Son episodios archiconocidos, pero que cada cierto tiempo vuelven a la palestra. Nos referimos, claro, tanto a la violación a una joven tamil, como su desempeño siendo padre de Malva Marina, a quien abandonó pocos años después de nacida (y a su madre, la holandesa María Antonieta Hagenaar Vogelzang).

En el caso de lo primero, el mismo Pablo Neruda lo contó en sus memorias editadas póstumamente, Confieso que he vivido (1974). Ocurrió cuando el futuro autor de Residencia en la tierra era un veintañero cónsul chileno en Sri Lanka. Lo segundo, ha sido criticado desde hace décadas, incluso, la holandesa Hagar Peeters escribió una novela sobre la tragedia de la niña en su primera novela, Malva, en 2015.

48 años después de su fallecimiento, el 23 de septiembre de 1973, la figura del vate ha sido cuestionada a partir de esos episodios. Recordados son los afiches de las manifestaciones feministas de los últimos años en nuestro país aludiendo a su poema 15 espetando un “Neruda, cállate tú”. Su casa museo en Isla Negra también ha sufrido tales golpes: en las murallas que la rodean, hoy hay muchos rayados con calificativos de grueso calibre hacia el chileno o frases que le recuerdan los capítulos más asperos de su existencia.

El fuerte auge del feminismo, sobre todo después del movimiento #MeToo, ha hecho que figuras como la del autor de Crepusculario sean revisadas. Visiones al respecto hay tantas como personas consultadas y muestran que es un tema abierto y lejos de una conclusión certera.

Mirada desde su tiempo

Uno de los primeros que se levantó en su defensa fue el investigador Hernán Loyola. En su libro Los pecados de Neruda (Lumen, 2019) fue categórico. “Creo advertir en los escritores jóvenes una especie de reacción generacional contra un monstruo sagrado que en general conocen poco y de oídas, y que, sin embargo, no hace muchos decenios fue la más agitada bandera de lucha para otro jóvenes contra la dictadura militar”.

El crítico literario Camilo Marks no considera pertinente hacer una revisión de la vida y obra de Neruda a partir de una lectura actual. “Si así fuera, tendríamos que revisar toda la literatura, desde Homero y la Antigüedad, pasando por la Edad Media, el Renacimiento, el Siglo de las Luces, la era romántica y todas las demás etapas”, explica a Culto, aunque sí reconoce que es legítimo el ejercicio de reinterpretación de autores canónicos.

Marks añade un dato para reforzar su punto: “No hay que olvidar que Neruda, aparte de ser un devoto admirador de las mujeres y también de sus amigos, fuesen estos hétero u homosexuales, fue decisivo en cuanto al voto femenino y abogó por él desde muy temprano, sobre todo en el Senado, donde su voz fue decisiva para implantar el sufragio de las mujeres”.

“De ser verdad lo que Neruda confiesa, es un abuso evidente y es condenable”, señala Abraham Quezada Vergara, reconocido investigador de la obra del parralino. Sin embargo, Quezada aboga porque los hechos deben ser leídos con la lectura de su tiempo y espacio.

“Yo creo que no es valido analizar ni la obra ni la vida de Neruda con la óptica actual. Era un tiempo distinto al de 2021, la importancia que tienen los niños hoy en día es distinta a la de esa época -dice Quezada-. Ahora, el papel de la mujer, de subordinación al marido, es un hecho histórico. Yo creo que hasta el día de hoy en Sri Lanka la mujer vive en condiciones de sometimiento. No podemos hablar que exista igualdad de género en esa parte del mundo respecto del mundo occidental. En el mundo talibán no digamos que es así”.

Una visión particular tiene la poeta Verónica Jiménez, quien ha tratado el tema en una serie de artículos aparecidos en la prensa, e incluso realizó un taller sobre la figura de Neruda. Para ella, se debe hacer una distinción de dos aspectos. “Hay una discusión en torno a la figura y otra en torno al poeta”, explica a Culto.

“Hay una discusión en torno a los actos machistas que está en curso todavía, yo creo que no se ha resuelto plenamente en tanto no se cuente con todos los documentos, por ejemplo, acerca de su hija -señala Jiménez-. Siguen saliendo reportajes, testimonios, porque las informaciones que se manejan masivamente son incompletas. Habría que hacer un análisis más desapasionado considerando la época, era entreguerras, las dificultades. Es una situación que está todavía pendiente”.

Pablo Neruda, hacia 1972. Foto: Archivo del Escritor / Pablo Neruda. Biblioteca Nacional Digital.

Lecturas desde el feminismo

En 2004, una obra de teatro remeció la cartelera de las tablas nacionales. Se trataba de Un ser perfectamente ridículo, escrita por la dramaturga Flavia Radrigán, hija de Juan, donde abordaba precisamente la vida puertas adentro de Neruda. Con el actor Gonzalo Robles en el rol de Neruda, entre otras cosas, el montaje lo mostraba enfrentando el reclamo de su hija Malva Marina.

Consultada por Culto, Radrigán dispara: “Siento que Neruda al igual que muchos talentosos de la historia nos hace preguntarnos si el hecho de la genialidad faculta a algún individuo para cometer impunemente actos deleznables. Lamentablemente los únicos que podrían responder a esta pregunta son las víctimas de dicho individuo, pero en el caso de Neruda jamás tendrán tribuna para hacerlo. Y aquí es donde entra a fuego el feminismo que habla por las que ya no están y establece las directrices del cambio. Con las maravillosas feministas de mi país, los Nerudas pasarán por el Bardo miles de años hasta que dejen de reencarnar en oscuridades”.

El guante del feminismo que recoge Radrigán, también es valorado por el poeta y académico de la USACH, Felipe Cussen: “Considero que las perspectivas que han ofrecido las lecturas feministas en las últimas décadas han sido muy útiles para revisar críticamente el modo en que se construyen ciertas figuras autoriales favorecidas por las estructuras dominantes y cómo otras son invisibilizadas; en ese sentido, uno de sus grandes aportes ha sido una mayor ampliación del gris y rancio canon que hemos heredado y una complejización de la historia literaria o artística”.

Cussen, además, propone una nueva lectura desde el siglo XXI: “Pienso que más allá de sacar una lupa y ponernos a rastrear aquellos aspectos evidentemente machistas de la obra de Neruda (que siempre estuvieron a la vista), lo más interesante sería preguntarnos por qué este modelo de poeta mujeriego-violador-mafioso literario-guatón parrillero pero romanticón fue tan alabado por sus contemporáneos. Y también sería bueno reflexionar por qué la prensa cultural le da más importancia a sus casas, sus cachivaches y sus líos, y no se enfoca más en difundir a otros y otras poetas cuya obra podría resultar mucho más atractiva hoy en día. En lo personal, la obra de Neruda me produce un aburrimiento profundo, y si quiero leer poesía amorosa, prefiero mil veces tomar un libro de Idea Vilariño”.

Lorena Fuentes, una de las directoras editoriales en la casa editora Banda Propia, la cual ha editado libros en que precisamente rescata a nombres claves del feminismo como Olympe de Gouges o Julieta Kirkwood, también destaca su rol en esta discusión. “Creo que precisamente el recorrido de la crítica feminista en los últimos años traza un camino posible para leer a Neruda. Este recorrido ha señalado, por un lado, la relevancia de desnaturalizar las estructuras patriarcales y el sexismo en todos los ámbitos de la cultura y la vida social”.

En todo caso, Fuentes también apunta a que de alguna manera la crítica con mirada del siglo XXI puede tener algo de doble filo. “Ha mostrado que el punitivismo o la corrección política no solucionan los conflictos, y que incluso pueden volverse un callejón sin salida a la hora de abordar la literatura o el canon. El caso de Neruda es ejemplar en este sentido”.

La académica de la UC, Magda Sepúlveda Eriz, opina también de modo favorable a una revisión. “Me parecen bien las lecturas feministas especialmente cuando atienden a deconstruir un modelo de masculinidad que elabora Neruda. Esta idea como del héroe épico merece ser deconstruido porque la épica está relacionada con la guerra y se viven tiempos de otro tipo de alianzas, más fraternales”.

Ahora, Sepúlveda Eriz aporta un matiz en el debate: “Me alejo un poco cuando le pedimos a los poetas que sean santos e intentamos escribir una hagiografía de ellos. Los santos están en otro lado, cada subjetividad tiene un rol en la vida humana, la de poeta es otra tarea y tiene otros deberes y derechos. No olvidaría que Neruda -como diríamos hoy- se autodelató cuando nadie lo iba a acusar de eso, con una vuelta de tuerca podríamos decir que es un adelantado porque hoy hay autoacusaciones, pero frente al inminente peligro de ser acusado”.

Es en esta óptica del feminismo donde se entiende que durante 2018 dos académicas españolas propusieron sacar a Neruda de las lecturas obligatorias; además, la idea de rebautizar el aeropuerto de Santiago con su nombre no prosperó. “Con todo respeto, a mí me parece que, tanto las académicas españolas u otras, están un tanto desubicadas -señala Camilo Marks-. Negarse a bautizar con su nombre el aeropuerto de nuestra capital me parece un disparate mayúsculo, casi un crimen en contra del poeta chileno más reconocido en todo el orbe y el único escritor chileno, que ya en los años 40, fue traducido a prácticamente todas las lenguas del mundo”.

Abraham Quezada también opina al respecto. “Es un deporte nacional la crítica al poeta, pero es una política de Estado fomentar a Neruda en el exterior. Es una riqueza básica de Chile y su obra va mucho más allá, es un actor que con su vida y si obra ha contribuido a la instalación de la imagen de Chle en el siglo XX. Que el aeropuerto no lleve su nombre, no me parece que sea Neruda el que pierde, yo creo que pierde el Estado de Chile”.

A Cussen la idea del rebautizo del aeropuerto le parece indiferente. “No me gustan ni las lecturas obligatorias, ni las censuras, ni los aeropuertos con nombres de personas. Si se quiere acabar con el patriarcado, me parece mucho más urgente ejercer una serie de acciones políticas, económicas y judiciales más efectivas que la cancelación de una obra en particular”.

¿Cultura de la cancelación?

Eso último mencionado por Cussen, la idea de “cancelar” la obra del vate debido a sus conductas privadas, tiene distintas miradas. “Para mí, Neruda sigue siendo un referente y habría que leerlo desde el punto de vista que es un poeta capaz de cultivar muchos géneros: el soneto, la épica, el romance, la cueca, las odas, la elegía y creo que en eso sigue siendo el poeta más rico dentro de la poesía chilena”, plantea Magda Sepúlveda Eriz.

“En cuanto a su obra, lo más importante es no buscar signos en sus poemas que puedan vincularse con algún significado de su biografía -señala Verónica Jiménez-. Plantear una lectura del Poema 15 desde el punto de vista de la dominación machista, la verdad que no procede, porque el poema tiene una historia y tiene otro significado y se inserta dentro de un poemario mayor. Eso está en un contexto distinto al de hoy, donde la preeminencia del hombre sobre la mujer era más clara que ahora”.

Lorena Fuentes apunta que la cancelación, en rigor, abre otra vertiente en el debate en vez de cerrarlo. “Hace algunos años la polémica sobre Confieso que he vivido tendió a la cancelación como respuesta reactiva, pero con el tiempo fue la misma fuerza de la crítica literaria la que repuso coordenadas para abordar la importancia de su obra. La lectura de Neruda muestra que la crítica es un espacio relevante de procesamiento de conflictos. De allí que muchas lecturas feministas contemporáneas apuesten por intensificar la potencialidad de la crítica. Me parece que la salida es el debate público y abierto, no la anulación de la obra, sino la apuesta por una circulación que la coloque en discusión”.

Camilo Marks también opina al respecto. “¿Qué es lo que puedo decir? Nada, salvo que sería como cancelar la obra de Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Molière, Rabelais, Góngora, Quevedo, Dickens, Tolstoi, Dostoievski, Proust, Thomas Mann y un larguísimo etcétera, que hasta incluiría a escritoras mujeres a las cuales muy poco se las podría calificar como feministas”.

¿Qué queda por ahora? El debate en el tema, como base de la búsqueda de una verdad, parece aún abierto. Felipe Cussen de hecho rescata que ese es un valor en el mundo de las letras. “Lo que más me atrae de la literatura y el arte en general es que se trata de un espacio de libertad y ambigüedad en el que somos capaces de conocer posturas radicalmente distintas a las propias, que nos pueden parecer aborrecibles, pero que a la vez nos pueden ofrecer una experiencia estética muy intensa y generar discusiones más complejas. Reducir la lectura sólo a aquellas obras que refuerzan nuestras creencias me parece tremendamente empobrecedor”.