Crítica de discos: los distintos ruidos de Hispanoamérica con Criminal, Enrique Iglesias y Buena Vista Social Club
Chile, España y Cuba. Metal, pop latino urbano y son o bolero de la vieja escuela. El cancionero en español es fértil y variado y esta semana de una muestra de aquello con lanzamientos para todos los gustos.
Enrique Iglesias - Final (Vol.1)
A los 46 años se retira. Seguirá componiendo, pero el tradicional álbum con decenas de canciones, no más. Entre los argumentos, le cuesta sacar discos. Cierto. Este es el primer título de Enrique Iglesias en siete años. Si se trata del final, Vol.1 es representativo de lo que ha sido la trayectoria del español, un artista obsesionado desde los inicios con detener el tiempo para lucir como un adolescente, con las preocupaciones románticas propias de un chico. La inspiración de estas canciones ancladas en el urbano y un pop con aroma a Maroon 5, oscila entre el deseo permanente con versos propios de un estelar trasnochado -”cuando yo te vi, a mi se me paró... el corazón”, una perla de El Baño con Bad Bunny-, junto a la nostalgia y los remordimientos por el amor perdido, irrenunciablemente desde la perspectiva carnal.
Enrique Iglesias siempre ha estado atento al presente del pop. Por lo mismo, el registro de su voz es una clase de autotune hasta lo irreconocible en una seguidilla de canciones en inglés y español, con potencial de single cada una de ellas. Un buen regreso diciendo adiós.
Criminal - Sacrificio
La mecánica de Criminal de los últimos años estaba más cerca de los métodos metaleros de Europa componiendo en el computador, que la vieja tradición de parir las canciones en el sudor de una sala de ensayo con la batería atronando y la guitarra directo al amplificador. Lo reconoce el propio Anton Reisenegger, líder de Criminal y apóstol mayor del heavy metal chileno. Sacrificio fue armado y grabado en Santiago con la producción de Sebastián Puente (Nuclear), mientras sus letras se nutren en parte del 18O, a la manera de una crónica carnaza que indaga en las causas del estallido. La brutalidad, el groove, la cadencia latina de la que casi no quedaban rastros en la banda chilena asentada en el viejo continente, se recupera de la mejor manera. Sacrificio equilibra a la perfección un sonido de categoría mundial con una energía imposible de capturar mediante pantalla y teclado, más la intención de construir estribillos reflejo de la rabia ambiente, como una turba vociferante dispuesta a la lucha. Aunque Reisenegger ha descartado que Sacrificio sea una obra conceptual, ofrece esa lectura con resultados apasionantes.
Buena Vista Social Club (25th anniversary edition)
En su momento, el descubrimiento de estos artistas sobrevivientes de una era previa a la revolución cubana, de la mano del guitarrista estadounidense Ry Cooder, fue semejante a un hallazgo arqueológico. En el Primer Mundo no podían dar crédito de la existencia de música de esa calidad, representativa de una época prácticamente muerta y sepultada. En el ámbito latino la sorpresa fue menor, porque esos nombres y títulos eran parte de la genealogía del canto popular.
En este tipo de lanzamientos conmemorativos conviene separar aguas. Para quienes invierten en el formato físico, la recompensa vale la pena. En este caso, hay tres empaques, uno con compactos y un libro de 64 páginas; otro con vinilos de 180 gramos más un cedé con cinco temas extras y el libro, y un tercero que repite los LP, los dos compactos y el texto. En el soporte digital, el atractivo decae ligeramente. Aunque en el último tiempo las remasterizaciones se han convertido en sinónimo de palpables mejoras en el audio, este no es el caso. El material extra incluye los ensayos del álbum y varias canciones que no quedaron en la edición final.
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