El punto de reinicio obligado fue Cuba. Ahí comenzó su exilio Patricio Manns tras el golpe militar de 1973, luego de pasar escondido varias semanas en Santiago y poder partir sólo gracias a diversas gestiones diplomáticas. En Cuba intentó seguir con su actividad creativa y sobre todo con una agenda que creara conciencia en torno a lo que estaba aconteciendo en Santiago, por lo que, entre otras iniciativas, colaboró con el cineasta Humberto Solás en el guión de la película La cantata de Chile, una suerte de musical socialista inspirado en la masacre de la escuela Santa María de Iquique, estrenándose en 1975.
También escribió y grabó junto a la Orquesra Sinfónica de la isla el tema Cuando me acuerdo de mi país, el que empezaba a entregar luces de lo que sería su ideario en la lejanía: en vez de las composiciones de naturaleza más descriptiva de sus primeros álbumes, como un cronista de la realidad menos oficial de Chile, esta vez se volcaría a evocar la tierra abandonada a la fuerza por motivos políticos.
A fines de 1974 se trasladó a Francia para residir de forma más estable, materializando de modo permanente esa segunda vida que estaría marcada por otro tipo de música y creación, por otros vínculos, y por la nostalgia por el país al que no podía volver. Luego de terminar una relación amorosa, atravesó uno de los períodos más difíciles de su vida. Según él mismo ha narrado, naufragó en una depresión que casi lo tumba para siempre. Aunque, casi de forma casual, pudo ser rescatado.
“Una tarde de septiembre de 1979 totalmente inesperada en París, conocí a Alejandra Lastra y toda mi vida cambió”. Así recuerda Patricio Manns, en su libro de conversaciones con Horacio Salinas publicado en 2017, la llegada a su vida de la psicóloga argentina que se convertiría en su mayor amor, fallecida el año pasado por un cáncer de colon.
Manns tenía 42 años y se casaron en 1983 en Gibraltar. Completaron 41 años viviendo juntos, primero en la calle Tarverney de la localidad de Trez Vella, casi en la frontera franco suiza, luego en otra casa en la misma zona, y desde fines de los 90 en Chile, en un departamento frente al mar en Concón.
Psicóloga argentina, de carácter fuerte, Alejandra trabajó hasta entrados los años 90 en la ACNUR, Agencia de la ONU para los Refugiados, pero desde su encuentro con Manns fue protagonista esencial en su vida artística. Productora de sus discos, promotora de sus libros y una suerte de mánager desde que se instalaron en Chile.
Eso sí, antes de conocerse, cuando el cantautor transitaba uno de los pasajes más lúgubres de su destino, fueron otros quienes le tendieron una mano: Inti-Illimani vivía su exilio en Roma, por lo que, altertados del estado anímico de su compañero de generación, fueron a su casa francesa para llevárselo hasta Italia. De hecho, fue el propio José Seves quien encabezó la misión de traslado.
Por esos días, el Inti estaba grabando el disco que bautizarían como Canción para matar una culebra (1979) y Manns se integró al trabajo creativo, aportando con texto y música en cuatro canciones, entre ellas los clásicos Vuelvo y Samba landó.
Vuelvo fue un hito: se convirtió en himno y banda sonora de los miles de chilenos en el exilio repartidos por Europa.
En su regreso a Francia de ese viaje, conoció a Alejandra. Con ella se trasladó a las cercanías de Ginebra y al poco tiempo le compuso la canción Balada de los amantes del camino de Tavernay, a partir del nombre de un camino ficticio que evoca la calle donde vivían, pero que sobre todo habla de la historia de amor que vivían: “El cuarto adonde habita mi ruiseñora / se nutre con el ruido de mi demora / los cantos de la calle se están plegando / y el mórbido reloj mira blasfemando”.
No se separaron más. Sólo hasta el año pasado, cuando la muerte generó la única fractura posible entre ambos.
Pero el exilio en los 80 también guardó un capítulo singular. En 1982 grabó junto a los mismos Inti-Illimani en la capital italiana el himno del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Por lo demás, lo hicieron arrendando el estudio Forum Music Village, propiedad del afamado compositor italiano Ennio Morricone.
Editado primero como single, fue el lado A de un disco que incluyó en su cara B El cancán del piojo, publicado por el sello Aconcagua
La propia Alejandra Lastra recordó en 2020 a radio Bío Bío cómo fue la concepción de ese track: “Era el estudio donde grababa Morricone, Inti Illimani y Patricio. Era el estudio más importante que había en Roma. Los músicos que acompañaron a Patricio fueron del Inti-Illimani, pero es una producción de Patricio ese disco… Él estaba grabando un álbum con el Inti. Estaban todos en Roma, pero nosotros no vivíamos ahí. Grabamos el himno con la ayuda del Inti, que hicieron coros y otras cosas”.
Consultado ahora por el tema, Jorge Coulon de Inti-illimani dice a Culto: “Fue una de las tantas cosas que hicimos fuera de Chile. Era en los estudios de Morricone, donde se podía trabajar de gran forma, eran muy avanzados. Mantuvimos una relación muy provechosa en el exilio”. Eso sí, en ningún caso el autor europeo de bandas sonoras participó en alguna de las sesiones.
Pero no todo se remitió a la música. En París, Manns comenzó nuevamente a escribir novelas, retomando el oficio de escritor que conservó hasta su adultez y que había inaugurado en los 60, obteniendo variados reconocimientos como novelista y ensayista. Entre sus publicaciones, destacan las novelas El corazón a contraluz, El desorden en un cuerno de niebla y Memorial de la noche, y la colección de cuentos La tumba del zambullidor.
En 1990 el artista retornó a Chile, impulsando una bienvenida que incluyó dos conciertos en el Teatro Teletón y el Estadio Chile, además de una gira nacional y su vuelta a la TV.
El exilio le había dejado las más diversas heridas. Pero también había cambiado para siempre su rumbo como creador y como persona.