cada cual siguió con sus actividades con el apoyo del otro y sin intromisiones”, definió en 1983 su relación con el hombre de El derecho de vivir en paz.
En 1973, tras el arresto y el asesinato de Jara, Joan Turner partió al exilio. Retornó a Inglaterra y ahí su labor fue otra: rescatar y mantener en pie el patrimonio de su esposo. Editó muchos discos -incluso algunos con canciones inéditas- y logró que Jara se convirtiera en el extranjero en símbolo de la resistencia contra el régimen militar.
Retornó recién en 1984, para un año después fundar junto a Bunster el Centro de Danza Espiral, clave en la educación de muchos nombres de relevancia en el área.
“Ella ha sido la profesora de muchos de los bailarines y profesores de este país, entonces creo que es un premio muy merecido. Y no sólo por su contribución cultural, sino que también por su aporte en el tema de derechos humanos y por su lucha para crear conciencia en ese ámbito. Es una gran noticia para todos”, expresa Amanda.
En 1986, lideró el Grupo Calaucán, y una década más tarde convirtió a la Espiral en la carrera dependiente de la U. Academia de Humanismo Cristiano.
“Son pocos los bailarines activos que no pasaron por la escuela de la Joan”, dijo la cantante y ex alumna suya, Javiera Parra, egresada del Espiral en 1991 en declaraciones a La Tercera en 2017. Por su lado, Carolina Bravo del Banch señaló: “Sus conocimientos específicos de movimiento, técnica moderna, eukinética y coreútica fueron únicos e iluminadores”.
Para seguir con su labor de preservar la obra del fallecido cantautor, en 1993 inauguró la Fundación Víctor Jara, la que se mantiene hasta hoy. Su director ejecutivo, Cristián Galaz, comenta: “Este premio fue inesperado, no estaba dentro de las expectativas, aunque por supuesto era algo que anhelábamos por años. Es muy significativo, por su aporte a la danza, pero también porque ella es una persona que eligió vivir en Chile. Ella pudo haber tenido una historia de reconocimiento y aplausos en otra parte, pero prefirió volver y seguir teniendo una vida acá, con todo lo que eso significa para su historia. Es una relación de amor con un pueblo”.